BRUTE FORCE (1947, Jules Dassin)
He podido contemplar recientemente dos de los títulos que forjaron el prestigio de Jules Dassin dentro del cine negro norteamericano. Una oportunidad esta que me ha llevado a adherirse, siquiera sea de forma matizada, hacia aquellos que cuestionan las supuestas virtudes del realizador francés que, cierto es reconocerlo, logró sus dos productos más perdurables en Inglaterra –NIGHT AND THE CITY (Noche en la ciudad, 1950) - y Francia –DU RIFIFI CHEZ LES HOMMES (Rififí, 1955)-. Títulos ambos rodados de forma consecutiva, aunque mediando entre ellos un largo paréntesis de cinco años sin desarrollar su filmografía. Esa es la sensación que me ha quedado tras ver THE NAKED CITY (La ciudad desnuda, 1948) y BRUTE FORCE (1947), aunque cierto es que el segundo de estos títulos –que es el que comentamos en estas líneas-, firmado con anterioridad, resulta más atractivo. No quiero que se me entienda mal. En ambos casos estamos refiriéndonos a títulos con suficiente interés, pero que bajo mi punto de vista se sitúan por debajo de sus expectativas, y de los que Dassin no logra extraer por un lado suficiente partido a las posibilidades de su material de base, al tiempo que tampoco soslaya los defectos que estos mismos planteamientos dramáticos disponen. Defectos que en BRUTE FORCE, se centran notablemente en el carácter discursivo del guión de Richard Brooks –por otra parte impecable en su construcción-, que acusa con el paso de los años una serie de latiguillos propios del pensamiento liberal, bastante comunes a la personalidad del escritor y cineasta, y que con el paso de los años irían evolucionando hacia una mirada crítica y creciente nihilismo, expresado en una magnífica obra como realizador en las décadas de los sesenta y setenta.
El título que nos ocupa se desarrollará íntegramente en el interior de una prisión de alta seguridad en Estados Unidos –Westgate Penitenciary; que es mostrada desde su exterior con un amenazador contrapicado-, en una de cuyas celdas se encuentran encerrados una serie de presos, comandados moralmente por la figura de Joe Collins (Burt Lancaster). Collins es uno de los reclusos más respetados, y regresa de un trabajo en el denominado “foso”, sufriendo la muerte de un veterano compañero. Muy pronto el interés de la película se centrará en describir la tensión y lo siniestro de la vida en la cárcel, mientras que los registros argumentales se inclinarán fundamentalmente en demostrar que muchas veces los presos son seres más nobles que aquellos guardianes amparados por la legalidad, en algunos de cuyos casos se esconden seres de atavismos fascistas. Es una tendencia, que en su primera vertiente incurre en unos, a mi juicio innecesarios, flash-backs que servirán para relatar el pasado de algunos de estos condenados, y que se han introducido con la intención de ilustrar al espectador las circunstancias de sus comportamientos. Se trata, por el contrario, de un recurso que, además de no aportar nada a la película, que con su insistencia llegua en algunos momentos a destruir la atmósfera lograda previamente. E incluso como tal film carcelario, no se puede decir que su desarrollo alcance cotas superiores a ejemplos previos de cierto prestigio, como THE CRIMINAL CODE (Código criminal, 1931. Howard Hawks) o I AM A FUGITIVE FROM A CHAIN GANG (Soy un fugitivo, 1932. Mervyn LeRoy). Prolongando esa vertiente discursiva, BRUTE FORCE incide en las diferentes posturas que se pueden mantener a la hora de sobrellevar la dirección de un recinto penitenciario, aquí representada en la figura de un alcalde tolerante, cuyos comportamientos son reprochados por un superior. Entre ellos se escuda la figura del capitán Munsey (Hume Cronyn), una persona que no oculta la ambición que le lleva a intentar convertirse él mismo alcalde de la prisión, y cuya trayectoria de malos tratos con los presos es de todos conocida y temida. Evidentemente, en su figura se representa el clásico ejemplo de personalidad fascista. Será algo que en la película quedará expresamente marcado en la terrible secuencia en la que tortura con una barra de hierro a uno de los reclusos, buscando con su confesión coartar el plan de fuga de Collins. La secuencia incide en esa vertiente, mostrando a este bajo unos ademanes educados y escuchando música de Wagner. Ciertamente todos sus movimientos imitan los comúnmente conocidos de las S.S. alemanas. Y en ese sentido, tampoco el film de Dassin logra sobresalir de la condición de discursivo. No dudo que en el momento de su estreno, mostrar al popular Hume Cronyn encarnando a un villano pudiera ser una opción arriesgada. Hoy día no deja de escenificar más que a un villano sin entidad como personaje –la secuencia en la que ante el doctor no se esconde a la hora de mostrar su deseo de ocupar el cargo de alcalde de la prisión, es realmente simplista-.
Quizá la lectura de este comentario pueda inducir que valoro negativamente el film de Dassin, y nada hay más lejos en mi ánimo. Mas allá de esas debilidades argumentales, de los recursos innecesarios al flash-backs y del alcance discursivo del conjunto, es innegable que sus imágenes poseen una clara autenticidad y un rasgo sórdido y pesimista se define en todos sus fotogramas, hasta llegar a ese fatum en donde el plan de Collins fracasa y mueren todos los contendientes, pero al mismo tiempo el primero logra eliminar a Munsey. Un fragmento definido por su densidad, que ofrece visualmente un momento memorable de violencia, con ese carro sobre el que se ha atado al recluso traidor, para que ejerza de escudo y sea fusilado por los guardianes.
Como tal film discursivo, la conclusión de BRUTE FORCE –que jamás tuvo estreno normalizado en nuestro país-, incide en esa vertiente, con el lúcido comentario del viejo doctor, desde el interior de esa celda en la que casi todos sus inquilinos murieron en la refriega, apelando casi al deseo de todo ser humano por huir de cualquier opresión. En definitiva, el film de Dassin se mantiene bastante bien en su fisicidad y la fuerza expresiva de varios de sus mejores momentos, así como en la eficacia de su reparto –desde el joven Burt Lancaster hasta el más veterano pero magnífico Charles Bickfort-. Pero al mismo tiempo demuestra que en aquellos tiempos, y pese al apoyo de producción de un nombre emblemático como Mark Hellinger, con Dassin nos encontramos con un realizador algo por debajo no solo de los directores más reconocidos del periodo, sino incluso de otros en su momento apenas considerados, como Edward Dmytryk, Joseph. H. Lewis, o tantos otros.
Calificación: 3
3 comentarios
Dani Crespo -
migma -
migma -