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CINEMA DE PERRA GORDA

WAKING LIFE (2001, Richard Linklater) Waking life

WAKING LIFE (2001, Richard Linklater) Waking life

Equidistante y al mismo tiempo relacionada con títulos tan contrapuestos como ABRE LOS OJOS (1997, Alejandro Amenábar) o THE SIXTH SENSE (El sexto sentido, 1999. M. Night Shyamalan), WAKING LIFE (2001) se ofrece al espectador sin embargo, como una propuesta inusual. Una película de alguna manera única, aunque la misma fácilmente pueda ser insertada dentro de la singularidad y capacidad de riesgo que preside el personal mundo cinematográfico de Richard Linklater. Merecidamente, la que supone una de sus propuestas más personales, ha adquirido ya un status de cult movie, y es sin duda un rango que el propio realizador perseguía, a la hora de plasmar en la pantalla uno de los estados más complejos de trasladar a la pantalla; el del mundo del subconsciente, un estado alterado de consciencia o, quizá, la expresión visual del eterno sueño… ese que afirma que es aquel del que no se puede jamás despertar en su propio cuerpo. A partir de esas premisas, el film de Linklater  -rodado tras el que quizá suponga el título más prescindible y convencional de su filmografía; THE NEWTON BOYS (1998) y poco antes de otro magnífico experimento cinematográfico; TAPE (2001)- plantea un recorrido inconexo, basado en la fuerza de la imagen y el poder de la palabra, en el que un joven y despierto muchacho, de manera casi instintiva se ve abocado a una búsqueda imposible de la respuesta a los eternos interrogantes de la vida. De este modo, utilizando una combinación de rodaje en imagen real con cámara digital, tratado con una posterior animación de sus resultados, el personalísimo realizador norteamericano –también guionista del proyecto-, propone al espectador un angustioso, lúcido, esperanzador y contrapuesto recorrido de las distintas corrientes de pensamiento que han ido acompañando al hombre contemporáneo. Pensamientos que oscilarán desde la opción más existencialista y desesperanzada –representada en ese joven hastiado de la vida y los condicionantes que esta plantea, que optará por inmolarse rociado de gasolina, en ese grupo de muchachos que recorren la calle hastiados, o en la representación casi tarantiniana de la facilidad en la expresión de la violencia en la vida cotidiana-. También el reconocimiento de la posibilidad de un el viaje por los sueños, una visión de marcado escepticismo en torno a la pretensión humana de la inmortalidad -que es plasmada por un episodio interpretado por Ethan Hawke y Julie Delpy, intérpretes fetiche del realizador- pasando por una mirada casi mística del papel de la propia imagen cinematográfica. WAKING LIFE desarrolla su metraje como una especie de extraña sinfonía musical –punteada en ocasiones con música de tango-, en el que sus diferentes episodios y sucesión de personajes se ofrece de manera en apariencia caprichosa e inconexa, pero que poco a poco van revelando la auténtica faz de un crisol de pensamientos, impresiones y visiones, que se resuelven con un sorprendente grado de conexión.

 

Una conexión que precisamente alcanza en las propias contradicciones de sus enunciados un alto grado de verdad cinematográfica. Esa sucesión de reflexiones en voz alta –que toman como hilo conductor la eterna sed de conocimiento absoluto manifestada de forma callada por el joven e inquieto protagonista-, que logran en sus diferentes grados de presencia en pantalla o incluso en la propia definición o estética mostrada en sus plasmaciones visuales una extraña compenetración. Cierto es que en un determinado momento la película puede acusar un cierto grado de hastío en una cierta reiteración de su fórmula. Sin embargo, es un mérito de Linklater lograr remontar dicha circunstancia, insertando en el momento oportuno, la que quizá suponga la revelación más arriesgada del relato. Ese episodio final que se inicia con la manifestación de una filosofa en la pantalla televisiva que recorre de manera cansina el protagonista, revelando que quizá la existencia de la vida postmortem, pueda representarse en un estado de conciencia alterada, definido por la imposibilidad de retornar al cuerpo. Será un apercibimiento que para este llevará a un cierto grado de angustia existencial –hasta entonces su grado de implicación emocional le convertía en un personaje pasivo-, que le llevará hasta la confesión que le ofrecerá el que fuera inicialmente compañero de un extraño viaje en taxi –encarnado por el propio realizador-. Este le remitirá a reflexiones místicas surgidas de la mente del escritor Philip K. Dick, planteando en esencia una demoledora y al mismo tiempo simple definición de la eternidad “el momento que llega después de esa lucha del ser humano –imbricado en el tiempo- por evitar encontrarse con ella”. Probablemente a esta, como a otras muchas de las disgresiones filosóficas que emana del casi siempre apasionante metraje de WAKING LIFE, se le puedan oponer opiniones contrapuestas. Sin embargo, el mérito de la película estriba en la capacidad para articular un conjunto de reflexiones de alcance metafísico, sintetizando todo un recorrido dispuesto en breves episodios, reflexiones e incluso viñetas, que alcanzan en esa plasmación aparentemente “naïf” de sus imágenes, una textura por momentos vaporosa, contrapuesta, atractiva y, casi siempre, fascinante.

 

Ciertamente, la singularidad del film de Linklater confirma el carácter experimental de una filmografía en la que a dicha inquietud formal y temática cabe añadir que la misma despierte en todo momento un resultado cinematográfico brillante. Es a mi juicio el ejemplo opuesto al que brinda Steven Soderbergh –que aparece fugazmente en el film-, a partir de una filmografía en líneas generales dominada por su pretenciosidad –se que es una opinión muy personal-. Por el contrario, en un título como este, como en otros como los ya citados TAPE o el posterior BEFORE SUNSET (Después del atardecer, 2004), nuestro realizador logra trasladar un equilibrio entre pretensiones y resultados, logrando al mismo tiempo que su capacidad para lograr apostar por nuevos caminos, sino en el lenguaje cinematográfico, sí en la manera de agilizar la expresión de las mejores virtudes de la imagen fílmica, logre trasladar a la pantalla unos resultados ágiles y definidos por su verdad. Una verdad probablemente, como sucede en el título que nos ocupa, imposible de concluir de forma tangible, pero que al menos se intenta plasmar, siquiera sea el caso, mediante una manera original al ser expresados en la pantalla, y de cuya fórmula retornaría a abordar en la posterior A SCANNER DARKLY (2006)

 

Calificación: 3’5

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