THE FAMILY JEWELS (1965, Jerry Lewis) Las joyas de la familia
Es indudable que para los seguidores del Jerry Lewis cineasta –reducido círculo en el que abiertamente me incluyo-, contemplar o recuperar THE FAMILY JEWELS (Las joyas de la familia, 1965) supone una manera de reencontrarse con numerosos aspectos que conformaron el mundo personal y cinematográfico del conocido cómico. En mi ejemplo personal, he vuelto a acercarme a la película tras un cuarto de siglo, y lo cierto es que esta nueva visita me permite apreciar ese mundo inventivo, personal y exquisitamente visual de uno de los exponentes más valiosos que la comedia cinematográfica norteamericana contempló en los años sesenta. Se trata esta, de una valoración que, lamentablemente, sigue sin tener el reconocimiento debido entre sus compatriotas –que, por otra parte, en sus años en activo siempre le brindaron el apoyo masivo del público; Lewis fue durante varios años una de las estrellas más taquilleras de la Paramount-. Pero es que ese olvido generalizado, se extiende a nuestro país –faltaría más- y a muchos otros de su entorno, que siempre han negado el pan y la sal a un realizador cinematográfico de tan visible talento, con la excepción del público y la crítica francesa, que desde el primer momento acogieron al cómico judío con auténtica veneración.
Mi valoración de la figura de Lewis siempre ha sido muy curiosa. De pequeño era uno más de sus tantos admiradores, pero con el paso de los años me he distanciado de su estilo como actor cómico, cosa que ha ido en oposición a mi alta estima a su valía como realizador. Quizá ello parezca una contradicción aparente, pero estoy convencido que no soy el único en sostenerla, aunque sí de los pocos en hacerla pública. Y creo que ahí reside una de las claves por la que aún, tantos años después de su retiro cinematográfico –ocasionalmente aislado por el interés de un Martin Scorsese o apariciones en excelentes películas como FUNNY BONES (1995. Peter Chelsom)-, quizá la obra de Lewis aún siga sin un análisis desprejuiciado –en un sentido u otro-, a lo que ha contribuido la lejanía del mismo a la hora de realizar cine –su última película fue SMORGASBORD (El mundo loco de Jerry, 1983), que encontró algunos rendidos admiradores, pero que personalmente no encontré ni de lejos a la altura de sus posibilidades-.
Todas estas disgresiones vienen a mi mente tras revisar THE FAMILY… que supuso para el cómico y realizador –o realizador y cómico- la finalización de su largo contrato con la Paramount. Es por ello que, probablemente de modo inconsciente, este título de despedida queda como un auténtico compendio de lo que este hombre de cine había ofrecido a la comedia cinematográfica norteamericana. Un film recopilatorio que nos reencuentra con situaciones, personajes, modos de plasmar y elementos de producción, que Lewis había plasmado desde su excelente debut con THE BELLBOY (El botones, 1960), y que prácticamente tendría una continuidad bastante menguada en el posterior cine norteamericano dentro de su contrato con la Columbia Pictures, hasta culminar una trayectoria como director que quizá habría que plantear bajo el prisma renovador que recorrió el cine norteamericano desde finales de los cincuenta, pero siempre mirando por el rabillo del ojo aquel entorno clásico que en aquel tiempo estaba a punto de desaparecer ¿Puede que fuera por ello que su cine poco a poco se alejara de los gustos del público norteamericano? ¿Es probable que la veneración que la crítica francesa le profesaba, le llevara a discurrir un sendero que cada vez planteaba títulos más personales y, por ello, alejados del terreno que había practicado con gran éxito hasta entonces? Es difícil delimitar situaciones y decisiones, pero lo cierto es que la película que nos ocupa me parece un producto poco divertido, pero por otro lado una comedia espléndida, aunque no proceda ser situada en la cima de su filmografía –en líneas generales, de nivel muy elevado-, ubicándose esta además entre dos obras de la categoría de THE PATSY (Jerry Calamidad, 1964) –puede que su obra más memorable- y THREE ON A COUCH (Tres en un sofá, 1966).
