THE CHEAT (1915, Cecil B. De Mille) La marca del fuego
Situémonos a más de un siglo atrás. En concreto, en 1915. Fue el mismo año en que David W. Griffith realizaba y estrenaba THE BIRTH OF A NATION (El nacimiento de una nación, 1915), obra tan polémica como fundamental en la evolución del lenguaje cinematográfico. Es decir, nos encontramos en un contexto de especial tensión en la maduración del hecho fílmico. El norteamericano Cecil B. De Mille había debutado el año anterior rodando una decena de títulos, en un periodo donde las películas se planteaban sin las sutilizas de producción de periodos posteriores. Sería una prolífica singladura anual que se prolongó al año siguiente, con títulos que demostraban un determinado grado de pericia narrativa, al tiempo que ya incorporaban elementos consustanciales a su cine. De ese periodo sólo he contemplado con anterioridad dos títulos tan estimables como CARMEN (Carmen, 1915) y la posterior JOAN THE WOMAN (Juana de Arco, 1916). Una reducida expresión a la que ahora incorporo THE CHEAT (La marca del fuego, 1915) en la que con apenas una hora de duración se plantea un apreciable melodrama, inicialmente descrito en un contexto de frivolidad, para alcanzar en su tramo final un cierto grado de intensidad. En él no quedará ajena esa plasmación de un lúbrico contexto sexual, que ejercería como destacado rasgo de identidad de un realizador destacado en su oposición por la adopción de planteamientos dominados por el puritanismo.
La película se inicia en el acomodado entorno acomodado del matrimonio Hardy. Mientras el esposo, Richard Hardy (Jack Dean) no deja de luchar por rentabilizar las inversiones que ha efectuado, y que en un momento determinado les llevarían a la riqueza, su esposa Edith (Fannie Ward) se ha convertido en una mujer frívola que no deja de derrochar el poco dinero del que disponen en esos momentos en objetos innecesarios, y que además no oculta la estrecha amistad que mantiene con el joven y acaudalado empresario nipón Hishuru Tori (un joven Sessue Hayawaka) quien apenas puede ocultar la atracción que le liga a la protagonista. Esta es tesorera de una fundación benéfica y tendrá que custodiar en la caja fuerte de su vivienda diez mil dólares. En una fiesta que ofrece en casa, entregará esos diez mil dólares a un asesor financiero que le hace dudar de los posibles beneficios de su esposo en sus inversiones, pero que asegura a Edith pingues beneficios en muy pocos días si alberga capitales para que este los incluya. Ella le entregará los diez mil dólares que custodia y que, para du desgracia, pocos días después el inversor perderá, máxime cuando por parte de la fundación se le reclama dicha cantidad. La inesperada situación le llenará de pánico, por lo que recurrirá a Tori, quien desde el primer momento se mostrará solícito al entender que con ello va a poderla tener atrapada. Una vez este le entregue ese dinero, y cuando Edith se dispone a devolver la cantidad recibirá la grata nueva de que su esposo se ha hecho repentinamente rico con sus inversiones, y no le costará nada darle esos diez mil dólares -que ella le ha pedido, mintiéndole al decirle que lo hizo en juego-. Pero cuando se dispone a devolvérselos a su amigo japonés, este mostrará la verdadera cara de su personalidad llegando a propasarse con ella, e incluso a marcarla con un sello de su propiedad. Aterrorizada, y buscando huir llegará a dispararle. El drama se ceñirá a su alrededor y, muy pronto, incluso sobre su esposo, que en los últimos momentos ha empezado a albergar sospechas sobre Mary.
THE CHEAT destaca, dentro de las limitaciones que implica su propia configuración -dentro de un relato de tan ajustada duración- al estar inmersa en un ámbito temporal donde el hecho cinematográfico carecía de la complejidad atesorada muy pocos años después, por la ondulación de su entramado dramático. Y es que de entrada destacaremos en su metraje su pintura de personajes. Dentro de una planificación centrada en su montaje, la ausencia de movimientos de cámara y el uso de tintados para describir sus diferentes escenarios, su discurrir poco a poco irá acercándose a un tono de comedia de raíz sexual, algo que De Mille practicaría con especial acierto pocos años después. Esa inclinación hacia un cierto grado de frivolidad al describir ese mundo superficial en el que la protagonista se encuentra como pez en el agua, poco a poco irá adquiriendo un alcance más sombrío, que tendrá su punto de inflexión cuando conozca la ruina que asumirá inesperadamente al perder esos diez mil dólares con los que pretendía obtener extraordinarios beneficios.
A partir de ese momento se sucederá lo mejor de un relato, hasta entonces, dominado por cierto esquematismo, y que desde ese momento se introducirá en esa atmósfera mórbida tan propia del cine posterior de su artífice. Será algo que comprobamos de manera sutil cuando Hishuru acceda a la desesperada petición de su ocultamente amada, pero se expresará de manera abierta en el impactante episodio en el que esta acudirá de nuevo a su lujosa mansión para devolverle el dinero prestado y pedirle saldar la deuda. Será el momento en que De Mille desplegará con enorme intensidad el deseo de Edith de escapar de las garras de su amante nipón, del que en ese momento descubrirá su verdadera cara. Serán unos minutos de desbordante tensión, que acentuarán el terrible instante en el que Tori marque la espalda de la desventurada joven, y que tendrán su continuidad en la respuesta de esta, al disparar contra el joven, al que dejará en las puertas de la muerte. Sin embargo, lo inquietante no cejará en su fuerza en unos momentos casi irrespirables, que más de un siglo después de su rodaje siguen mostrando una sorprendente garra dramática. Richard, el esposo, llegará hasta dicho marco e intuyendo la realidad del dramático escenario y demostrando un profundo amor a su esposa, no dudará en inculparse de lo sucedido sin defensa alguna. Todo ello propiciará una vista que culminará con un impactante anuncio por parte de Mary, al revelar públicamente y con una prueba inapelable su acción en defensa propia, ante un acusador hasta entonces callado, que tendrá que variar casi de un momento a otro, la condición de sujeto acusador -aunque por fortuna recuperado- a sortear un intento de linchamiento entre los asistentes -uno de los elementos que con el paso del tiempo sirvió para acusar de reaccionaria una propuesta de manifiesta ingenuidad-.
Sin embargo, si tuviera que quedarme con una sola secuencia de una película sencilla y hasta cierto punto esquemática pero siempre fluida, no tendría ninguna duda en destacar la que describe el encuentro de la visita a la celda de la prisión de Mary a su esposo allí confinado. La utilización de las sombras, la movilidad de los actores dentro del encuadre, y la propia dirección de estos intérpretes puesta a punto en estos instantes, revelan la condición de estilista de un director que aún tenía mucho que ofrecer al medio cinematográfico.
Calificación: 2’5