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CINEMA DE PERRA GORDA

THE PLAINSMAN (1936, Cecil B. De Mille) Búffalo Bill

THE PLAINSMAN (1936, Cecil B. De Mille) Búffalo Bill

Dos son los elementos que sobresalen y proporcionan carácter a esta finalmente curiosa y apreciable THE PLAINSMAN (Búffalo Bill, 1936. Cecil B. De Mille) -mal titulada en España en el momento de su estreno-. Estos se centran en la presencia de cierto estatismo heredado del cine mudo que se aprecian en varias de sus secuencias –especialmente aquella que sirve de presentación al malvado Lattimer (Charles Bickford)-, mientras que en muchos otros de sus momentos se observa una extraña inclinación hacia la comedia, a la que quizá no sería ajena la presencia como pareja protagonista de unos Gary Cooper y Jean Arthur recién salidos de MR. DEEDS GOES TO TOWN (El secreto de vivir, 1936. Frank Capra),  y ya consagrados como dos de los más valiosos intérpretes del género en los años de la screewall comedy. Sin embargo, esa mirada tamizada en la comedia no se centra única y exclusivamente en los rasgos y tics aportados por sus protagonistas, sino que se extienden igualmente en la visión que se tiene de los indios, en ocasiones dominados por un alcance burlesco casi entroncado con el slapstick.

 

Son matices y elementos que sirven para enmarcar esta insólita producción de la Paramount, que podríamos determinar se encuentra a medio camino en todas y cada una de las vertientes a las que apuntan sus imágenes, sin que por ello debamos hablar de fracaso, ya que el film de De Mille se inclina en esta ocasión por una vertiente intimista, contrastando con ello su sempiterna mirada revestida de impostura historicista y engolada. Es en esa cuestión donde nos encontramos con una película que aparenta las formas de un grand western, deslizándose paulatinamente por el sendero de la mirada sobre el trío central de personajes, y abandonando cualquier aspecto más o menos relacionado con el seguimiento importado de la historia –aunque en su desarrollo se planteará de manera completamente elíptica el asalto de Little Big Horn-. Es un eje de referencia sin embargo, que si que se utilizará en los momentos iniciales, planteando la decisión de Abraham Lincoln de buscar apaciguar las fronteras existentes del país debido al retorno masivo de soldados tras la guerra civil, que preludiaría una saturación de la oferta de mano de obra laboral. Por ello apostará por la inserción de un porcentaje de estos soldados en la vida del Oeste, abriendo con ello una posibilidad de progreso. En pocos instantes se acertará en describir esa situación, intercalando en ella el asesinato del presidente y la presencia de unos aviesos negociantes empeñados en difundir la venta de un nuevo fusil, para lo cual no dudarán en negociar con las tribus más pacíficas de indios.

 

A partir de dicha premisa, la película centrará su atención en la relación que se mantiene entre Wild Bill Hickok (Gary Cooper), Buffalo Bill (James Ellison) y Calamity Jane (Jean Arthur). Una vinculación que, de manera solapada, no excluye el matiz homosexual, en la medida en encontrarnos con un auténtico triángulo sentimental en el que su vértice femenino queda expresado en una mujer de maneras masculinas –Calamity-, la propia definición física de Bill se expresa con un aspecto aniñado y en algunos elementos femenino, mientras que resultan evidentes las suspicacias que la recién comprometida esposa de Bill –Louisa (Helen Burgess, fallecida prematuramente al año siguiente, con apenas veinte años de edad)- expresa hacia la figura absorbente de Hickok. No sería nada nuevo, por otra parte, la presencia de matices de esta vertiente en el cine del puritano De Mille, en la medida que la expresión cruda de la sexualidad fue siempre una de las vertientes más conocidas y perdurables de su filmografía, manifestándose reiteradamente en el devenir de la misma. Es más, esa inclinación del realizador por secuencias dotadas de un especial alcance perverso, tendrán diversas manifestaciones y detalles de alcance incluso macabro, alcanzando su cénit en la secuencia en la que Hickok es sometido a la terrible tortura de ser colgado en una viga de madera, siendo ubicado encima de una hoguera, para lograr con ello la confesión de él o de Calamity sobre el lugar donde los hombres de Custer están realizando una misión estratégica que iría en menoscabo de la actividad de los indios.

 

Antes señalaba esa sensación de que THE PLAINHMAN se queda en un agradable medio camino de las vertientes que apunta. Como relato de ascendencia histórica, De Mille sirve los mínimos apuntes de guión necesarios para lograr insertarlo en la mirada retrospectiva del mismo. Como western propiamente dicho, la película ciertamente no alcanza el debido dinamismo, escorándose de manera más acusada en una mixtura de melodrama, comedia y relato aventurero, en el que la cotidianeidad de su desarrollo, el acierto parcial en el planteamiento de ciertas secuencias destacadas en su matiz descriptivo y cierto estatismo formal, se darán de la mano en una visión finalmente reveladora sobre la muerte del antiguo Oeste. Una mirada que de alguna manera sirve como conclusión natural el relato, pero que prosiguiendo con esa nuance gay que a mi modo de ver muestra claramente el film de De Mille, podría establecerse como única manera de asumir una relación imposible entre los dos protagonistas masculinos del relato. Y es que es la única manera con la que se podría asumir claramente el sacrificio personal del rol encarnado por Cooper, es precisamente entendiendo la imposibilidad de una realización personal con su viejo e incondicional amigo. Ahí tenemos un claro exponente en los que tras la superficie de un relato hagiográfico, se escondía la plasmación de una amistad más próximo a los dobles sentidos que pocos años después, sería moneda corriente en el cine de Howard Hawks. También en los rígidos códigos del cine de Hollywood de aquellos años, en ocasiones las apariencias engañan.

 

Calificación: 2’5

2 comentarios

Segundo de Vicente -

A pesar de los periódicos intentos por parte de la crítica a lo largo de las décadas de "rehabilitar" a De Mille, éste no ha salido de su purgatorio. En lo que a la obra sonora se refiere, en sus películas se nota un tono de estudio y una carencia de medios que las hace frías y estáticas. Al tratarse de epopeyas bíblicas, westerns o aventuras en general, molesta la abundancia de escenas en interiores, transparencias stock shots y decorados que "cantan". En "Los diez mandamientos", por ejemplo, sorprende la incapacidad para sacar partido de los exteriores reales, que apenas se distinguen de los decorados de plató. Para no hablar de la mala intepretación y nula dirección de actores.
La obra muda, que apenas conozco, tal vez sea un asunto diferente. Recuerdo una lejana visión de "The golden bed" y más recientes de "Male and female" y "Why change your wife?", películas en las que resalta la vivacidad del ritmo y las excekentes interpretaciones (Gloria Swanson, por ejemplo). Tal vez esta parte de la filmografía sí sea a reivindicar.

Feaito -

Excelente análisis desde un punto de vista, con una mirada bastante original a este filme. Cuando lo vea de nuevo, estaré atento a los elementos contenidos en esta crítica.