Esa general ausencia de verdadera diversión, quizá conllevara un planteamiento de puesta en escena más estilizado e intelectualizado. Es probable, pero ello no debe evitar ver en ella magníficos momentos de la mejor tradición cómica, la reedición de la maestría de Lewis con el slow burn –el atropello del abogado con el puro que le estalla en la cara, las secuencias en el estudio fotográfico-, su abierta adscripción con el absurdo –ese grupo de rock que se encuentra en el viejo avión aportando el hilo musical del mismo, el inolvidable gag del agujero en la tierra que describe Willard (el mayordomo encargado de la niña protagonista) al recorrer un círculo en su abierta preocupación por el destino de la pequeña-, el componente satírico contra determinados vicios de la sociedad norteamericana –la familiar crítica al matriarcado que se expresa en las viejas que surcan vuelo, la opinión despectiva a los políticos que se manifiesta en este auto promocional, la eterna visión del consumismo que muestra la filmación de spots en el estudio del fotógrafo- y, también, esa querencia de Lewis por el moralismo, que en no pocas ocasiones le llevaron a ser acusado de sensiblería. Es curiosamente en este último término, donde tantos años después la película se conserva de forma admirable. La magnífica elección de la pequeña Donna Butterworth como protagonista y, por supuesto, la destreza del realizador y cómico en este terreno resultan impecables, logrando deslizar la tendencia de esa hipotética sensiblería hacia unos terrenos, sino complejos, si bien medidos y equilibrando un film para públicos familiares, dentro de una visión de conjunto de la andadura cinematográfica lewisiana. No sería difícil detectar elementos ya existentes en títulos suyos anteriores –e incluso, y todo hay que decirlo, una cierta reiteración; es una de las escasas pegas que se le puede hacer a su resultado-.
La anécdota de THE FAMILY… es ciertamente sencilla –como por otro lado han venido siendo el conjunto de títulos de su filmografía-. El recurso de una cuantiosa herencia que se disputan los tíos de la pequeña huérfana protagonista, es la base que permite a Lewis incorporar hasta seis personajes diferentes en la misma película –este sería el KIND HEARTS AND CORONETS (Ocho sentencias de muerte, 1949. Robert Hamer) del cómico norteamericano-, y dar un repaso a sus roles más conocidos –que reiteraría tanto en sus posteriores films como, sobre todo, en sus actuaciones en vivo. Pero, una vez más, y con el matiz surrealista que llega a impregnar sus mejores momentos, lo cierto es que si cabe señalar su resultado como ciertamente magnífico, esto es por la poderosa impronta visual de su realizador. Desde incluso sus títulos de crédito, nos encontramos con una comedia que bebe a partes iguales de clasicismo y modernidad, que destaca en el esplendor de su cromatismo, que por instantes parece insertarnos en géneros tan contrapuestos como el policíaco o el melodrama –de lo que dan cuentan sus sorprendentes imágenes iniciales que logran integrar un atraco con una jugada de béisbol que nos presenta a los protagonistas-. Una vez más, el magisterio cinematográfico de Lewis nos envuelve con una magnífica y renovadora planificación, una dirección artística absolutamente deslumbrante –uno de los elementos más perdurables y cuidados de su cine-, y un conocimiento de la técnica cinematográfica presente en todo momento, al que habría que aunar esa libertad formal que permite que esta comedia transgreda sus aparentes límites, con variaciones y disgresiones cómicas que aún hoy día pueden resultar sorprendentes.
Entre el desfile de personajes, situaciones cómicas y alardes formales de la película, hay un elemento que me llamó poderosamente la atención, y que pese a su -en apariencia- escasa significación, finalmente resulta un elemento especialmente relevante. Me estoy refiriendo a la breve presencia del clown –uno de los tíos-candidatos de la protagonista para ser su padre adoptivo-. La descripción del personaje es tan aparentemente simple como rápidamente sorprendente: se trata de un payaso desganado de su actividad y despreciativo de los niños, que solo piensa en su jubilación y del disfrute de los ahorros que atesora en Suiza. Conociendo la querencia de Lewis por la profesión del clown, quizá cabría pensar por la aplicación de un matiz autocritico o una ironía proyectada en la valoración que los norteamericanos mantenían sobre su figura –la de un payaso enriquecido y narcisista-. Es más que probable esa afinidad –tendría que repasar algunas declaraciones del actor-director-. Aunque, en todo caso, esos momentos finales en los que Willard asume dicha caracterización para finalmente lograr la adopción de la pequeña, permitan definitivamente intuir esa mirada crítica contra la percepción de su propio personaje público.
Calificación: 3’5
3 comentarios
jaime -
Jordan Flight 45 -
xalons -
Me gusta Jerry Lewis y aunque todavía me faltan por ver muchas de sus películas, ésta no me parece uno de sus grandes títulos. Me parece que la película está bastante desequilibrada, tal vez por la gran cantidad de personajes que el cómico interpreta, de los que unos me gustan mucho y otros no tanto. Hubiera preferido un argumento menos desatado y un Jerry en menos registros con lo que hubiera coneguido, a mi juicio, un film más compacto.
Hace unas semanas pude ver "Who´s minding the store?" y The geisha boy" y ambas me parecen muy superiores a la aquí comentada.
Un saludo