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CINEMA DE PERRA GORDA

VYNÁLEZ ZKÁZY (1958, Karel Zeman) Una invención diabólica

VYNÁLEZ ZKÁZY (1958, Karel Zeman) Una invención diabólica

Totalmente olvidado en nuestros días –y algo de ello tiene que ver el hecho de que sus películas no puedan ser accesibles en la actualidad-, lo cierto es que la figura del checoslovaco Karel Zeman (1910-1989), ha quedado como un indudable referente en el dominio de la animación en Europa. Pero mas allá de esta faceta concreta, quizá en su figura se pueda representar una de las más relevantes singularidades del cine fantástico en nuestro continente. Su destreza para combinar películas con actores y elementos reales, otros recreados con la aplicación de imaginativos decorados generalmente ambientados en el siglo XIX, o el aura casi naïf de algunos de sus pasajes, convierten su obra en unas propuestas realmente deliciosas, abiertas al disfrute de todos los públicos, resueltas con sencillez argumental, y logrando incorporar el aura aventurera del referente literario que retoman sus imágenes.

 

Quizá sea un poco pretencioso realizar una valoración generalizada de la aportación de Zeman –aunque las referencias apuntan en esa línea-, cuando para ello me baso en la oportunidad que me brinda la edición en DVD de VYNÁLEZ ZKÁZY (Una invención diabólica, 1958), cinta esta que supuso en su momento la consagración de la vertiente cinematográfica propuesta por el checo, y por la que alcanzó diversos galardones. Lo cierto es que con una ajustada duración que no supera los ochenta minutos, la inventiva de Karel Zeman se hace patente en esta adaptación de la novela de Julio Verne Face au Drapeau. Es a partir de ese rasgo de partida, cuando podemos detectar su anuencia y sinceridad a la hora de trasladar con propiedad el mundo atrevido y aventurero del escritor francés. Todo ello, al margen de que en los momentos de apertura, la presencia en pantalla de unos libros escritos por Verne y una foto del escritor destaquen con su presencia en el encuadre. Sin embargo, la adopción del mundo literario de Verne se palpa en cada uno de los fotogramas de esta inventiva propuesta, destacada en una plasmación visual definida dentro de un muy cuidado blanco y negro fotográfico, que en todo momento invita a evocar viejos grabados de libros de aventuras. Esa misma adscripción será reforzada por la planificación de secuencias en las que sus fondos e incluso decorados se han ejecutado a partir de dicha premisa. La aplicación de este criterio de producción, y el propio dinamismo a la hora de resolver todas sus secuencias combinando diversos exponentes visuales, contribuyen a dotar de un especial encanto a su resultado. De tal forma, la sencilla peripecia argumental parece surgir de la fantasía de la mente calenturienta de un niño, y en donde importa más el casi hipnótico y al mismo tiempo sencillísimo atractivo cinematográfico, que la elemental andadura de sus personajes.

 

Con ello no pretendo señalar que estos no interesen, pero es indudable que devienen como simples peones a la hora de desarrollar la peripecia de un inventor que es secuestrado, junto a su ayudante, por un malvado –Artigas (Miroslav Holub)- que se esconde en una isla simulada ser un volcán. Allí convencen al despistado inventor para que colabore con ellos, sin conocer este último que su equipo actúan en realidad como piratas, hundiendo y arrasando barcos con su submarino. En una de estas acciones recogerán a la joven Jana, quien de forma imperceptible trabará relación con Simon Hart (Lubor Tokos), el delineante que fue capturado con el veterano inventor. Cuando la mente de Artigas decide realizar un túnel en la isla para poder responder a una ofensiva naval contra sus instalaciones, Hart decidirá aparentemente colaborar con él, lo cual le llevará a intentar huir tras una accidentada inmersión en alta mar. Cuando está a punto de morir es rescatado por los componentes de un submarino, que poco después es destruido por los esbirros de Artigas. De todos modos, Hart y la joven rescatada en su momento logran huir en un globo. De forma inmediata, y al advertir las verdaderas intenciones del grupo de bandidos, el anciano inventor provoca que una bala que ha creado sea utilizada con fines destructivos, lo que propiciará la destrucción final de la isla y el entramado criminal allí dispuesto.

 

Definida por una entrañable aura de ingenuidad, lo cierto es que las imágenes del film de Zeman destilan su marchamo de singularidad. Mas allá del hecho tangible de sentirnos tan cercanos a un aura aventurera y avanzada tecnológicamente, consustancial al mundo del escritor francés, estamos ante un modo sorprenderte de describir una aventura fantástica, combinando una serie de elementos como quizá ningún otro cineasta lo haya hecho jamás en la pantalla. Ecos lejanos del mundo de Meliés, del folletín de Feuillade, de un cine mudo basado en el serial en suma, se detectan en estos fotogramas casi artesanos, generalmente fascinantes en sus combinaciones de técnicas, y sencillos sin embargo en su ejecución. Imágenes que quizá en algunos momentos pueden denotar un cierto estatismo en la progresión de sus secuencias –algo quizá innato en el cine de los países del Este-, pero que en otras sobrellevan un alcance casi poético –como en el instante en el que Hart queda inconsciente bajo el agua- o, por el contrario, la inventiva de sus propuestas se adueña de la pantalla con una pasión casi infantil. En este último ámbito podríamos citar el ejemplo que brinda en sus últimos minutos, el discurrir de ese pequeño submarino provisto de aletas por el fondo del lago interior de la isla, diseñado con un encanto casi irresistible.

 

Hallazgos de diversa índole, dentro una película para la que –pese a sus insuficiencias- no parece haber pasado el tiempo. Medio siglo después de su realización, permanece fresca y revestida de un aura casi inalterable. Una buena ocasión para iniciarnos en el mundo fantástico de Karel Zeman.

 

Calificación: 3

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