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CINEMA DE PERRA GORDA

BOBBY (2006, Emilio Estevez) Bobby

BOBBY (2006, Emilio Estevez) Bobby

La voluntad de plasmar un revisionismo histórico combinando la añoranza de un periodo que se presume la última pérdida de la inocencia, con la admiración por una figura que se intuía esperanzadora, y las notables semejanzas que aquella situación se plantea con los tiempos recientes en la vida norteamericana, son rasgos que se dan cita en BOBBY (2006), el prometedor aunque no plenamente logrado debut del hasta ahora actor Emilio Estévez. Hijo del sempiterno liberal Martin Sheen, prototipo del intérprete “kennediano” en su personalidad cinematográfica, no resulta difícil intuir en la figura aún escasamente definida de Estevez, la de un demócrata que ha intentado utilizar como elemento de base esta convicción en su primera experiencia como realizador. Un bautizo como mettre en scène para el que no ha dudado en describir un cuadro coral, repleto de personajes más o menos anónimos, reunidos en el Hotel Embassador de Los Angeles, en la noche de junio de 1968 donde se consumó el asesinato del senador Robert Kennedy. Un crimen cometido tras concluir la fiesta en la que celebraba el triunfo de las primarias de California, y prácticamente se encontraba despejado su camino para recibir la nominación como candidato presidencial de los Estados Unidos por el partido demócrata.

 

Más allá del sorprendentemente fácil paralelismo que BOBBY ofrece con la situación norteamericana de nuestros días, lo cierto es que el film de Estevez quiere funcionar al mismo tiempo como denuncia y evocación. El debutante realizador  añora aquellos tiempos, quizá demasiado, impidiendo esa excesiva mitología de la figura del joven Kennedy –desprovista de todo matiz crítico- que la película pueda erigirse como un documento preciso y necesariamente ambiguo. Esa ambigüedad que tan bien le sentaba a JFK (JFK, Caso abierto, 1991. Oliver Stone) –dentro de su recorrido por el tenebroso mundo de las conspiraciones-, y que en esta ocasión de alguna manera queda en un apunte acrítico hacia un candidato que, aunque nadie puede afirmarlo con posterioridad, es probable que se hubiera alzado con la presidencia norteamericana y, con ello, contribuido a una necesaria distensión de la política USA. Pero a la hora de valorar una película, que duda cabe que lo pertinente es atender a la capacidad de sugerencia y acierto de su propuesta visual, antes que a consideraciones de cualquier otra índole. En este sentido, BOBBY revela unas capacidades quizá aún no plenamente sedimentadas, una voluntad de ofrecer una escritura notable y unas intuiciones a nivel de guión igualmente reveladoras, aunque bien es cierto que el conjunto de todas estas vertientes no se muestra con la madurez que pedía a gritos la ambiciosa propuesta planteada. En su lugar, Estevez apuesta por la presencia de demasiados personajes –algunos resultan especialmente valiosos, aunque otros aparezcan francamente prescindibles-. A partir de este planteamiento, resulta claro que la función narrativa se muestra especialmente decidida a envolver sus incidencias, buscando además por un lado integrar en ellos una vertiente documental –a mi juicio bastante lograda-, mientras que por otro se apuesta por una vertiente nostálgica –la reconstrucción embellecedora de la ambientación de época, la incorporación abusiva de sonidos musicales representativos del momento-, que bajo mi punto de vista resulta en no pocas ocasiones un cierto lastre para el film.

 

