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CINEMA DE PERRA GORDA

FÖR ATT INTE TALA OM ALLA DESSA KVINNOR (1964, Ingmar Bergman) Esas mujeres

FÖR ATT INTE TALA OM ALLA DESSA KVINNOR (1964, Ingmar Bergman) Esas mujeres

Cualquier aficionado minimamente conocedor de la obra del desaparecido Ingmar Bergman, puede atestiguar –pese a su inclinación a la severidad en el tratamiento de una serie de constantes temáticas y expresivas, que inciden en el lado más sombrío del alma humana- como en ella tiene cabida el tratamiento de la comedia, logrando un magnífico exponente con SOMMARNATTENS LEENDE (Sonrisas de una noche de verano, 1955). Sin embargo, y aún considerando que se trata de un título que no alcanza el nivel del anteriormente señalado, no es menos cierto que con FÖR ATT INTE TALA OM ALLA DESSA KVINNOR (Esas mujeres, 1964) nos encontramos con una de las obras más sorprendentes –y olvidadas- de cuantas componen la filmografía del maestro sueco. Es indudable, a este respecto, que en su breve metraje, el título que comentamos –situado en su filmografía entre los austeros TYSTNADEN (El silencio, 1963) y PERSONA (1966)-, en el fondo no deja de incidir sobre una serie de obsesiones trasladadas a lo largo de la larga trayectoria de Bergman –en la que tiene no poca importancia la referencia al proceso de la propia creación artística-. Sin embargo, creo que sería más pertinente intentar penetrar en un título tan extraño dentro del contexto que la vertiente de la comedia manifestaba en el cine mundial de la década de los sesenta –especialmente centrado en el contexto norteamericano, con un referente exportable a todo el mundo-. En ese sentido, habría que calificar la película que nos ocupa como una de las comedias más singulares realizadas en dicha década. Sería, para entendernos, el equivalente bergamaniano de THE COMEDY OF TERRORS (La comedia de los terrores, 1964) en la filmografía de Jacques Tourneur, o THE HONEY POT (Mujeres en Venecia, 1967) en la de Joseph L. Mankiewicz. Y cito estos dos títulos no de forma gratuita, ya que su propia singularidad también les llevó –y mucho me temo que sigue manteniendo- a sobrellevar una incomprensión que ha impedido aún hoy día su merecido reconocimiento. En este sentido, personalmente creo que la propuesta de Bergman no alcanza el nivel de los dos ejemplos antes citados, con los que sin embargo comparte rasgos bastante reconocibles, y se puede emparentar en su singularidad y, al mismo tiempo, en elementos concretos que van desde la influencia del vodevil y los elementos mortuorios presentes en el film de Tourneur, como la dependencia demiürgica que el protagonista mantenía con sus esposas, dominantes en el admirable film de Mankiewicz. De ellos también retoma una nada velada rememoranza sobre el slapstick y ciertos ecos del cine cómico mudo y la pantomima, en esta ocasión reflejada en una apuesta cinematográfica que maneja dichos ecos no siempre con acierto –en algunos momentos se advierte una sensación de artificio que no alcanza a corresponder las intenciones del conjunto-.

 

FÖR ATT INTE TALA… narra –con constantes saltos temporales punteados por irónicos rótulos que subrayan su pertinencia-, la relación que se manifiesta entre un prestigioso músico de violín –Félix, al que nunca veremos su rostro- y las diversas mujeres que rodean su vida desarrollada en una lujosa mansión, en donde sobrelleva su expresión vital sorteando constantemente la fidelidad de su esposa y marcando por lo general un comportamiento ególatra y carente de humanidad. Hasta allí llegará Cornelius (Jarl Kulle), dispuesto a efectuar la biografía del músico, para lo cual se introducirá en los vericuetos existenciales del artista, apreciando con ello un modo de vida dominado por la sensualidad y el egocentrismo, definiendo quizá estos como elementos indispensables en el alimento para la creatividad. En medio de dicho contexto se desarrollará un juguete cómico dominado por la ironía, el planteamiento de puntos de vista absolutamente contrapuestos, la capacidad de experimentación visual, el regusto y la influencia teatral en los encuadres y la planificación de sus secuencias, el dominio del juego cromático –este fue el primer film en color rodado por el cineasta-, una estructura dominada por una absoluta anarquía temporal y una libertad formal que en primera instancia podría resultar sorprendente –y que Bergman retomó, aunque con otros perfiles, en su obra posterior-. Bajo estas características se ofrece un argumento –obra del propio director junto al actor Erland Josephson- que, bajo el tinte amable de sus propuestas, puede calificarse como una de sus realizaciones más autobiográficas. A poco que se indague en su perfil artístico y personal, podremos comprobar las enormes similitudes que rodean su figura con la de ese músico arrogante y absorbente, aislado en su dedicación artística, dominante y centro de un entorno femenino cómplice con su capacidad para la humillación y el engaño. Un colectivo sumiso que finalmente revelará su complacencia con la llegada de ese joven sustituto que, tras la muerte del invisible protagonista, encontrará en un joven y atractivo músico -que además se prestará mejor a los intereses de su pretendido biógrafo y promotor- un nuevo rasgo de motivación psicológica e incluso sentimental.

 

Todo ello en un conjunto de secuencias en el que se experimenta con las posibilidades del decorado, de la propia composición cinematográfica, y en donde incluso detecto ecos o semejanzas con lo que por aquellos años venía expresando Jerry Lewis en su progresión como cineasta, encontrándose incluso semejanzas con los trompe d’oil que en aquellos mismos años venía ofreciendo en la pantalla el olvidado Richard Quine de PARIS – WHEN IT SIZZLES (Encuentro en Paris, 1963). Curiosamente, y pese a la distancia temporal y creativa que separaban en aquel entonces el universo del cineasta sueco y el entorno del cine norteamericano parece como si, en un momento determinado, las afinidades de género y experimentación se unieran por unos instantes allende las fronteras. Sin embargo, aún parece que las mismas siguen siendo consideradas como elementos visuales de escasa entidad, puesto que ni este título –en el que solo pienso que desentona la histriónica antipatía de Jarl Kulle al encarnar al hipócrita biógrafo-, ni los que he citado y se asemejan en sus peculiaridades cinematográficas, han alcanzado con el paso del tiempo su debida significación. Que se le va a hacer.

 

Calificación: 3

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