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CINEMA DE PERRA GORDA

SEPTEMBER AFFAIR (1950, William Dieterle)

SEPTEMBER AFFAIR (1950, William Dieterle)

Escondido y casi nunca citado entre aquellos escasos aficionados y comentaristas cinematográficos que se han molestado en indagar por la tan desigual como generalmente interesante filmografía del alemán William Dieterle, SEPTEMBER AFFAIR (1950) me ha supuesto un gozoso descubrimiento. Incluso Hervé Dumont lo cita sin especial cariño en su muy interesante trabajo sobre la trayectoria de Dieterle, editado con motivo de la retrospectiva que protagonizó en el Festival de San Sebastián 1994. Y sin embargo, incluso teniendo en cuenta que su argumento plantea ecos nada velados de títulos representativos del melodrama romántico, como INTERMEZZO –en cualquiera de sus dos versiones- o BRIEF ENCOUNTER (Breve encuentro, 1945. David Lean), o incluso el más lejano LOVE AFFAIR (Tu y yo, 1939) de Leo McCarey, lo cierto es que la fuerza, cadencia, delicadeza y sensibilidad demostrada por Dieterle en el título que comentamos, a mi juicio debería permitirle por derecho propio incluir esta jamás reconocida película, en una imaginaria galería de grandes títulos románticos ofrecidos por el cine. No se trata de una cuestión de planteamientos o situaciones, sino de formas, de maneras de expresar con entrega cinematográfica argumentos sin duda plasmados en la pantalla en mil y una ocasiones. Una vez más, apostamos por el triunfo de la sensibilidad de la pantalla, ese elemento mágico que puede permitir, a pesar de partir de bases manidas o de escasa consistencia, alcanzar cotas de auténtica grandeza.

 

Nos encontramos en una Roma que emerge de los traumas de la II Guerra Mundial, convertida en un marco aparentemente idílico para turistas sensibles o, quizá, deseosos de huir de la rutina de sus vidas. Uno de ellos es el empresario David Lawrence (Joseph Cotten). Se trata de un hombre que ha huido de su vida habitual, en cuyo entorno es un hombre aparentemente definido por el éxito. Empresario triunfante, casado y con un hijo, en realidad vive unas vacaciones en Italia como búsqueda de un punto de reflexión en el que encaminar su futuro. Un futuro al que el destino ofrecerá una prueba; su encuentro con Manina Stuart (Joan Fontaine). Ella es una concertista de piano que se dispone a viajar a New York para ofrecer un recital que, probablemente, le brindaría una ocasión para su vocación profesional. Ambos se conocerán en pleno vuelo y, a causa de una parada para resolver una avería, de repente protagonizarán una fugaz visita a Nápoles que marcará sus vidas. No sería la primera vez en la que Dieterle plasmara esa fascinación romántica, casi producto de una ensoñación cercana al fantastique. Estaba no muy lejano en el tiempo el ejemplo de la magnífica PORTRAIT OF JENNIE (Jennie, 1948) o la previa LOVE LETTERS (Cartas a mi amada, 1945) –ambas protagonizadas igualmente por Joseph Cotten-, de cuyas virtudes se impregna por completo esta película, escorada más en su vertiente romántica, pero que en modo alguno desdeña internarse en unos terrenos que –justo es reconocerlo-, domina a la perfección, logrando transmitir al espectador una serie de sensaciones y emociones que trascienden el estado de ánimo de sus protagonistas. Esta sensibilidad no impide que Dieterle, desde el primer momento, logre trascender la condición de “relato turístico” en que podría quedar enclavada por sus características. Lo hace, en primer lugar, no obviando en ningún momento en mostrar esa Italia aún dominada por las secuelas de la II Guerra Mundial –la alusión de la novia de Mussolini que formula el guía a David en los primeros compases del film, el encuadre que muestra las huellas de la guerra en las ruinas de Nápoles, la alusión a ese soldado ausente y presumiblemente muerto, que dejó en una vieja taberna un lote de discos… -. A partir de ese encuentro casi fugaz, David y Manina vivirán una especie de ensoñación amorosa, una intensa ilusión que penetrará en su interior a modo de encantamiento, y que tendrá su punto de inflexión al escuchar en la vieja taberna napolitana el hermoso tema September Song –en la voz de Walter Huston-. Hay que tener una enorme capacidad de convicción para insertar la totalidad de esa canción, en un episodio admirable y de gran riesgo cinematográfico, en el que el espectador asistirá al modo en el que esos dos casi desconocidos, viven en carne propia la fuerza irresistible de un amor, proyectándose en ellos unos deseos que, probablemente, llevaban muy adentro de sí mismos. Estoy convencido que nos encontramos ante uno de los fragmentos más memorables del cine de Dieterle, prefigurando el destino inmediato de nuestros dos protagonistas. Ambos regresarán tarde al avión que ya ha despegado de Nápoles, planteándose en ellos la posibilidad de vivir unos días juntos recorriendo la zona. Evidentemente, se ha planteado ante ellos una situación irreal, que vivirán con la intensidad de un asidero a sus vidas. Los dos inconfesados amantes visitarán las ruinas de Pompeya –antes de que lo hiciera Rossellini en VIAGGIO IN ITALIA (Te querré siempre, 1954)- y se sumergirán en una intensa vivencia romántica, como si de este inesperado encuentro se plasmara en ellos una oportunidad para encontrar un sentido a sus vidas. Será algo que se planteará con mayor intensidad si cabe, cuando descubran que ese vuelo que perdieron, se estrelló en el mar y murieron todos sus tripulantes. Ante ellos se planteará la posibilidad de dar un paso adelante, intentando asumir una nueva vida en común, para la cual Manina solo renunciaría a su proyección profesional, mientras que para David plantearía la liberación de su esposa, a la que había solicitado reiteradamente el divorcio, algo a lo que últimamente se había negado.

