THE SPY IN BLACK (1939, Michael Powell) El espía negro
Un aspecto poco tratado en la andadura del británico Michael Powell, lo ofrece la propia amplitud y longevidad de su obra. Y es que nos encontramos ante una aportación cinematográfica que se inicia como realizador a inicios del sonoro, prolongada durante casi medio siglo, y totalizando más de medio centenar de películas –firmadas en solitario o con su eterno socio Emeric Pressburger-. Resulta quizá un tanto atrevido señalarlo, pero es quizá a principios de la década de los cuarenta, cuando la intuición visual de Powell alcance su adecuada plasmación cinematográfica, logrando en dicha década el periodo más homogéneo de su filmografía, aunque esta lograra títulos míticos en los años cincuenta –quizá los que se han venido rodeando de una aureola mítica a mi juicio un tanto discutible-, e incluso a principios de los sesenta, con la mítica PEEPING TOM (El fotógrafo del pánico, 1960).
Para acentuar en esa aseveración de la concreción del talento de Powell, me tendría que referir a los dos títulos más pretéritos que he podido ver de su andadura. De uno de ellos, tengo un eco lejanísimo. Se trata de THE LION HAS WINGS (1939), visionada en un furtivo pase televisivo, y que recuerdo se caracterizaba por su extrema pesadez. El paso de los años me ha permitido acceder al título que le sucede en su filmografía –THE SPY IN BLACK (El espía negro, 1939)-, que para la pequeña historia del cine británico supuso el primer encuentro del posterior tandem denominado The Archers, ya que en esta ocasión Pressburger participó como guionista del film. En todo caso, podemos señalar que pese a sus ocasionales destellos, el film que nos ocupa no deja de suponer más que una discreta película, en la que afortunadamente hay que resaltar su corta duración, caracterizada por una constante serie de giros en función de su propuestas como cine de espionaje y suspense ambientada en los pormenores de la I Guerra Mundial. Una película que se inicia con fuerza, se pierde en su primera mitad en un entorno algo moroso, y que finalmente alcanza un cierto cenit en su parte final, hasta alcanzar en su conclusión un aliento trágico, no por apresurado menos eficaz, describiendo en su seno una pequeña reflexión ante la relatividad de la lucha y la heroicidad.
El capitán Hardt (Conrad Weidt), es un oficial del ejército alemán que participa en la lucha contra los ingleses en la I Guerra Mundial, tras la operación que los británicos han realizado, logrando que los abastecimientos alimenticios a los berlineses se vean mermados considerablemente. Por ello accede a una misión de boicot hasta el norte de Escocia, donde se encontrará con una espía alemana infiltrada por medio de un oficial inglés. Se trata de Anne Burnett (June Duprez), sustituyendo inicialmente a la inicial espía alemana, la cual ha sido raptada por elementos del contraespionaje británico. Ello posibilitará un juego de espías espiados que, preciso es reconocerlo, y pese a la brevedad del metraje de la función, no adquiere en ningún momento la suficiente fuerza en la narración. En este sentido, hay que decir que THE SPY IN BLACK se despega bastante poco del perfil habitual que del cine británico ha llegado hasta nosotros –bastante representativo por otra parte del look de la productora de Korda-. Ese cierto apergaminamiento se hace extensivo en la narración, pese a que en ella convivan destellos y elementos que, a fin de cuentas, son lo más atractivo de la función. Detalles como la forma que se tiene de plasmar la llegada de los personajes a la casa en donde reside la maestra / espía –encuadrándo sus pies desde el interior de una ventana inferior sobre la que se asienta un gato-, o el gesto que Hardt describe cuando encuentra allí esa mantequilla que tanto ha echado de menos en Alemania, describe a un realizador inventivo, que busca cuando puede incorporar rasgos novedosos a nivel visual, y que tiene un poderoso aliado en la presencia del gran Conrad Weidt, que en su caracterización final como sacerdote, me recordó el aire siniestro y bizarro de Bela Lugosi.
En medio de esta constante y un tanto plúmbea sucesión de giros argumentales, lo cierto es que la película encuentra su camino a partir de la huída de Hardt al barco inglés, poblado de pasajeros y con prisioneros alemanes. Este logra hacerse con el mando de la tribulación, hasta encontrar el trágico destino de ser bombardeado por un submarino de su propio ejército, antes de que el mismo sea aniquilado –con una pasmosa naturalidad-, por el patrullero británico. Hardt logrará poner a salvo la tripulación, pero él se quedará como única víctima. Era su único camino tras su decepción amorosa con la que creía aliada –y que en realidad actuaba en colaboración con su esposo-, y al poder comprobar como los de su propio ejército han actuado contra él. Quizá menos de ochenta minutos era una duración demasiado corta para una historia que precisaba más metraje de cara a profundizar en una trama argumental que funciona a trallazos. Una circunstancia que incluso permite detectar un notable desaprovechamiento de ese aire telúrico que pronto sería uno de los elementos más característico del cine de Powell y Pressburger. Sin embargo, y junto a su general tono de discreción, THE SPY… debe verse fundamentalmente como un boceto para la aplicación de una andadura posterior que muy pronto situaría al insólito equipo formado por ambos realizadores, en lugar de cabecera del cine inglés de la década de los cuarenta.
Calificación: 2
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