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CINEMA DE PERRA GORDA

HANNIBAL RISING (2007, Peter Webber) Hannibal: el origen del mal

HANNIBAL RISING (2007, Peter Webber) Hannibal: el origen del mal

Dentro de los vericuetos y servilismos hacia lo políticamente correcto, hay facetas o productos en todas las vertientes artísticas, incluso lanzados desde un planteamiento puramente comercial, en las que resulta de no muy buen grado poder hablar más o menos bien de ellas, so pena de incurrir de pecado de lesa gravedad. Bajo mi punto de vista, HANNIBAL RISING (Hannibal: el origen del mal. 2007. Peter Webber) es un ejemplo pertinente de esta afirmación, hasta el punto de que podría afirmarse que antes de su estreno eran muchos los que estaban afilando los cuchillos para cuestionar el resultado de esta producción del avispado Dino De Laurentiis, empeñado en explotar el filón originado por el personaje creado por Thomas Harris. En esta ocasión lo hizo centrándose en los primeros años del personaje y las posibles búsquedas de las razones que motivaron los terribles rasgos de su personalidad adulta. Es en ese momento donde me gustaría intentar justificar mi opinión relativamente discordante. Y es que si en su conjunto, HANNIBAL RISING no me parece más que una película que en su conjunto no sobrepase el nivel de la discreción, lo cierto es que creo en ella se unen una serie de factores que al menos justifican su propia existencia. Todo ello, unido al hecho de que tampoco creo que se puede considerar la celebérrima THE SILENCE OF THE LAMBS (El silencio de los corderos, 1991. Jonnathan Demme) como esa obra maestra comúnmente aceptada –en ella están presentes algunas trampas argumentales y narrativas inaceptables-, me lleva a pensar en una relativa mitificación del personaje que tan admirablemente encarnó Anthony Hopkins en aquella ocasión.

 

Ciñéndonos al título que nos ocupa, es indudable que no son pocos los momentos cuestionables que en su desarrollo están presentes. Entre ellos, uno nada baladí sería la presencia de una molesta banda sonora de Illan Eshkeri y Shigeru Umebayashi, empeñada en subrayar machaconamente cualquier situación planteada, y también la completa sensación existente de asistir a una propuesta dramática absolutamente endeble. Tal es así que la sucesión de crímenes mostrada en su metraje –algunos de ellos de notable refinamiento-, me hacen parecer como una reedición de los perpetrados por el inolvidable Vincent Price de la simplemente aceptable THEATER OF BLOOD (Matar o no matar, este es el problema, 1973. Douglas Hickcox) o sus dos películas encarnando al Dr. Phibes. Es evidente que el planteamiento dramático, por más que intente buscar motivaciones sobre el germen que provoca la malignidad de Lector en su infancia –enmarcadas en el cruel asesinato de sus padres en la II Guerra Mundial, y el posterior crimen de su hermana menor a cargo de unos caníbales soldados nazis-, en el fondo está envuelta en el ámbito de los esquematismos y lugares comunes. Ejemplo de ello sería la recurrencia a unos torpes e innecesarios flash-backs que nos van mostrando paulatinamente la realidad de aquella situación terrible vivida por el joven Lector, o la propia sucesión de convenciones en que se convierte la peripecia inicial del protagonista, que en realidad poco difieren de cualquier título policíaco o de terror con venganza de por medio. Dicho esto ¿por qué pese a todo me atrevo a valorar de manera no absolutamente negativa el conjunto narrado por Peter Webber? En primer lugar, creo que la película sabe lograr una atmósfera y un tempo adecuado. Que un título de estas características, donde la impronta del productor es obligadamente notoria, consiga ceñirse a un rasgo de suspense clásico, que la vertiente gore del relato esté lo suficientemente dominada y que, fundamentalmente, podamos advertir la aplicación de una impronta visual definida en una adecuada utilización de la pantalla ancha, unido a una impecable filmación de exteriores, logran no solo ofrecer una cierta prestancia al conjunto, sino fundamentalmente a contribuir al logro de una atmósfera de misterio que, en definitiva, se erige como uno de los mejores aliados de la película –quizá para otros ello sea sinónimo de lentitud argumental-.

 

Y junto a ello, es indudable que HANNIBAL RISING se beneficia de la perfecta elección del joven Gaspard Ulliel a la hora de encarnar al célebre personaje en su etapa juvenil. Se que la controversia también ha dominado esta presencia, pero más allá de los excesos que pone en práctica en la secuencia del enfrentamiento final con Vladis Grutas (Rhys Ifans) –que por otra parte se erige en su conjunto como una de las más endebles del film-, su trabajo es modélico en la carismática malignidad que dispone en su presencia en la pantalla. Decididamente, Ulliel está destinado a convertirse en una de las grandes estrellas del cine europeo, y por ello resulta triste que esta su “puesta de largo” ante el cine internacional no le haya permitido un merecido reconocimiento. Tiempo al tiempo.

 

Calificación: 2

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