 

Para ello, mediante una argucia legal de este y la ayuda que les prestará la vieja profesora de piano de Manina –Maria Salvatini (Françoise Rosay)-, lograrán los medios económicos necesarios para trasladarse a un viejo palazzo de Florencia. En dicho marco, rodeado de estatuas y viejos objetos artísticos, y en una ciudad definida como una de las expresiones máximas del arte en el mundo occidental, nuestros protagonistas creerán vivir la expresión más sincera, perdurable e irrepetible de su amor, aunque en realidad este no sea más que la proyección de las frustraciones y temores de ambos, desarrollada por la magia del destino y con la confluencia de un entorno casi mágico, que ha logrado penetrar en sus almas. Es por ello, que quizá la valoración de SEPTEMBER AFFAIR no haya alcanzado jamás la categoría que merece. Mirado como un melodrama que finalmente concluya con la claudicación de los dos amantes –como ha creído detectar el ya citado Hervé Dumont-, podríamos pensar que se trata de uno de tantos dramas burgueses o incluso con trasfondo moralista y reaccionario. Sin embargo, no creo que sea esa la intención que plantea esta bellísima película. Antes al contrario, creo que esta se plantea como un auténtico sueño, una experiencia al límite de la credibilidad humana, recreada por dos seres de sensibilidad acusada y opuesta, intentarán fundirse ante un entorno ensoñador. En este sentido, los ecos del fantastique resuenan no demasiado lejanos, expresados en esta película a través de esa casi enfermiza sensualidad que baña cada encuadre, en una Florencia invadida de obras de arte que pueden casi nublar la noción de la realidad, y en una vieja mansión llena de evocaciones, en las que casi todos sus encuadres muestran asfixiantemente el eco de un pasado dominado por la sensibilidad. En este sentido, el film de Dieterle alcanza unas cotas de entrega cinematográfica de tal calibre, que el espectador se encuentra en todo momento hechizado ante la fuerza, el vigor y la delicadeza que muestra su casi inapelable progresión dramática.

 

