WHAT A WAY TO GO! (1964, John Lee Thompson) Ella y sus maridos
Comedias recientes como DOWN WITH LOVE (Abajo el amor, 2003. Peyton Reed), mas allá de la actualización de unas temáticas relativas a la “guerra de los sexos”, trasladaban la evocación de una estética con la que se envolvió la comedia americana durante el periodo comprendido entre la segunda mitad de la década de los años cincuenta y bien entrada la de los sesenta. Todo ello a partir de un look caracterizado por colores pasteles, un vestuario o diseño y diseño escenográfico característico y un fondo sonoro inconfundible. A su vera se dieron cita un buen puñado de grandes títulos para el género –bastantes más de los que se suele reconocer-, y también otros que partiendo de los mismos ingredientes, lograron un agradable resultado, pero demostraban que en su confección no contaban con un director especialmente dotado o conocedor de los mimbres de la comedia.
Esa es, en mi opinión, la definición perfecta de WHAT A WAY TO GO! (Ella y sus maridos, 1964), firmada por un John Lee Thompson a quien se deben –precisamente en este periodo- algunas películas interesantes, pero que en este caso orquestó de forma tan aplicada –para lo bueno y lo menos bueno- una historia que indudablemente albergaba mayores posibilidades. Un guión ideado por los expertos Adolph Green y Betty Comdem y que, bajo el aparente seguimiento retrospectivo de la trayectoria de Louise May Foster (Shirley MacLaine, en un papel en el que reiteraba sus más conocidos tics), en el fondo revela una ocasión para el recorrido, la ironía y la revisitación de numerosos arquetipos y géneros cinematográficos.
Louise contará a su psicoanalista (Robert Cummings) el camino recorrido en los cuatro matrimonios con hombres de escasos recursos –el aspecto que más atrae a ella de estos-, pero que como si fuera una maldición se transformará en una rápida y desproporcionada llegada a la riqueza, que finalmente acabará con sus vidas. Es así como esta cuádruple viuda llegará a poseer una fortuna de doscientos millones de dólares, que intentará infructuosamente entregar al departamento del tesoro en la secuencia inicial.
La película, en definitiva, resulta amable, salpicada de eficaces detalles, divertidos secundarios –la eterna oponente de Groucho Marx, Margaret Dummont- y Lee Thompson filma aplicadamente dando presencia fundamentalmente a los elementos de producción con que cuenta, a lo que le ayudan poderosamente elementos técnicos como la magnífica fotografía de Leon Shamroy –atención a la inusual secuencia progenéricos-, la sintonía musical de Nelson Riddle, el vestuario de Edith Head, y unos excelentes decorados, surgidos de la inspiración de un equipo en el que se encontraba el mítico Walter M. Scott.
Sin embargo, es evidente que se echa mucho de menos la mano de un Jerry Lewis –a quien se toma como referencia en la secuencia de los padres de Louise; THE NUTTY PROFFESOR (El profesor chiflado, 1963. Jerry Lewis)-, Richard Quine, Frank Tashlin o Stanley Donen, por citar varios ejemplos que vienen a la mente al contemplar sus imágenes. El resultado es, por tanto, irregular, y junto a momentos e ideas estupendas, se dan cita otros decididamente desaprovechados o nada logrados.
Y en este repaso a vertientes cinematográficas que van desde el cine mudo, la nouvelle vague, el cine psicoanalítico, el musical o el melodrama sofisticado a lo Ross Hunter, destacaría la brillantez e ironía de esa revisitación de la ausencia de raccords en las películas de la nueva ola francesa –una sucesión de planos en blanco y negro que van estrechando la relación de Louise y el pintor que encarna Paul Newman-; las secuencias en las que la protagonista traba relación con el multimillonario encarnado con gran acierto por Robert Mitchum –el único de los esposos que no parte de la pobreza; se casa con el él siendo multimillonario y quedará viuda de él cuando este se despoja aparentemente de sus riquezas-; el narcisismo que desprende la estrella en la que se convierte de la noche a la mañana el personaje que encarna –con su habitual y cargante presencia- Gene Kelly o, en líneas generales, el buen uso que se manifiesta de la voz en off de Louise.
No obstante, la película acusa notables baches: la transformación de Dick Van Dyke resulta muy forzada –y demasiado enfatizada-; el episodio en París con Paul Newman está poco logrado; la evocación de los lujosos melodramas llenos de glamour resulta muy reiterativa, y el número musical en el que interviene Gene Kelly se define como demasiado complaciente –para los amantes del musical, entre los que no me encuentro- y no aporta absolutamente nada a la película.
Y es que cuando el cine norteamericano había recibido –con bastante desdén-, dos excelentes comedias como PARIS WHEN IS SIZZLE (Encuentro en Paris, 1963. Richard Quine) y THE PATSY (Jerry Calamidad, 1964. Jerry Lewis) –de las que esta película retoma numerosas referencias, y en las que sí se planteaban una reflexión sobre los propios mecanismos del cine-, un pasatiempo tan inofensivo, agradable pero desaprovechado como WHAT A WAY TO GO!, queda como una de tantas comedias miméticas en el último periodo dorado del género en el cine norteamericano.
Calificación: 2
1 comentario
enanita -
A mi me encanta Paul Newman pero en esta película, debo decir, que no...