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CINEMA DE PERRA GORDA

LAUREL CANYON (2002, Lisa Cholodenko) La calle de las tentaciones

LAUREL CANYON (2002, Lisa Cholodenko) La calle de las tentaciones

Una joven pareja inglesa, la formada por Sam (Christian Bale) y Alex (Kate Beckinsale), decide trasladarse a Estados Unidos y vivir en la casa de la madre del esposo, que les ha comentado se encuentra ausente de la misma. Él pretende en este viaje aceptar el trabajo de especialista en enfermedades neurofisiológicas, mientras que Alex se dedica a la culminación de su tesis, que está centrada en la vida reproductora de las moscas -Insólito tema en verdad-. Contra lo que les ha anunciado, Jane (Frances McDormand) no ha abandonado su residencia, ya que en el garaje de la misma está culminando un nuevo disco –ella es productora de la materia-, que protagoniza el joven y atractivo Ian (Alexandro Nivola). Con la llegada de la nueva pareja, estos –especialmente Sam- no verán con buenos ojos ese aire casi hippy que se define en el entorno de su madre, con la cual nunca ha mantenido relaciones muy estrechas.

Cierto es que la perspectiva que presenta LAUREL CANYON (La calle de las tentaciones, 2002. Lisa Cholodenko), no será más que el preparativo que ya hemos podido comprobar en la secuencia progenérico. Pese a la aparente convicción ante los padres de ella, pese al acto sexual que ambos están viviendo, en realidad la pareja formada por Sam y Alex casi podría decirse que no existe, teniendo en ello una especial importancia el hecho de que no estén casados. Es por eso que el traslado de ambos a la zona oeste de Hollywood quedará manifestado como una inconfesada catarsis para dos jóvenes que parecen tenerlo todo para considerarse unos triunfadores en la vida, pero que en el fondo de sus personalidades aparece adosado el fantasma de la frustración y el fracaso existencial. Con un cierto eco del EYES WIDE SHUT (1999) de Stanley Kubrick y, de forma más lejana, al inolvidable matrimonio Wallace de la extraordinaria TWO FOR THE ROAD (Dos en la carretera, 1967. Stanley Donen) –curiosamente, ambas cuentan con un guión firmado por Frederick Rapael-, es cierto que podemos encontrar no pocas similitudes y puntos de contacto entre el Albert Finney del film de Donen, con el personaje que encarna Christian Bale en el título que nos ocupa.

Lo cierto es que la principal cualidad que esgrime LAUREL CANYON, es la de ofrecerse como una crónica sincera y agridulce, en donde la evolución de sus personajes asume unos tintes normalizadotes. La cámara de la realizadora se mueve sinuosa, dentro de unos parajes urbanos e interiores propios de clases acomodadas, en donde se desarrollará la evolución psicológica de los cinco protagonistas. Es así como Sam ejercerá en un centro psiquiátrico, donde conocerá a Sara (Natascha McElhone), siendo este el inicio de una amistad que estará a punto de convertirse en seria relación, y a la que solo la personalidad del primero, notablemente reprimida, evitará que se convierta en su amante. Por su parte, Alex pronto dejará tras ella el recelo que le provocaba el entorno de la madre de Sam, y encontrará en el ambiente de todos ellos y la grabación del album de Ian, un entorno que resultará nuevo y al mismo tiempo lleno de atractivo para la joven. El elemento de progresión girará en función de la atracción del esposo hacia Sara y la progresiva implicación marcada en su profesión, así como la creciente fascinación mostrada por Alex hacia Jane, Ian y todos cuantos se reúnen, componen, tocan música e incluso fuman hierba. Lo cierto es que la joven y atractiva pareja protagonista apenas desarrollará una vida en común. En el proceso de interacción de todos los personajes, es donde el interés de la función alcanza sus mayores cualidades, efectuando Lisa Cholokenko una indagación sobre las relaciones y los rechazos y el contraste entre diferentes formas de entender la andadura existencial. Una se caracterizará por la ausencia de prejuicios y definida en un disfrute hedonista de la vida, mientras que la otra quedará expresada esencialmente por el joven Sam, caracterizado por un comportamiento aparentemente más normalizado, pero en el fondo encubriendo una personalidad puritana y autorepresiva. Por fortuna, el conflicto alcanza en la película su momento álgido cuando este descubre hasta donde llegaban los contactos de Alex con el cantante. En este sentido, la propuesta de la realizadora jamás intentará apostar por la moralización en su conclusión dramática.

Creo que tal elección es un acierto, como lo es la presencia de oportunos toques de comedia, una narrativa ajustada y envolvente vinculada a su excelente selección musical y, sobre todo, la concurrencia de un reparto absolutamente magnífico. Y es que tanto la McDormand, Beckinsale y Nivela están brillantísimos, como lo está igualmente Natascha McElhone en el papel de Sara. Pero bajo mi punto de vista es Christian Bale quien logra elevarse de entre el conjunto de intérpretes, con la extraordinaria composición que ofrece del aparentemente seguro Sam, en uno de los trabajos más valiosos de su carrera. Para ratificar esa brillantez no hay más que recordar la secuencia que mantiene con Sara dentro del coche, en la que ambos empiezan a describir muy sutilmente fantasías sexuales. La creciente intensidad en la expresión de Bale –dentro de la que es la secuencia más reveladora de la película-, es una muestra de las capacidades del gran actor galés, al tiempo que demuestra bien a las claras las cualidades de Lisa Cholodenko para establecer perfiles llenos de interés en sus guiones, que además sabe trasladar a la pantalla con una indudable pertinencia cinematográfica. Algo que le permite, bajo mi punto de vista, augurarle un futuro como realizadora ciertamente interesante.

Calificación: 3

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