THE CONSTANT GARDENER (2005, Fernando Meirelles) El jardinero fiel
Al igual que ha venido sucediendo con cineastas tan a mi juicio discutibles en sus pretendidas valías, como Alejandro González Iñárritu o Walter Salles, Fernando Meirelles es otro de los nombres que han logrado sobrepasar las fronteras del cine lationoamericano, integrándose en el engranaje de la industria hollywoodiense. Sería cuestión de estudio, ese tan cercano como repentino aprecio del cine USA hacia numerosos valores del cine latino. Mas allá de la veneración rayana en lo histérico que se le brinda a la figura de Pedro Almodóvar, me planteo si hubiera sido ni remotamente posible haber nominado como mejor actor a cualquiera de los grandes nombres que por aquel entonces lograban dar lo mejor de sí mismos en la enorme galería de intérpretes patrios. Sinceramente, este acercamiento, que por momentos se acerca al baboseo, no tiene para mí mayor explicación que la necesidad de ir ganando al público hispano en función de nombres prestigiosos procedentes de algunos de dichos países.
De Brasil proviene Meirelles, que hace pocos años deslumbró a algunos, y nos dejó a otros con cierta sensación de “dar gato por liebre”, en su percutante, atractiva, irritante y epatante a partes iguales CIUDADE DE DEUS (Ciudad de Dios, 2002). En ella combinaba una mirada hacia un entorno dominado por las favelas, la miseria y la delincuencia, con una estética emparentada por los peores excesos del ínclito Baz Luhrrman. Es decir, planos que sobran, efectismos, acelerados de imagen, ralentis, movimientos de cámara sincopados y sin necesidad de venir a cuento… Pues bien en THE CONSTANT GARDENER (El jardinero fiel, 2005), estéticamente incide en esas debilidades visuales que no pocos aplauden a rabiar, pero que quizá aquellos que valoremos una película en función de aquello que se denomina mise en scène, en el fondo encontramos muy empobrecedor en su resultado. Y empobrecedor además al constatar que el argumento y guión de esta película tenía unas enormes posibilidades, que de haberse potenciado mediante una realización de tintes más clásicos y eficaces, nos hubiera permitido el resultado de una película magnífica, así como un puente de continuidad entre esa amplia galería de “thrillers” que denuncian los excesos y crímenes cometidos por los grupos de poder y las altas esferas. Una tendencia que se iniciará ya en los años 60 con las películas planteadas a partir de relatos del propio Le Carré, León Denighe…, plasmadas en el cine USA y británico por directores como Martin Ritt -THE SPY WHO CAME IN FROM THE COLD (El espía que surgió del frío, 1965)-, Sidney Lumet -THE DEADLY AFFAIR (Llamada para el muerto, 1966)-, o Alan J. Pakula, entre otros. Incluso, si se me permite, dicha estela podría tener su continuidad años después con la conocida JFK (1991, Oliver Stone), que también reflejaba esa mirada hacia el lado oscuro de la democracia norteamericana.
Como se puede comprobar, hay una amplia referencia en este sentido, que en cierto modo prolonga el film de Meirelles, utilizando la novela homónima de Le Carré, adaptada en forma de guión cinematográfico por Jeffrey Caine. Y es innegable que en su desarrollo, en todo momento se logra trasplantar ese mundo tan propio del escritor, en donde la lealtad, el idealismo, la lucha por unos objetivos honestos y la búsqueda de la verdad y la justicia, parecen algo totalmente opuesto a lo que narran sus historias. Relatos llenos de turbios personajes, oscuros objetivos y situaciones envueltas en la tenebrosa bruma del peligro. En esta ocasión la acción se traslada hasta Kenia. Allí vive un elegante y educado agregado diplomático británico –Justin Quayle (un excelente y sutil Ralph Fiennes), que está casado con la joven e inquieta Tessa (Rachel Weisz). Tessa destaca por el interés que demuestra en la ayuda hacia el entorno de miseria que viven en dicho país, y que se expresa en cualquier lugar y, muy especialmente, en las amplísimas ciudades hechas de chabolas y cabañas, ausentes de la más mínima medida de higiene. Pero un día Tessa aparece muerta junto al chofer que la portaba en coche. Al margen del abatimiento que para Quayle supone esta triste noticia, de forma gradual el diplomático irá adquiriendo conciencia de que su esposa secretamente estaba investigando y luchando en contra de los excesos de las multinacionales farmacéuticas que realizan en África, utilizando como cobayas a los enfermos de la zona, de cara a perfeccionar una vacuna que les reportaría miles de millones de dólares de beneficio, ya que se acerca una epidemia global de tuberculosis. Estas multinacionales al mismo tiempo se encuentras aliadas con los gobiernos de Kenia y de Gran Bretaña, al instalar sus fábricas en suelo inglés, generando numerosos empleos. Como se puede comprobar, se trata de una maraña en la que se verá envuelto nuestro protagonista, viajando a diversas localizaciones y enfrentándose contra quienes fueron sus jefes, a la hora de intentar denunciar lo que indudablemente es un atropello a gran escala de cualquier norma de dignidad humana.
