THE GRASS IS GREENER (Stanley Donen, 1960) Página en blanco
Tan apreciado en su momento como insuficientemente analizado y valorado actualmente en el conjunto de su obra, es evidente que la figura de Stanley Donen tiene la deuda pendiente de una reconsideración generalizada. Para poder llevar a efecto ese análisis que aún se niega a su aportación cinematográfica –que parece estar limitada a su importancia a un género como el musical-, habría que detenerse en las tres películas que realizó en Inglaterra en 1960, dos de las cuales –ONCE MORE, WITH FEELING! (Volverás a mí, 1960) y SURPRISE PACKAGE (Una rubia para un gangster, 1960) - se encuentran entre las menos comentadas de su trayectoria. Y es una pena esa omisión, por que se trata de dos espléndidas muestras que rebelan la maestría del norteamericano en un género del que se consagró como uno de sus más valiosos especialistas en un periodo especialmente significativo para la renovación de la comedia clásica. Pero tras estos títulos, se sitúa otra producción, heredera en algunos términos de la mencionada ONCE MORE…, y que mantiene un cierto prestigio, supongo que motivado a partes iguales por el hecho de ser una de sus colaboraciones con Cary Grant, y por otra tratar un componente temático habitualmente mostrado por el realizador, que tendría su máximo exponente en su obra cumbre, TWO FOR THE ROAD (Dos en la carretera, 1967). Me estoy refiriendo a esa visión sobre las fronteras existentes cuando el impulso de los primeros instantes de un matrimonio evoluciona, con el paso de los años, a una relación más serena y basada en el conocimiento de ambos. Algo que es la premisa fundamental del título anteriormente citado, y podría intuirse por ello que nos encontramos con un tema que interesa de forma especial al realizador, reiterándolo en diversas de sus obras posteriores.
Pero incluso teniendo en cuenta ese elemento temático, podríamos describir THE GRASS IS GREENER (Página en blanco, 1960) como una curiosa mezcla de los modos narrativos puestos en marcha por Donen, y ciertos elementos de moderna comedia, ligados ante todo por la experimentación con los formatos cinematográficos. Es indudable que si hay algo que defina de forma decisiva al resultado, es su dependencia con el vodevil de tradición británica, cuya impronta es clarísima en la película, y en cierto modo es el principal lastre que impide que su desarrollo, con ser estimable y alcanzar determinados momentos de cierta intensidad, no se pueda ni siquiera situar junto al nivel de los dos títulos antes citados. Unos referentes estos que pese a resultar menos conocidos, sí alcanzaban ese timming que en esta ocasión solo despunta en algunos de sus instantes más logrados.
THE GRASS… se inicia con un planteamiento ingenioso. Tras una irónica vista aérea de diversas mansiones inglesas, nos adentramos en la mansión propiedad de Victor (Cary Grant) y Hilary Rhyall (Deborah Kerr). Se trata de un matrimonio bien avenido que se dispone a despedir a sus hijos durante una semana, y habitualmente –como tantos otros aristócratas ingleses venidos a menos- se dedican a mostrar las riquezas de su mansión a turistas ávidos de contemplar productos turísticos –en esto, se adelantaron bastante a nuestros hispanos y berlanguianos Leguineche-. Los Rhyall pronto verán aparecer un elemento que hará tambalear las aparentemente sólidas relaciones de su matrimonio. El romance que de forma repentina mantendrá Hilary con un adinerado americano –Charles Delacro (Robert Mitchum)-, pondrá en entredicho la aparente solidez del veterano matrimonio. Consciente de esta circunstancia, Víctor decide asumir con aparente estoicismo como interiorizado abatimiento esta circunstancia, llegando a invitar a Delacro a pasar un fin de semana en su mansión. Evidentemente, lo hará con la nada oculta intención de lograr diluir el efímero romance mantenido por su esposa, algo que logrará finalmente.
El film de Donen se inicia de forma ingeniosa –unos divertidos títulos de crédito de Maurice Binder que utilizan un montaje de imágenes de bebes, recordándonos que junto a Otto Preminger, el realizador fue uno de los que más directamente apostó por la fuerza de esta vertiente-. El aire chispeante se mantiene con la descripción de los métodos y rasgos de la personalidad de la aristocrática familia protagonista –especialmente divertido en la relación de Víctor con el insólito mayordomo Sellers (Moray Watson)-, incorporando igualmente una espléndida escenografía del interior de la mansión –algo que en ONCE MORE… era un elemento de especial interés, merced a la aportación de Alexander Trauner-. Sin embargo, muy pronto THE GRASS… se reconduce hacia la traslación de la obra teatral de Hugo Williams y Margaret Vyner, lo cual se hará excesivamente evidente en bastantes momentos, hasta constituir en algunos momentos Una auténtica limitación. En ocasiones, me da la impresión que nos encontramos ante esas ingeniosas comedias propias del cine inglés, que adaptaban textos de Oscar Wilde… pero sin encontrar el ingenio y la ironía en una obra de cortos vuelos, y probablemente escrita para el lucimiento de grandes estrellas en unos escenarios de públicos acomodados, dispuestos a “escandalizarse” con una infidelidad finalmente asumida por el marido.
Todo este largo preámbulo, no me impide reconocer que la película tiene buenos momentos. Entre ellos citaría la brillante secuencia con la llamada de Victor a Charles, con un impecable, y musical uso de la pantalla dividida que forma un divertido ballet de “encubrimientos” –que en esa línea devendría tan forzado en esa curiosa imitación de los modos de la comedia de los sesenta llamada DOWN WITH LOVE (Abajo el amor, 2003. Peyton Reed)-, y Donen logra una espléndida secuencia de montaje y elegancia de realización –con ciertos ecos lubitchianos-, en la que mediante breves planos con elegantes desplazamientos de cámara, nos damos cuenta del romance que ha prendido entre Hilary y Charles, dejando las butacas vacías en cuantos lugares iban a acudir, y finalizando la secuencia con una puerta que se cierra y tras la que se encuentran ambos. Se trata de un fragmento estupendo que da la medida de las posibilidades del cine de Donen, pero que lamentablemente no tiene mayor presencia en una película, en la que por otra parte sí que encontramos ciertas semejanzas entre la descripción inicial de los Rhyall y el grado acomodado de la pareja de la citada TWO FOR THE ROAD y, fundamentalmente, observamos esa querencia de Donen por el tratamiento de la crisis del matrimonio, que es expresado en la –esa si- espléndida secuencia en la que Victor se sincera con Hattie (una Jean Simmons en su mejor momento, evidenciando su facilidad para la comedia), mostrando tanto el profundo conocimiento de la personalidad de su esposa, como reconociendo sus fallos como marido, que han posibilitado esta repentina infidelidad. Es un rasgo que indudablemente emparenta esta película con una de las obsesiones habituales del cine posterior de Donen, y que quizá ha facilitado una excesiva valoración de una película estimable, si, con buenos momentos, también, pero que en su conjunto deja un cierto regusto de insatisfacción, en la medida que nos encontramos en un periodo de la obra del realizador, caracterizado por títulos de mucho mayor calado.
Calificación: 2’5
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