Es decir, que nos encontramos ante un conjunto ambicioso, que por momentos no duda en apostar por los arrebatadores modos narrativos del Paul Thomas Anderson de la ya canónica MAGNOLIA (1999) –esa canción que en un momento determinado servirá para unir las acciones paralelas de todos los personajes-, pero ante el que en bastantes momento se aprecian sus desequilibrios. Vaivenes que quizá se centren fundamentalmente en debilidades de guión, al intentar llevar a la pantalla una galería demasiado extensa de personajes, algunos de los cuales –o de sus incidencias- como antes señalaba devienen prescindibles. Dejo a la impresión de cada uno de los lectores la elección de ambas posibilidades si mostraran su acuerdo con mi visión, pero lo cierto es que incluso en algunos momentos de la película las incidencias de sus personajes parecen circunscribirse en meros momentos destinados al lucimiento de los intérpretes. En este sentido, algunas de las secuencias que acompañan el desarrollo del personaje de la estrella de la canción que encarna Demi Moore, a mi modo de ver adquieren esa molesta sensación de plantearse como mero pretexto para la a mi juicio insoportable performance de la actriz. Una de las pocas, por otra parte, de las que cabe atribuir la condición de molesta, ya que el “ensemble cast” de BOBBY supone uno de los grandes atractivos de la cinta. El conjunto de intérpretes –en los que se observa un entusiasmo generalizado, como si quisieran demostrar con su implicación en el proyecto una identificación que superara lo meramente profesional- funciona con un especial cuidado a la hora de su selección en función de sus características físicas y adecuación a sus personajes, siendo en cualquier caso consciente que esta habilidad podría permitir que algunos de los actores seleccionados, definidos por su escaso talento –Joshua Jackson, Christian Slater, la mencionada Demi Moore-, puedan incluso salir airosos del empeño. En el terreno opuesto, y dentro de un abanico de personajes tan amplio, permítaseme destacar la entrega demostrada por unos portentosos Sharon Stone –a mi juicio en el mejor papel de su carrera- o Laurence Fishburne. Es precisamente gracias a la interacción de líneas de guión adecuadas, una puesta en escena más relajada y no tan pendiente de movimientos de cámara laberínticos –no siempre justificados-, y unos intérpretes especialmente entregados a su labor, cuando la película logra alcanzar su máximo grado de plenitud. Es a ese respecto cuando cabe destacar el conmovedor episodio que se desarrolla en las cocinas del hotel, a partir de la entrega por parte del humilde inmigrante mexicano José Rojas (Freddy Rodríguez) de un par de entradas de un partido de béisbol al carismático Edward Robinson (Fishburne). La extraordinaria modulación de la escena, el adecuado fondo musical, la portentosa fuerza que el actor de color imprime a sus diálogos y la mirada compasiva de Rodríguez, logran articular un episodio tan hermoso y emotivo, como dolorosamente sincera puede ofrecerse la confesión del veterano Nelson (Harry Belafonte) ante John Casey (Anthony Hopkins), al expresar la irremediable llegada de una vejez que se hace presente en su vida diaria. Es decir, por lo general, BOBBY funciona con mayor pertinencia cuando su propuesta saber articular e indagar con acierto en la psicología y la fuerza de sus personajes –el episodio que nos muestra la boda de un joven objetor de la guerra de Vietnam-, olvidándose de la definición que este podría alcanzar a la hora de ser incorporado en el guión como representativo o definitorio. Es algo que, por fortuna, la película alcanza en bastantes ocasiones. En este sentido, el film de Estevez va de menos a más, y esas objeciones que podemos hacerle a una duración excesivamente dilatada, o a cierto carácter nostálgico, paulatinamente se irán desvaneciendo, dejando finalmente paso al fragmento que realmente marca la auténtica finalidad a la película.

 

En este sentido, BOBBY sería uno de los ejemplos recientes más valiosos que podrían apelar para demostrar la capacidad que tiene una producción a la hora de alcanzar un determinado de grandeza en función de la incorporación de una conclusión brillante. Ciertamente, su episodio final permite en sí mismo alcanzar una catarsis, al tiempo que ejercer como una sublimación del devenir de sus personajes. En ese culmen de dramatismo y emotividad, la escenificación del asesinato de Robert Kennedy combinando imágenes documentales con la integración de la ficción del film, logra mostrarse como un auténtico y virtuoso ballet emocional, que sin duda contribuye a dejar de lado ciertas ligerezas previamente existentes, al tiempo que justificar una serie de modos narrativos que en el metraje previo se nos antojaran discutibles –confieso que el episodio llegó a conmoverme-.  A partir de la auténtica filigrana que ofrece esta conclusión, lo cierto es que el film de Estevez deja entrever no pocas facultades para el debutante director. Pese a una serie de defectos que podrían resumirse en una cierta ligereza y limitación a la hora de articular su planteamiento dramático y una cierta visión nostálgica e idílica, hay algo más que maneras en esta película de debut. Esperemos que un segundo título nos muestre que estamos ante algo más que un realizador de film único, y ratifique su versatilidad a la hora de plantear conflictos dramáticos, por muy lejanos que estos inicialmente le pudieran parecer.

 

Calificación: 3

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