Este recorrido será efectuado por Qualen –hasta ese momento caracterizado por ser una persona servil a las entidades que habían utilizado sus servicios-, tomará esa andadura casi iniciática, en buena medida para completar la labor realizada por su joven e inquieta esposa, y al mismo tiempo redimiéndose él por una conducta hasta entonces evasiva de cualquier interés por los más desfavorecidos. Ello le llevará finalmente a lograr iniciar el proceso que condene a los responsables de estas atroces actividades, al tiempo que espera la llegada de su muerte, de forma plácida, en el mismo marco en que su esposa fue asesinada; un lago de espectral belleza.
Ya señalaba antes que a la hora de hacer despertar nuestras conciencias, el film de Meirelles responde, plano por plano, a esa tendencia tan marcada en los profesionales liberales de intentar ofrecer productos que contribuyan en mayor o menor medida a mostrar las desigualdades que el mundo no solo mantiene, sino que evolucionan hacia terrenos más sofisticados y se amplían a vertientes hasta hace muy poco impensables. Pero también es verdad que además del “discurso”, hay que ofrecer cine, y dentro del cine, lo más importante es una buena realización. Lamentablemente, THE CONSTANT GARDENER no siempre alcanza esa mínima definición, puesto que en demasiadas ocasiones se deja llevar por planos innecesarios, licencias visuales propias de cualquier sofisticado spot publicitario, ralentis, planos que subrayan la presencia de niños hambrientos… Algo que en buena medida ya estaba presente en la ya citada CIUDADE DE DEUS y que, reitero, para muchos será el prototipo de la modernidad cinematográfica, pero que bajo mi punto de vista solo logra empobrecer un relato que en sí mismo reviste el suficiente interés como para servirse del mismo, y con una dirección mucho más sobria y acorde con lo relatado, hubiera incluso llegado a ese deseo de Qualen de lograr el amor y el reconocimiento de Tessa, una vez ella ya se encuentra muerta.
Que quieren que les diga, creo que el film de Meirelles se sitúa entre dos recientes muestras de thriller de nuestros días. Me estoy refiriendo a THE BOURNE SUPREMACY (La supremacía de Bourne, 2004. Paul Greengrass) y MUNICH (2004, Steven Spielberg). Y es que el título que comentamos podemos ubicarlo bastante por encima del de Greengrass, ya que aunque en ambos se comparten bastantes debilidades y efectismos visuales, en este caso salimos ganando al contar con un guión y una base literaria sólida que compensa los excesos del realizador. Y, por supuesto, al citar MUNICH, es para proponerlo como ejemplo rotundo de un relato en el que podemos encontrar prácticamente todos los elementos de denuncia que puedan estar presentes en THE CONSTANT… pero sobre ellos estaba la maestría narrativa de un Steven Spielberg que logró ofrecer en su conjunto una dolorosa visión de la condición humana, en una película además que funciona a la perfección como espectáculo cinematográfico.
Es la diferencia que hay entre lo mediocre y lo estimable, y el abismo que se establece entre ellos ante logros rotundos que saben aunar a través de sus historias, sus personajes y sus conflictos, el equilibrio entre contenido y forma. Es algo que yo eché de menos en el film de Meirelles, lo que no impide que pese a mis objeciones, deje de parecerme en su conjunto un producto de moderado interés.
Calificación: 2’5
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