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CINEMA DE PERRA GORDA

FORT ALGIERS (1953. Lesley Selander) Argelia

FORT ALGIERS (1953. Lesley Selander) Argelia

Hombre ligado al cine serial desde los años treinta, Lesley Selander es evocado de forma muy especial cuando se trata de recordar ese conjunto de producción de cine del Oeste rodado con tanta rapidez como intuición, que pobló las pantallas de generaciones de espectadores. No es fácil en nuestros días acceder a títulos firmados por este y tantos otros directores limitados a este radio de acción. Por ello acogí con cierta curiosidad el visionado de ese extraño exponente del cine popularmente definido de “tetas y arena”, que encumbró a estrellas como María Montez o Ivonne De Carlo –protagonista del título que nos ocupa-. Productos ingenuos, de ambientes exóticos, personajes llenos de maniqueísmo y, por lo general, rodados en rutilantes colores.

No es este el caso, ya que FORT ALGIERS (Argelia, 1953) está filmada en un sobrio blanco y negro que, curiosamente, beneficia su resultado final. Un balance que, no nos llamemos a engaño, en su conjunto no sobrepasa la frontera de la grisura y la discreción, pero que al menos permite que esta modesta serie B jamás alcance el grado de kitsch que con tanta generosidad se podría aplicar a muchas de sus compañeras de subgénero. El film de Selander describe en poco más de setenta minutos una sencilla historia desarrollada en el marco de la ocupación francesa de Argel, centrada de forma especial en el personaje de Yvette (De Carlo). Se trata de la arquetíìca cantante seductora, que en este caso se acercará con sus encantos a Amir (Raymond Burr), un poderoso y acaudalado líder de la zona. En realidad, la joven actúa una vez más como espía a las órdenes del gobierno francés, algo a lo que se ve obligada al perder a su hermano en una de estas luchas. La protagonista asimismo aparentará una notable frialdad de cara a un oficial francés –Carlos Thompson- de quien está enamorada. Este se mantiene totalmente distante al no comprender el acercamiento de su amada hacia Amir -quien incluso la invitará a su mansión-, donde la joven proseguirá en su labor de espionaje de los turbios manejos de este. El peligro estará pues, latente, hasta que in extremis la lucha permita sofocar la rebelión de las tribus argelinas.

Como se puede comprobar, nos encontramos ante un relato demasiado simple y previsible, pero que se logra mantener mínimamente por la sequedad narrativa aplicada por Selander. Una austeridad que se manifiesta ya en las imágenes iniciales, donde podemos en muy pocos planos asistir a un asedio indígena a los franceses. Los cuerpos de los soldados muertos que se amontonan –idea retomada del BEAU GESTE de William A. Wellman-, permitirán encuadrar el rostro del cadáver del hermano de Ivonne. Será su desaparición el argumento que favorecerá la insistencia de los oficiales franceses para que prosiga en su labor como colaboradora de estos. En realidad, toda la película seguirá esos parámetros, permitiendo que con una gran economía de medios la historia avance con cierto aire fatalista, cierto estatismo también, en medio de una historia elemental, pero que por fortuna evita tics inherentes a títulos de estas características –la protagonista no llega a a cantar, por ejemplo-.

Pero en donde indudablemente llega a brillar FORT ALGIERS es en sus fragmentos finales, donde en primer lugar podemos reseñar una interesante utilización escenográfica de los sugerentes pasillos de la mansión de Amir, lugar donde será asesinado el único líder tribal que se opone a sus deseos. Poco después, el relato alcanzará unos nada solapados ecos del western -con unas brillantes cabalgadas rodadas con brío y sentido de lo primitivo-, hasta llegar a los momentos de la resistencia al asedio de los argelinos a unos pozos petrolíferos controlados por los franceses. Se trata de unas instalaciones de extraña configuración arquitectónica, en cuyas inmediaciones se logrará plasmar una estrategia de respuesta a la invasión tribal, rodada con muy buen pulso y sentido cinematográfico, hasta que la llegada de los oficiales franceses logren reprender la ofensiva. Ya es bastante que, en una película de estas características, no asome en ningún momento el fantasma de la indigencia cinematográfica. Con ser pobre su balance, su asumida modestia y unos interesantes minutos iniciales y, sobre todo, finales, logran salvar en una relativa medida la función. Algo es algo.

Calificación: 1’5

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