ALWAYS (1989, Steven Spielberg) Para siempre
Si hay una película dentro de la filmografía de Steven Spielberg donde queden bien evidentes los peores defectos de su cine, y de forma muy menguada algunas de sus cualidades, esta es ALWAYS (Para siempre, 1989). Se trata del remake de una antigua producción de la Metro Goldwyn Mayer que se enmarcaba en esa amplia serie de realizaciones que, fundamentalmente en los años 30 y 40, mostraban una visión amable de la muerte.
Pero nos situamos a finales de la década de los 80, y aunque hemos de reconocer que el cine norteamericano siempre se ha visto partícipe a este tipo de temáticas, quizá la propia historia que le sirve de base resulta bastante anticuada y, lo que es más ostensible, carece de fuerza. Y es en ese sentido donde Spielberg retoma una historia de corte sobrenatural, en la que se trata la relación existente entre Pete (Richard Dreyfuss), un atrevido piloto y Dorinda (Holly Hunter), una poco femenina operaria de vuelos. Entre ellos existe una fuerte relación, poco convencional, que tendrá un alcance dramático cuando el piloto muera en un accidente, precisamente cuando acababa de salvar a su mejor amigo –Al (John Goodman)-. Dorinda no logrará salir adelante en un mundo que se le hunde, y para ello precisamente Pete será enviado a la tierra de forma espiritual, al objeto de que ella logre prolongar el devenir de su vida. Pero en ello estará el obstáculo de la relación que iniciará con un joven, atractivo y torpe piloto –Ted (Brad Johnson)-.
En realidad todos sabemos como discurrirá y como acabará la historia, pero lo realmente molesto de ALWAYS es comprobar como Spielberg –que probablemente se encontraba en el peor momento de su carrera-, sucumba a los peores clichés que sobre esta temática se puedan ofrecer. La historia es larga, excesivamente larga, llena e almíbar y sacarina, “bonitos” contraluces, músicas “inmortales” de Glenn Miller y llamadas a la amistad y los buenos sentimientos. Todo lleno de dulzonería –llega a unos niveles exasperantes-. Para colmo de males, parece que el realizador se olvidó de dirigir a los actores –o el reparto es equivocadísimo-. El caso es que Richard Dreyfuss sobreactúa de mala manera, Holly Hunter está molestísima –tiene que hacer un gesto en cada plano que sobre ella cae, que son muchos-, John Goodman está desaprovechado y, sobre todos ellos, planea la desastrosa presencia de un Brad Johnson realmente lamentable, que con su ineptitud destroza secuencias tratadas en base de comedia, como aquella en la que provoca una serie de accidentes cuando acude de nuevo al encuentro con John Goodman para que lo readmita en la academia –no se puede ser más negado para la comedia-. Pero es que en esa misma vertiente se pueden contemplar escenas tan lamentables en el terreno de la comedia, uno de cuyos ejemplos es aquella en la que Melinda realiza una serie de maniobras para simular que ha preparado la cena que va a protagonizar con Tad.
Sinceramente, lo único que despierta un relativo interés en esta película realmente prescindible, despersonalizada y dulzona, es comprobar la vieja anuencia que Spielberg siempre ha demostrado con el cine fantástico y lo sobrenatural. A pesar de su inequívoca inclinación judeocristiana, lo cierto es que en esa vertiente donde se encuentran –a mi juicio-, los únicos momentos con personalidad e interés de la propuesta. Desde el encuentro de Pete ya muerto con ese ser sobrenatural que encarna la llorada Audrey Hepburn, la secuencia en la que Pete y Tad se comunican por medio del mediador que repentinamente ofrece un viejo alucinado que vive en una granja abandonada, o el momento en que Tad logra “resucitar” al conductor de un autobús que sufre un infarto –la mejor secuencia de la película-, son instantes que –redondeados por el fondo sonoro creado por John Williams-, logran en algunos momentos elevar de la mediocridad más absoluta una propuesta sin mordiente y llena de convencionalismos, que puede situarse entre las realizaciones más olvidables de un director que en los últimos años está alcanzando una notable madurez creativa.
Calificación: 1
8 comentarios
mangantin -
En aquélla época, hasta las "malas" peliculas de Steven Spielberg son buenas, y muy poor encima de la media.El trabajo de Dreyfuss es muy bueno, porque es un granb actor y en estos niveles hasta en "las épocas bajas" hacen disfrutar al espectador con una buena actuación.
No quiero extenderme, pero recalcaré que la película es de género, y por ello responde a todas las obligaciones que ello requiere; y Spielberg lo domina. Es por supuesto una película menor, pero menor como puede serlo la menor de las sonatas de Beethoben comparándola con la Eroica o con la novena sinfonía; yo las firmaría gustoso.
Otra cosa es que no nos guste un género, como creo que le sucede al autor de la crítica, que siguiendo con el ´simil antes expuesto es como si por no gustarnos la zarzuela, infravaloramos "Don Manolito" por no ser como "Agua, Azucarillos y Aguardiente".
Decía el maestro Azorín, que el buen lector debe saber apreciar tanto las grandes cumbres, como los mansos valles.
Se la recomiendo.
Elias Benzadon -
Allmanzor -
Sucumbido -
M2video -
Pelicula muy "bonita". Pelicula 8,5 . Critico 1,1.
Carolina -
La canción que bailan se llama Smoke gets in your eyes, de Glenn Miller.
Saludos!
Emiliano -
Y debo destacar que no me gustan las peliculas de Steven Spielberg porque tienen demasiada fantasía, mucho chijete. Pero esta me gusta y mucho.
Aún estoy intentando averiguar el nombre de la canción que Dorinda baila con ese vestido hermoso que le regala Pete.
Bueno, un saludo
Y quienes no la hayan visto, a disfrutar de esta hermosa película
Franki23 -