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CINEMA DE PERRA GORDA

THE END OF THE AFFAIR (1954, Edward Dmytryk) Vivir un gran amor

THE END OF THE AFFAIR (1954, Edward Dmytryk)  Vivir un gran amor

El novelista Graham Greene –autor de la novela que le sirvió de base- afirmaba que era una película malísima. Incluso cuando en 1999 el director Neil Jordan realizó otra versión cinematográfica de la misma, al parecer durante su promoción arremetió todo lo que pudo contra el referente de Dmytryk de mediada la década de los cincuenta. En definitiva, THE END OF THE AFFAIR (Vivir un gran amor, 1954. Edward Dmytryk) es un título que goza de muy mala fama, y muy pocos se han molestado en intentar redescubrir la valía de esta ya –digamoslo ya- magnífica película. Estoy convencido que son dos los factores que han impedido que desde el momento de su estreno esta producción de la Columbia haya adquirido el reconocimiento que merece. Uno de ellos es su propia base literaria; por más que Greene sea un escritor reconocido, es evidente que el mundo que desarrolla resulta incómodo para una visión demasiado polarizada. Digamos que para el creyente ofrece una imagen negativa de ese mundo en el que se refugia habitualmente, mientras que para una mentalidad opuesta, es probable que sus imágenes no dejen de mostrarles un marco excesivamente ligado al seguimiento de la fe. La otra es esa incapacidad aún existente de reconocer la valía de su realizador. Creo que el paso de los años aún no ha eliminado la ceguera existente en su figura, a partir de la delación que ofreció en la siniestra “Caza de Brujas” de McCarthy, tras cumplir incluso una condena de cárcel previa por ese mismo motivo. Lo queramos o no, parece dogma de fe creer que el presumible talento del realizador se agotó en ese momento, cuando lo cierto es que un análisis pormenorizado de su obra nos revelaría todo lo contrario. Dmytryk filmó en sus comienzos obras muy interesantes, otras de menor entidad e incluso alguna mediocre, pero es a partir de la década de los cincuenta cuando –también compartiendo esa hasta cierto punto lógica irregularidad- desarrolla una trayectoria particularmente valiosa, en la que destaca su capacidad como adaptador, y en donde queda como elemento temático recurrente un sentido de la culpa que, con una mirada desprejuiciada, debería servir como base para empezar a analizar un indicio de inquietud personal. Como quiera que en el seguimiento de su obra han sido bastante las sorpresas positivas que me he llevado, en cierto modo esperaba encontrarme ante un título de interés; su visionado me ha ratificado con creces esa impresión.

 

THE END OF THE AFFAIR narra –en un relato dominado por la voz en off del americano Maurice Bendrix (Van Johnson)-, el romance adúltero que mantiene con Sarah Miles (Deborah Kerr). Ella es una mujer abierta, casada con un alto funcionario de la administración británica –Henry (Peter Cushing)-, en el entorno del Londres de finales de la II Guerra Mundial. Sarah no duda en vivir esta relación, convencida en que la misma le ayuda para salir de una existencia tan acomodada como rutinaria. Sin embargo, lo que parece una relación perfecta, de pronto se interrumpe tras sobrevivir Maurice a un bombardeo mientras permanecían juntos en su casa, disponiendose a vivir unos días de convivencia. De forma sorprendente, este vive el desprecio de su hasta entonces amante, sin lograr que el paso del tiempo diluya una permanente sensación de amargura. Atendiendo una petición puntual de Henry –con el que se encontrará más de un año después de su separación con Sarah-, Bendrix contratará a un investigador que finalmente le llevará a la realidad de una situación que este había interpretado con resentimiento y rabia. En ello intervendrá una plegaria personal de su amada, sorprendiendo la situación por la introducción de un matiz en el que se proyecta la dualidad de la fe y el propio alcance terrible de la adopción de la aparente tranquilidad que supone la adopción de la opción católica.

 

No voy a extenderme más en la narración de su argumento, en la medida que se basa en una adaptación de un célebre referente literario, y también recordando la interesante versión de Neil Jordan ya mencionada –en todo caso, estimo que inferior al título que comentamos-. Lo que cabría señalar en primer lugar es que si THE END… me parece un film magnífico, lo es por su propia valía cinematográfica. Estimo que muchas de sus sugerencias proceden de su referente literario –y lo hago desde mi propia inocencia a la hora de no depender de su lectura previa-, pero creo evidente que Dmytryk se tomó la realización de la película con un enorme interés, y dentro de un periodo en su obra bastante interesante. Lo primero que cabría señalar es la afortunada simbiosis de ascendencia norteamericana en sus imágenes, con ese inequívoco look británico en consonancia con la ascendencia de su pareja protagonista. En la película no se realiza ningún subrayado sobre el entorno bélico de ese Londres de mediada la década de los cuarenta. En muy pocos minutos, y a partir de la narración de Bendrix, nos adentramos en el relato de la intensa relación que mantiene con Sarah. La forma que tiene de mostrar la pasión entre ambos es magnífica; este asiste a una fiesta por invitación de Henry y allí contempla en un espejo que su esposa besa a un pretendiente. Instantes después se citará con ella y la besará convencido de ser correspondido, mientras ese gesto es mostrado igualmente desde un espejo.

