MIRAGE (1965, Edward Dmytryk) Espejismo
Hacía tiempo que deseaba poder contemplar MIRAGE (Espejismo, 1965. Edward Dmytryk) por diversas razones. La primera de ellas, en la medida de poder acceder a un título que desconocía de un realizador que cada día más, me parece uno de los grandes infravalorados del cine de Hollywood de postguerra –y siempre por motivos extra cinematográficos-; Edward Dmytryk. Obviamente, por ver en ella unos apetitosísimos créditos –la presencia de Peck y Matthaw en el reparto, junto a Peter Stone, Quincy Jones o Joe McDonald en el equipo técnico-, y también por intuir que la película quedaba escorada en un terreno de comedia desde suspense, quizá ejerciendo como involuntario enlace entre dos títulos que admiro de siempre –CHARADE (Charada, 1963) y ARABESQUE (Arabesco, 1966)-, ambos realizados por el olvidado Stanley Donen. Tenía que buscar la respuesta a estas expectativas, que he de reconocer que siempre tuve suficientemente en reserva a la hora de plantearme las posibilidades de una película que aquel año obtuvo una fantasmagórica Concha de Oro del Festival de San Sebastián. Un galardón que su propio director desconoció durante años haber logrado, y que finalmente recogió bastantes tiempo después, cuando ejerció como presidente del jurado en una de sus ediciones posteriores. Dicho esto, convendría señalar que finalmente MIRAGE me parece un título de limitado atractivo, que no resulta uno de los exponentes más brillantes de la filmografía de Dmytryk en la década de los sesenta –en las que ofreció títulos tan interesantes como ALVAREZ KELLY (1966) o ANZIO (La batalla de Anzio, 1968)-, aunque cierto es que en ella se ofrezcan los suficientes elementos de interés dignos de ser reseñados. En lo que sí podemos señalar que las apariencias engañan, es en las referencias de los títulos y el modo de cine representado en las cintas antes mencionadas de Donen. En su oposición, el título que nos ocupa se integra por completo por como en las coordenadas un relato de suspense de carácter dramático, más ligado a las brillantes paranoias urbanas que aportaron con tanta convicción cineastas como John Frankenheimer o Sidney Lumet, representativas todas ellas de una sociedad en su superficie encaminada a un progreso, pero en cuyo substrato se esconden los miedos inmanentes de la guerra fría.
Del perfil de una elegante e iluminada silueta nocturna de Manhattan de repente se apagan las luces de uno de sus rascacielos más destacados. Será el comienzo de la odisea que sufrirá David Stillwell (Gregory Peck), un contable que a partir de la vivencia de este apagón, empezará a advertir los síntomas de una amnesia ligada a dos años atrás en su vida. Intentando atisbar referencias de esta circunstancia a través de los indicios que le proporcionan encuentros en apariencia fortuitos con una serie de personajes, empezará a desenredar la madeja de su pesadillesca situación a partir de la contratación de los servicios de un detective –Ted Caselle (Walter Matthaw)-, que le llevarán hacia el entorno de una extraña y poderosa organización, acercándole hacia la terrible muerte de un influyente representante de una organización pacifista. Poco a poco, los elementos irán ligándole al poderoso influjo del director de una planta física –denominado “el Mayor”-, revelando finalmente el origen de la amnesia sufrida.
Efectuando una visión de conjunto de los atractivos que puede ofrecer poco más de cuatro décadas después de su realización un título como MIRAGE, creo que no resulta demasiado perspicaz destacar el primer tercio de la película, en la que el planteamiento argumental, unido a la ajustada realización de Dmytryk, la brillante labor de Gregory Peck encarnando al desconcertado protagonista, y la adecuada atmósfera del excelente blanco y negro de Joseph McDonald, logran trasladar a la pantalla un clima de angustia y desasosiego existencial por parte de una persona que demuestra estar absolutamente desamparado de la lógica que le rodea. Haciendo abstracción de esos leves insertos –por otro lado bastante pertinentes- que en cierta medida entorpecen el despliegue de dicha atmósfera, se logra prender al espectador en ese marco de pesadilla desarrollado en un contexto urbano tan cotidiano como deshumanizado. Hay que reconocer en este aspecto que MIRAGE logra funcionar bastante bien en su alcance descriptivo, ligando sus imágenes a un título precedente de su realizador –me refiero a THE SNIPER (1952)-. El interés de la película se seguirá manteniendo –aunque en un tono más cercano a la comedia-, con la incorporación del investigador encarnado magníficamente por un Walter Matthaw que se erige prácticamente como lo más valioso de la película.
Sin embargo, según vamos llegando al último tramo del film, lo cierto es que a mi modo de ver este pierde bastantes grados de interés al concretar sus elementos de conclusión, descritos en una serie de personajes carentes de perfil psicológicos y más cercanos a estereotipos y situaciones hasta cierto punto rocambolescas, convirtiendo un planteamiento hasta entonces atractivo en un conjunto de situación casi risible. Si a ello unimos la escasa entidad que plantea el personaje encarnado por Diane Baker, lo cierto es que MIRAGE merece al menos emerger como uno más de los títulos que el cine norteamericano produjo en aquel periodo, trasladando en sus películas un estado de ánimo casi paroxístico en un marco tan convulso para la sociedad norteamericana. Indudablemente uno puede preferir el alcance de títulos como SEVEN DAYS IN MAY (Siete días de mayo, 1964), THE MANCHURIAN CANDIDATE (El mensajero del miedo, 1963), ambas de John Frankenheimer o FAIL-SAFE (Punto límite, 1964) de Sydney Lumet. Sin embargo el film de Dmytryk aparece más ligado a títulos de estas características más escorados a la comedia, como pudiera ejemplificar BLINDFOLD (Misión Secreta, 1965. Philip Dunne) y tantos otros exponentes, aunque de ellos se desmarca en la medida de apostar abiertamente por un planteamiento dramático, procurando una gran presencia de interiores en la progresión de su relato.
Para finalizar nos encontramos ante una película que merece ser destacada más allá de sus ocasionales cualidades, por el hecho de ejercer como continuidad de un tipo de cine sombrío en sus formas visuales, urbano en sus localizaciones, y aterrador en la medida de tratar cuestiones en las que, en algunos momentos, se podían plantear incluso ataques a la propia existencia. Será un marco, sin embargo, que en esta película aparece de manera muy mitigada, dentro de esos minutos de conclusión que, a mi juicio, dilapidan los logros del primer tercio del film. En cualquier caso, convendría en todo momento ver MIRAGE, aunque solo sea para comprobar como Edward Dmytryk seguía manteniendo su profesionalidad en la última década en la que prolongó su labor como realizador, y que mantuvo hasta que al iniciarse los setenta. Un periodo en el que incurrió en un par de títulos poco dignos de su trayectoria, que convendría olvidar por parte de todos aquellos que vemos en su figura una de las mayores injusticias críticas del cine norteamericano.
Clasificación: 2
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LUIS -