Como si fuera un intermezzo, y adelantándose en ello a las excelencias ofrecidas por Leo McCarey en su posterior AN AFFAIR TO REMEMBER (Tu y yo, 1957), el film de Dieterle discurre con una convicción admirable, dejando en todo momento la patina de unos sentimientos aparentemente inamovibles, pero a los que la ingerencia de elementos puntuales, harán revelar la falsa ilusión que asumen los protagonistas de este auténtico “hechizo de amor”. Mientras tanto, en USA la viuda y el hijo de David acudirán finalmente a Italia para recorrer los lugares que este visitó, buscando conocer a esa Maria Salvatini con la que tuvo relación el aparentemente difunto. Allí casualmente se encontrará Manina, a la cual el hijo reconocerá como otra de las pasajeras del vuelo en que viajaba su padre. Será la señal que este necesita para intuir que su padre sigue vivo. Una noticia que Catherine (Jessica Tandy), la esposa de David, asumirá con enorme alegría, ya que hasta entonces se había autoinculpado como la causante involuntaria de la muerte de su marido. Evidentemente, será este un elemento insalvable de cara a nuestra protagonista para proseguir en su sincera relación con su amado, decidiendo conocer a la esposa de este, aunque finalmente solo podrá conversar con su hijo –David Jr. (Robert Arthur)-, quien le entregará una carta que su madre había escrito a su padre, en la que le otorga agradecida la concesión del divorcio. Será todo ello un contexto que harán florecer viejos recuerdos y raíces en el interior de David, mientras que Manina asumirá interiormente que su intenso amor fue fruto de una ilusión intensa, pero pasajera. Abandonarán el palazzo, dirigiéndose en avión a USA –en pleno vuelo la sensible pianista descubrirá como David ya ha olvidado el hechizo que para ellos supuso Capri, prefiriendo detenerse en anotar detalles de su retorno profesional-. La lucidez de la pianista le hará advertir la fragilidad de la situación, pese a que en apariencia esté dispuesta a seguir el sendero iniciado. Su debut en New York será apoteósico, y además nos brindará una secuencia de descripción coral de personajes, provista de una fuerza irresistible. Mientras esta ejecuta su concierto, la interpretación nos servirá para reconocer los sentimientos del resto de personajes que encierra la historia. David se encuentra entre bastidores, algo temeroso; su hijo está entre el público, admitiendo en su semblante los motivos por los que su padre apostó por la sensibilidad de esta mujer de gran talento; su madre escucha atormentada el concierto por la radio, mientras que finalmente la cámara recordará a la veterana Maria, que se encuentra recostada en un sofá, ojeando unas partituras… Un auténtico tour de force, un fragmento de enorme intensidad, en el que la fuerza de la música contribuirá para acentuar los sentimientos emanados por todos sus personajes, y que por derecho propio debería quedar inserto entre los grandes momentos del melodrama cinematográfico de los años 40 y 50.

 

Indudablemente, Dieterle logra en esta película conjugar y al mismo tiempo ser uno de los precursores en la utilización de escenarios europeos como marco de un interludio amoroso. Una vertiente en la que se lograron títulos de interés y también otros de escasísimas cualidades. Sin embargo, en pocos de ellos se puede ofrecer esa capacidad para expresar en la pantalla unos sentimientos muy íntimos, en donde un encuadre, la inflexión de un recitado, el mero hecho de que el fondo de un plano aparezca bañado con la otoñal caída de hojas de árboles, o la conjunción entre la banda sonora, la inclusión de piezas de música clásica, o la permanente presencia de objetos artísticos, pueden ejercer como fruto, marco o consecuencia de una exacerbación de los sentimientos. Evidentemente, el realizador alemán se encontraba en un momento difícil de su trayectoria, trufada de éxitos cercanos, pero dominada en aquel momento por cierta carencia de personalidad. Ello no fue impedimento para que con SEPTEMBER AFFAIR lograra, bajo mi punto de vista, uno de los títulos más logrados de toda su filmografía. En él, la implicación de Victor Young con su banda sonora y la química que mantienen unos excelentes Joseph Cotten y Joan Fontaine, contribuyen decisivamente a concluir de su conjunto un auténtico logro, y una atrevida incursión a partir de los códigos del melodrama, sublimados, tamizados e impregnados, de la irresistible fragancia del amor imposible. Un film casi memorable.

 

Calificación: 4

3 comentarios

Jorge Trejo -

Sinfonía Otoñal la vi en su tiempo y al igual que a Juan Carlos me conmovió enormemente, el hecho de volverla a ver por internet me hizo buscar tu crítica a tan bella película, gracias por ella.

Feaito -

Una vez más, una magistral crítica que recupera una gran película, injustamente infravalorada de William Dieterle, aimismo injustamente subvalorado, a pesar de su variado y valioso aporte cinematográfico. Magnífica película del género romántico, nada más que agregar. El descubrimiento de este blog ha sido lo mejor que me ha pasado estos últimos años. Felicitaciones Juan Carlos.

Juan Carlos Madeo -

"September Affair", conocida en Argentina como "Sinfonía Otoñal", fue una Película que me llegó, junto con Casablanca; a lo más profundo de mis sentimientos, sobre todo, en una época de mi Juventud que nos conmovía todo lo sentimental y romántico.- Quisiera volver a verla, porque no la he podido conseguir ni en Video ni en CD.- Juanca.-