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CINEMA DE PERRA GORDA

ANOTHER MAN’S POISON (1952, Irving Rapper)

ANOTHER MAN’S POISON (1952, Irving Rapper)

Contemplar en nuestros días, más de medio siglo después de su realización, un título de las características de ANOTHER MAN’S POISON (1952, Irving Rapper) –jamás estrenado en nuestro país-, puede inducir a una operación de tintes arqueológicos. Nada de malo hay en ello, si al menos el título que nos ocupa –con el por última vez se reunieron de nuevo el británico Irving Rapper, tantas veces artífice de sus éxitos en la Warner, y una Bette Davis poco después de su tirunfo en ALL ABOUT EVE (Eva al desnudo, 1950. Joseph L. Mankiewicz)-, propone una película que, indudablemente, jamás podría figurar en una selección más o menos relevante, pero que a años vista sí que ofrece una referencia clara dentro de la trayectoria de la conocida intérprete. En este caso, creo no sería nada gratuíto afirmar que con el film de Rapper –rodado en su Inglaterra natal-, podemos constatar el primer ejemplo de una tendencia en la filmografía posterior de la actriz, que se suele señalar tuvo su inicio con la conocida WHAT EVER HAPPENED TO BABY JANE (¿Qué fue de Baby Jane?, 1962. Robert Aldrich) Esto es, la inclinación de la ya veterana estrella por encarnar roles de mujeres caracterizadas por su perversión, alcanzando unas patologías que probablemente hasta este momento jamás excedieron unos límites más o menos racionales. Puede decirse, con ello, que sería a partir de esta película cuando los roles encarnados por la Davis se internaban de lleno en el territorio del grang-guignol, quizá sin saber entonces que años después representarían el rasgo más popular de us filmografía posterior, ni que en dicha faceta competiría con su rival Joan Crawford –que ya se había internado en dicha vertiente-, con la que compartiría protagonismo en la mencionada cinta de Aldrich.

 

En esta película, la Davis interpreta a Janet Provisher, una escritora de novelas de misterio que se encuentra aislada en una vieja mansión de las campiñas de Yorkshire. Bajo su aparente aislamiento, mantiene un apasionado idilio con el atractivo novio de su secretaria –Larry (Anthony Steel)-, quien sobrelleva actitudes contrapuestas sobre ella, pero que en el fondo y dentro de la debilidad de su personalidad, se siente atraído por la personalidad de Janet. De pronto, nuestra protagonista recibirá la visita de un extraño personaje –George Bates (Gary Merrill)-, que va en busca de su desaparecido marido. En realidad ambos fueron los responsables del atraco a un banco, aunque fuera su marido el autor de los disparos que llevaron a la muerte a un policía, crimen este que se mantiene sobre el perseguido Bates. Ante su insistencia, Janet le confesará que ha envenenado a su marido, ayudándole Bates para deshacerse del cadáver al llevarlo al fondo del lago. Sin embargo, después de trasladar y ocultar el cadáver, el recién llegado dedicirá quedarse en la mansión, ocupando la identidad del esposo de Janet. Pese a las reiteradas reticencias de esta, la situación se irá normalizando, estableciéndose un juego de humillaciones de índole psicológica, en el que se verán envueltos la propia Janet, Bates, Larry y su novia, y contando con la siempre inoportuna y molesta presencia del personaje encarnado por el comediógrafo Emilyn Williams –autor de Night Must Fall-, cuya ocasional presencia en el desarrollo de la acción se torna francamente inadecuada, pareciendo un sosias de los personajes de Agatha Christie; Hercules Poirot y Miss Marple.

 

En todo caso, los elementos que finalmente desprenden mayor atractivo en el conjunto, se centran en una cuidada ambientación sobre todo de interiores, lográndose en las dimensiones de la vieja mansión. Será sin duda un entorno en el que el realizador se sentirá muy a gusto, potenciando esa vertiente “bizarra” del relato mediante una dirección artística que subraya el elemento sombrío y siniestro no solo de los agrestes exteriores sino, sobre todo, de los interiores de la mansión que Janet ha logrado alquilar para desarrollar su obra literaria. Es curiosamente en esa interacción, donde por un lado se desarrolla el nudo dramático de la función, al tiempo que la misma ofrece bastantes resabios teatrales –la película se basó en la obra teatral denominada Deadlock, original de Leslie Sands-, aunque fuera el posterior realizador Val Guest, quien transformara la obra en guión cinematográfico. En ese sentido, lamentablemente cabe  señalar varios instantes en los que se detecta un cierto estatismo en las acciones o actitudes de los actores –como la subida de Larry “para cambiarme la chaqueta”, cuando Janet y la novia de este discuten sobre la ingerencia de la primera en un noviazgo ya consolidado-. Pero hay más. En no pocos momentos, el movimiento de los intérpretes dentro del plano, o incluso la mera existencia de personajes como el del Dr. Henderson son, indudablemente, representantes de la tradición teatral, especialmente exitosa entre los público y teatros populares de la escena británica.

 

En su oposición, creo que finalmente a ANOTHER MAN’S… le falta un gramo de locura para poder sublimar los tópicos que sobrelleva su planteamiento dramático. Incluso en ocasiones uno tiene la sensación de que nos encontramos en los límites de la autoparodia, o quizá imitando modelos ya presentados previamente en la pantalla de la época –pienso por ejemplo en las semejanzas que, a todos los niveles, que se plantean entre el Larry encarnado por el joven actor inglés Anthony Steel, y el Louis Jourdan de THE PARADINE CASE (El proceso Paradine, 1947. Alfred Hitchcock). En cualquier caso, una mirada distanciada sobre la película sin duda revela el interés que el cine norteamericano tenía a la hora de apostar por las cualidades que, a todos los niveles, les permitía el cine británico, y que en aquellos años brindó a numerosos realizadores, intérpretes y técnicos norteamericanos, poder trabajar en dichas tierras, integrándose en aportaciones de géneros entroncadas en este país. El título que nos ocupa es un ejemplo claro de ello, especialmente destacable –dentro de su relativa insustancialidad-, en la medida que en Inglaterra se lograron reunir Rapper –uno de los realizadores más ligados a la andadura de Bette Davis-, y la propia estrella, brindado esta un rol sobre el que, quizá sin ella intuirlo, se marcarían los rasgos más destacables de su andadura posterior.

 

Me gustaría destacar para finalizar que el plano que finaliza la película, con la estridente risotada de la Davis en un primerísimo plano, es evidente que retoma el instante similar protagonizado pocos años antes por Gloria Swanson en la célebre SUNSET BOULEVARD (El crepúsculo de los dioses, 1950. Billy Wilder). Lo dicho, una curiosidad para cualquier amante de la filmografía de Bette Davis, así como una discreta película de intriga, en la que no faltan matices irónicos de comedia, de la que convendría destacar la fuerza expresiva de la mansión en donde se desarrollan buena parte de sus secuencias, donde el sesgo teatral tiene una excesiva presencia, y en la que un superior grado de arrojo en su puesta en escena, nos hubiera permitido contemplar un resultado mucho más valiente y atractivo del que finalmente se muestra en la pantalla.

 

Calificación: 2

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