NÄRA LIVET (1958, Ingmar Bergman) En el umbral de la vida
La segunda mitad de la década de los cincuenta es, indiscutiblemente, un periodo dorado en la filmografía del sueco Ingmar Bergman. Títulos que han quedado grabados en la historia del cine moderno se suceden con rapidez; SMULTROSNTÄLLET (Fresas salvajes, 1957), DET SJUNDE INSEGLET (El séptimo sello, 1957), ANSIKTET (El rostro, 1958)… referentes que por sí solo permitirían a cualquier cineasta granjearse un lugar en el séptimo arte. Sin embargo esta inspiración creativa iría acompañada por una capacidad para encadenar rodajes, en títulos quizá en apariencia de inderiores ambiciones que aquellos generalmente considerados como “mayores”, pero que en sí mismos despliegan no solo la sabiduría y el mundo expresivo y temáticos de uno de los cineastas europeos más precisos y personales, erigiéndose en perfectos enlaces o incluso en avanzadillas que con posterioridad Bergamn retomaría en obras de mayor calado. Uno de los ejemplos que ejemplificarían ese aparente –solo aparente- corto alcance, lo manifiesta plenamente NÄRA LIVET (En el umbral de la vida, 1958) que el sueco rodaría tras concluir la admirable y ya citada SMULTROSNTÄLLET. Una película “de cámara”, rodada en apenas un par de escenarios, y ubicada en el lívido e impersonal paritorio de un hospital. Allí se reúnen tres mujeres de diferente personalidad, prestas ambas a dar a luz sus respectivos hijos. Como es previsible, las tres futuras madres responden a rasgos de personalidad, características y situaciones completamente dispares. Una de ellas, Cecilia (Ingrid Thulin), es una joven de personalidad abierta y dotes intelectuales, y a quien la pérdida de su hijo por desangramiento le llevará a planteárselo como un indicio para separarse de su marido, con quien en apariencia vive una existencia cómoda. Por su parte, Hjördis (Bibi Andersson) es una muchacha con una problemática familiar, que le lleva a mantener una visión negativa de la existencia, llegando a forzar actividades físicas para intentar deshacerse de su feto, puesto que además viviría como madre soltera. Contraponiendo ambos caracteres, se encuentra la optimista y animosa Stina (Eva Dahlbeck), deseosa de dar a luz y dispuesta a vivir dicha experiencia como un designio divino. Sin embargo, llegado el momento, una serie de contracciones violentas culminarán con la muerte del niño que esta portaba en su vientre, sumiendo a la mujer en una honda tristeza.
A partir de la contraposición de los caracteres complementarios, dentro de un contexto cerrado aunque no opresivo, y dotando al relato de una alternancia de momentos confesionales, otros de carácter social –la visita de los esposos de Cecilia y Stina y, finalmente, la hermana soltera del esposo de la primera-, la cámara de Bergman se centra en su asombrosa capacidad para introducirse en el alma de estas tres mujeres que, a causa de la coincidencia de los últimos momentos de su proceso de embarazo, en realidad nos permitirá contemplar la maestría psicológica, la capacidad de descripción y el uso en ocasiones casi hasta el límite, de las inflexiones de los rostros de las protagonistas, como elementos indispensables para proceder a desnudar los más íntimos recovecos que aletean en sus pensamientos. Esa precisión para entresacar las sombras de sus almas incluso de aquellas mentes proclives al optimismo, serán de nuevo utilizadas por Bergman como arma expresiva a través de la fuerza interior que emana de los rostros, entrelazará sus historia de manera sencilla y eficaz, componiendo una triple mirada que servirá para todas ellas, encontrar en sus respectivas compañeras un ejemplo o la mirada que necesitan, para con ello alcanzar ellas mismas sus objetivos. Todo ello es narrado por el gran realizador sueco con su reconocida maestría para penetrar tras un muro de aparente incomprensión, desnudando psicológicamente a sus actrices ya habituales, y obligándoles a una máxima entrega para sus personajes, cuyo ejemplo más intenso lo ofrecerá Eva Dahlbeck, al componer una secuencia llena de tensión y sufrimiento, en el momento en que repentinamente las señales del parto llegan a su vientre.
La ajustada duración del relato, la simplicidad de su marco, y la reducida presencia de personajes, son sin duda elementos que permiten hablar de un ejercicio de estilo por parte del realizador, de una especie de obra “de cámara”, dominada por el intimismo de su propuesta, y que indudablemente ejercerá como ensayo previo a títulos posteriores de la filmografía del maestro sueco, quizá tuvieron en NÄRA LIVET uno de sus ejes de referencia. Con ello me podría referir a PERSONA (1966) o incluso VISKNINGAR OCH ROP (Gritos y susurros, 1972), ante las cuales el título que nos ocupa podría ser marcado como un referente de inspiración, posteriormente enriquecido y dotado con mayor dramatismo en los títulos que comentamos.
Dicho esto, no sería de justicia olvidar que nos encontramos ante una película magnífica, que al mismo tiempo posee una cierta musicalidad, una progresión dramática que casi ondea de forma mágica. La aparente sencillez de la historia y su diseño de producción, no nos debe llamar a engaño, reconociendo que nos encontramos ante otra de las rigurosas propuestas aportadas por Bergman aparentemente con una voz más callada, pero que vista en sí misma demuestra que el talento y la inspiración cinematográfica que acompañó su andadura como realizador, se encontraba quizá expuesta de manera más sutil y relajada en un título como el que nos ocupa. Una película de apenas ochenta minutos de duración, desarrollada en el ámbito temporal de un día, y que, pese a esas limitaciones de partida elegidas, finalmente quedará descrito como una mirada, revestida de matices, relativa a la sensación que se tiene al traer la vida a la tierra, en la que podría extraerse una metáfora que, pocos años después, evolucionaría en el cineasta sueco, a su célebre ciclo que hablaba del silencio de Dios.
Reposada y apasionante al mismo tiempo, apólogo moral sin moralismos, espléndida en sus elecciones formales y el uso del primer plano, magnífica en la tonalidad y lividez de su fotografía en blanco y negro –habitual de su cine en aquellos años-, excelsa en la aportación de sus actrices protagonistas, NÄRA LIVET es un film notable, a la altura en no pocos momentos con el mejor cine de su director, y que prueba, por si a alguien se le olvidaba, que a pesar de no haber gozado de excesiva fama, permanece como una película compleja y de gran vigencia.
Calificación: 3’5
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