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CINEMA DE PERRA GORDA

TREASURE ISLAND (Byron Haskin, 1950) La isla del tesoro

TREASURE ISLAND (Byron Haskin, 1950) La isla del tesoro

Nada hay como un inicio atractivo para sumergirnos en una película de aventuras. Así lo hace TREASURE ISLANDS (La isla del tesoro, 1950. Byron Haskin), de la que lo primero que sorprende es la crueldad de parte de sus imágenes, siendo como es una producción de los estudios Disney –artífices también de la igualmente perdurable 20000 LEAGUES UNDER THE SEA (20.000 leguas de viaje submarino, 1954. Richard Fleischer)-. Se nota que trataban a su potencial público infantil con miras más adultas, al trasladarles en imágenes una obra escrita para un público infantil no por menor de edad menos inteligente –algo que parece no suele ser la norma de nuestros días-.

En todo caso, los primeros instantes del film de Haskin se caracterizan por su vigorosa y “bizarra” atmósfera, centrada en esa taberna llena de autenticidad, por la que discurrirán siniestros personajes, y en donde el joven Jim Hawkins (Bobby Driscoll) tendrá su primer contacto con el mundo de la piratería. Creo que es precisamente ahí donde reside la principal cualidad de esta película de limitado presupuesto –algo que no limita sus virtudes-, que destaca fundamentalmente por su aliento aventurero y saber transmitir la esencia del relato de Robert Louis Stevenson, basándose especialmente en la extraña relación que se mantiene entre el pequeño Hawkins y el veterano pirata Long John Silver –del que Robert Newton ofrece una magnífica composición-. Esa querencia por la mirada de un niño que vivirá una aventura vital que le enriquecerá como persona, encontrando en la arrolladora figura de Silver un sustituto para su ausente figura paterna.

TREASURE ISLAND es un título que confirma la eficacia que en numerosas ocasiones alcanzó el cine de aventuras de los años cincuenta, expresado en muestras de notables e incluso rotundos resultados de la mano de artesanos que sabían extraer el mejor partido de unos valiosos materiales de base y eficaces equipos técnicos. Es el ejemplo de Nathan Juran –THE 7th VOYAGE OF SINBAD (Simbad y la princesa, 1958)-, Henry Levin -JOURNEY TO THE CENTER OF THE EARTH (Viaje al centro de la tierra, 1959)- y también el título que nos ocupa en la figura de Byron Haskin, de quien se pueden destacar varias aportaciones más en esta tendencia, aunque quizá sin llegar al nivel del título que comentamos. En esta ocasión, el eficaz realizador logra neutralizar los sentimentalismos que definían y lastraban la versión de Victor Fleming para la M. G. M. en los años treinta y en su lugar, nos encontramos con un relato entroncado en la mejor tradición del género. Ese aliento aventurero es el que viviremos de forma sincera y directa, dentro de una narración donde no se ausenta un sentimiento ensoñador, combinado con ese tono sombrío y fatalista característico de las mejores muestras del cine de aventuras en este periodo –su magnífica fotografía y dirección artística oscila en este sentido de una paleta cromática amable, al uso de nocturnos y predominio de sombras-.

Pero aún con este conjunto de elementos destacables, hay que hacer mención al especial protagonismo manifestado en la expresión de la evolución del pensamiento de su joven protagonista, en especial en lo referente a la actitud que mantiene con el veterano y cojo pirata. Mas allá de esta faceta concreta, la película desarrolla fragmentos con una planificación especialmente inspirada, como aquel que describe el retorno de Hawkins al barco que han abandonado sus responsables –y del que se han adueñado los piratas amotinados-, definido en una práctica ausencia de diálogos, y logrando finalmente hacer navegar la nave de nuevo tras arriar la bandera pirata. Y en esta misma incidencia en la vinculación Hawkins – Silver, se impregnarán las casi melancólicas secuencias finales, en las que prevalecerá el sentimiento de amistad y una nada oculta admiración de un joven que ha madurado en poco tiempo en su aprendizaje de la vida, con ese histriónico pirata siempre flanqueado por una cotorra, al que contemplará el muchacho mientras se aleja en una canoa llena de optimismo, y con el ánimo puesto en nuevas aventuras que tengan al mar como protagonista.

Estupenda y llena de frescura, esta estimulante película sobrevivido al paso del tiempo, y el paso de los años debería ubicarla entre el conjunto de propuestas valiosas, adultas e inteligentes, que el cine de aventuras legó en su prolífica producción durante la década de los cincuenta, que tuvo una poco conocida continuación cuatro años después, también de la mano del mismo realizador y protagonista.

Calificación: 3

 

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