THE HOUSE ON TELEGRAPH HILL (1952, Robert Wise) La casa de la colina
Cuando Robert Wise acomete la realización de THE HOUSE ON TELEGRAPH HILL (La casa de la colina, 1952), lo cierto es que su bagaje como realizador cinematográfico era ya más que solvente. Espoleado previamente como montador, y tras el aprendizaje que le supuso realizar sus primeros títulos bajo el amparo del productor Val Lewton en la R.K.O., ello le permitió la responsabilidad de una serie de títulos de misterio y terror en líneas generales bastante interesantes –aunque, si se me permite la digresión, jamás alcanzando el techo alcanzado no solo por Jacques Tourneur, sino incluso por un Mark Robson, cuyo THE SEVENTH VICTIM (1943) hay que ubicar entre las cimas del conjunto de películas auspiciado bajo el amparo del reconocido productor ucraniano-. A partir de ahí, la andadura profesional de Wise se extendió en pequeños pero simpáticos policiacos, e incluso un western con tintes negros un tanto sobrevalorado; BLOOD ON THE MOON (1948). Es indudable que muy pronto se sintió cómodo en el cine de géneros, ofreciendo la imagen de un eficiente y competente profesional, pero pocas veces logró en su carrera sobrepasar la frontera de la corrección o la ocasional inspiración. Una de ellas es, sin duda, la excepcional THE HAUNTING (1963) –una de las cimas del cine fantástico de todos los tiempos-, pero es más fácil encontrarse en su filmografía con exponentes tan aplicados como finalmente cortos de vuelo, como este THE HOUSE… que promete bastante más de lo que finalmente ofrece, integrando un relato que combina el aire verista propio de los policíacos de la Fox, con una vertiente gótica y pisocoanalítica. Veamos.
Victoria Kowelska (Valentina Cortese) es una joven polaca que sobrelleva el sufrimiento de la vivencia en un campo de concentración nazi. Merced a su amistad con la americana Karin, cuando esta fallece y llega la liberación logra viajar hasta New York, donde se suplanta por la desaparecida –ha guardado todos los papeles de esta-. Muy pronto encontrará inconvenientes por parte de los asesores legales que rodean al supuesto y pequeño hijo de esta –Chris-, que es el destinatario de la cuantiosa fortuna de su tía, y cuyo tutor es un familiar de dicho entorno –Alan Spender (Richard Basehart)-. Este se sentirá de forma repentina atraído por Victoria –bajo su falso nuevo nombre de Karin-, invitandola a vivir en su casa en San Francisco; una vieja mansión que contrasta con el entorno moderno de la ciudad, y que se ubica en una colina de la misma. Poco después se casan, iniciando una vida en común que paulatinamente llevará a Karin a sospechar de la actitud de su marido, y el alcance posesivo que el ama de llaves mantiene con el pequeño Chris. Poco a poco, irá adquiriendo conciencia de que su marido pretende eliminarla –se produce un accidente de coche que permite pensar que ha sido provocado-. Llegados a ese punto, la esposa recurrirá a Marc Bennett (William Lundigan), que fue además quien le facilitó su regreso a Estados Unidos llegada la hora de la liberación. Este además se muestra muy cercano a ella, lo que le permitirá incluso confesarle su verdadera personalidad, algo que Bennett encontrará comprensible. La tensión irá creciendo en la vieja mansión, hasta llegar a un climax en el que tanto Karin, como Alan y el ama de llaves –Margaret (Fay Baker)-, revelarán la auténtica dimensión de sus personalidades, hasta concluir un relato finalmente decepcionante aunque atractivo en lo concerniente a su atmósfera.
A la hora de valorar el resultado final de THE HOUSE OF TELEGRAPH HILL, quizá lo primero que cabría señalar, es que este thriller no deja de resultar un exponente más que aprovecha la moda del cine psiocoanalítico, tan extendida en el cine policíaco o de misterio desde la llegada de REBECCA (Rebeca, 1940. Alfred Hitchcock), y que tantos ejemplos brindó al cine de misterio durante toda la década de los cuarenta y principios de los cincuenta. En ese sentido, preciso es reconocer que THE HOUSE… no solo no aporta nada a este subgénero –en el que se encuentran títulos interesantes y muy poco apreciados, como SECRET BEYOND THE DOOR… (Secreto tras la puerta, 1947. Fritz Lang) o LIGHTNING STRIKES TWICE (La luz brilló dos veces, 1951. King Vidor). En esta ocasión, parece que la previsible eficacia del conjunto se centra en la química que puede establecerse entre sus dos intérpretes protagonistas –Basehart y Cortese‑, casados en la vida real. En esta tesitura ella es la mujer sufrida que está decidida a alcanzar un buen nivel de vida, mientras que Alan es un trabajador de recursos limitados que desea elevar su status económico a raíz del tutorazgo que ejerce sobre el pequeño Chris. A partir de esta circunstancia y del carácter obsesivo de la ama de llaves –el recuerdo del antes mencionado film de Hitchcock es inmediato-, se desarrolla un relato lleno de convenciones, lugares comunes y escasa sutileza a la hora de ser trasladados a la pantalla, que hace que el espectador pronto se desentienda de una historia llena de trampas. Más aún, deja de aprovechar elementos interesantes que quedan orillados en el desarrollo de la acción; la falsedad de la protagonista al asumir una identidad que no es suya, o lo manido que supone el enfrentamiento entre marido y mujer, que finalmente cuesta la vida de uno de ellos. Llegados a este punto, no se puede dejar de mencionar el escaso aprovechamiento que se logra del interior de la mansión, aunque bien es cierto que Wise sabe en algunos momentos insertar secuencias que nos retrotraen a su experiencia previa en la R.K.O.. En este caso podría referirme al momento en el que Karen descubre la vieja caseta destruida con riesgo evidente en su suelo, o aquel en que la protagonista se introduce en el garaje de noche con intención de encontrar algún indicio de prueba, que permita concluir que sufrió un sabotaje en el coche para ser asesinada.
En estos parámetros se desenvuelve una película, que bien es cierto cuenta con un intérprete que logra hacer creíble la ambivalencia de su personalidad –era algo común a los personajes que Basehart interpretó en Hollywood-, ello no servirá para compensar la escasa entidad del que encarna torpemente William Lundigan, o las avisas miradas prodigadas por el ama de llaves. Lo cierto y verdad, es que THE HOUSE… carece de personajes mínimamente esbozados. Los que pueblan sus imágenes son meros estereotipos, y esa sensación es la que finalmente permite descubrir las trampas del guión, e incluso que sus instantes finales nos resulten hasta ridículos, careciendo de fuerza alguna.
No por ello podemos despachar a la ligera un pequeño título como este. Es indudable que está hecho con oficio, y que sus intérpretes hacen lo que pueden con los convencionales personajes que asumen, dejando una sutil línea de relato gótico, que es potenciada mediante la magnífica labor como operador de Lucien Ballard –verdadero experto en este tipo de películas-. No es que el cómputo de cualidades sea especialmente destacable, pero nadie puede negar que contemplar THE HOUSE ON TELEGRAPH HILL supone un divertimento tan sencillo y discreto, como representativo de unas corrientes temáticas en el cine de aquellos años.
Calificación: 2
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jorge trejo -