 

A partir de ese momento se describe la pasión entre los protagonistas. Uno, desterrado de su entorno habitual, mientras que ella empieza realmente a vivir con esta nueva luz en una vida que se presume frustrada. Pero muy pronto las expectativas de ambos se verán frustradas y con ella el relato cobrará un giro de ciento ochenta grados. Lo que se presumía una relación presidida por la sinceridad de los sentimientos, derivará en una repentina huída de ella y el resentimiento de Bendrix. Una vez más, no importa el desarrollo ambiental y sí el de los sentimientos. El relato avanza en el tiempo hasta que se recobre el deseo de este de averiguar las razones secretas de la decisión de Sarah, en la que cree ver la existencia de otro amante. Sin embargo, el detective que encarna John Mills le llevará finalmente al logro del diario de ella –quizá un recurso no debidamente matizado; una leve secuencia en la que se hubiera mostrado una mayor dificultad en su obtención, hubiera proporcionado una mayor credibilidad a su existencia-. Ello no obstante brindará otro giro al relato, y al mismo tiempo un largo fragmento absolutamente magistral. En el mismo se explicarán las razones presuntamente sobrenaturales que guiaron a Sarah a abandonar a Maurice, y al mismo tiempo se dará sentido a todas las interrogantes que la narración ha seguido hasta entonces. Y es en esas secuencias, donde la intensidad de la película es total. Dmytryk sabe pulsar todos los elementos de la puesta en escena –cierto es que antes ya lo ha hecho, y para ello no hay más que admirar los instantes posteriores a la inesperada explosión-. La espléndida iluminación en blanco y negro de Wilkie Cooper potencia esa intensidad, pero hay que subrayar la fuerza de su dirección de actores o la propia ubicación de estos dentro del encuadre. Junto a estas cualidades, quizá lo más valioso de la película es saber trasladar en sus secuencias ese sentimiento ambivalente y doloroso que supone la renuncia del amor por la adscripción de un sentimiento trascendente que en el fondo nunca se ha buscado ni deseado. Para ello tenemos un exponente de gran fuerza en la asombrosa interpretación de Deborah Kerr –que cada vez más, me parece una de las grandes actrices de todos los tiempos-, pero que se extiende en dos personajes en apariencia opuestos, aunque en realidad muestren las dos caras de un mismo tormento interior. Por un lado tenemos ese sacerdote aparentemente seguro en sus creencias, que en el fondo y tras el bombardeo parece buscar en su mirada la fe que le transmite Sarah y que él mismo –presumiblemente- ha perdido. Y por otra ese agitador que achaca la credulidad del sentimiento religioso, aunque interiormente desee incorporar a su pensamiento. Todo en THE END OF THE AFFAIR se inserta en gestos y miradas, en impresiones sensoriales que se suman a ese matiz casi místico que siempre se manifestará cuando parece que la duda puede incorporarse en sus protagonistas.

 

El film de Dmytryk puede ser analizado desde muchos aspectos complementarios. Uno de ellos es el de servir de avanzadilla a un tipo de narración visual que posteriormente sería muy utilizada en el mejor cine inglés de la década siguiente, y que ya se podía admirar en la espléndida MANDY (1952) de Alexander Mackendrick. Se trata de una apuesta de estilo que posteriormente se podrá comprobar en el cine inglés de Losey, e incluso en el Jack Clayton de THE INNOCENTS (¡Suspense!, 1961). Es más, intuyo que Clayton tuvo muy presente esta película a la hora de plasmar su obra maestra, y fue incluso decisiva en la elección de la misma protagonista. No me gustaría dejar de destacar, por último, la excelente labor del conjunto de actores –a la citada protagonista cabe señalar John Mills y un sorprendente Peter Cushing-. En este sentido, quizá el mayor lunar de su conjunto, provenga de la poco afortunada elección de Van Johnson como protagonista masculino. Ello no impide reconocer que realiza un trabajo esforzado –en el que hay que subrayar el previsible esfuerzo del realizador en esta parcela-, pero otro intérprete hubiera dotado de mayor espesura al personaje. En cualquier caso, se trata de una estupenda película, que destaca en su intensidad melodramática, su estupendo desarrollo psicológico, el magnífico y terrible alcance místico de sus fotogramas, que sobresale en comparación con la posterior adaptación de Jordan, y que concluye con una bellísima grúa de retroceso tras un abatido Van Johnson que, de haber estado filmada por otro realizador más prestigioso, hoy sería considerada como lo que es; uno de los momentos más intensos del melodrama cinematográfico de la década de los cincuenta.

 

Calificación: 3’5

 

1 comentario

Feaito -

Juan Carlos, una vez concuerdo con tu opinión de que, en esta oportunidad, "El Fin de la Aventura" se encuentra absoluta e injustamente infravalorada por la Crítica. Es en verdad un estupendo melodrama con sólidas interpretaciones y Van Johnson, quizás, en su mejor momento.