HEROES FOR SALE (1933, William A. Wellman) Gloria y hambre
Cuando se suele buscar aquellos exponentes cinematográficos que reflejen con mayor contundencia el clima de la gran depresión norteamericana, enmarcados en la producción de aquellos años, es bastante probable que uno de los títulos más recurrentes sea I AM A FUGITIVE FROM A CHAIN GANG (Soy un fugitivo, 1932. Mervyn LeRoy), que incidiendo en un abanico de producción de más cercano alcance logren intercalar THE GRAPES OF WRATH (Las uvas de la ira, 1940. John Ford), o que incluso apelando a un espíritu romántico, puedan interceder por mencionar MAN’S CASTLE (Fueros humanos, 1933) de Frank Borzage. Sin embargo, estoy convencido que casi nadie se detendría en mencionar un pequeño título rodado en 1933 por un William A. Wellman en uno de los periodos más fértiles de su filmografía, que a mi modo de ver no solo se erige como una de sus obras mayores, sino que perfectamente podría situarse a la altura de varios de los referentes antes citados –superando incluso a algunos de ellos-. El visionado de HEROES FOR SALE (Gloria y hambre, 1933), además de proporcionarme una casi deslumbrante sorpresa, nos reencuentra con un relato vigoroso, dominado por una extraordinaria complejidad tanto en los matices abordados como en la riqueza de su enunciado dramático. Al mismo tiempo, ratificado la vigorosa contundencia y la inusual profundidad que adquiere como testimonio social, recorre un amplio periodo de la vida americana que va desde los últimos pormenores de la I Guerra Mundial, hasta los estragos causados por aquel traumático periodo de crisis. Un recorrido, que tardaría varios años en volver a ser rememorado en la pantalla de la mano del inolvidable Raoul Walsh de THE ROARING TWENTIES (1939), y que en el film de Wellman –bien respaldado por un espléndido guión de Robert Lord y Wilson Mizner-, propone el recorrido vital que describe el joven soldado americano Tom Holmes (un brillante Richard Barthelmess) desde la propia contienda bélica, en la que por azares del destino una acción heroica suya no servirá más que para alimentar los falsos honores de un compañero suyo de batallón –Roger Winston (Gordon Westcott)-. Herido de gravedad a raíz de la acción militar que permitió que Winston pudiera pasar como un héroe, Holmes retornará a la vida civil norteamericana tras un canje de presos, dejándole como secuela su inclinación al consumo de morfina. Tras un inesperado reencuentro con el laureado soldado compañero suyo, este le buscará trabajo en una oficina bancaria que dirige su padre, de la que finalmente será despedido por este al conocer su adicción a dicha sustancia. Tras viajar hasta Chicago, allí se hospedará en una especie de casona para huéspedes, comandada por Mary Dennis (maravillosa Alien MacMahon) quien, secretamente enamorada de Tom, le brindará su ayuda y le proporcionará una habitación de alquiler. Casi de inmediato nuestro protagonista conocerá a otra de las inquilinas, la joven Ruth (Loretta Young), quien le proporcionará un trabajo en la firma de lavandería en la que ella se encuentra empleada. Una vez allí, y con una determinación acompañada de inventiva empresarial, logrará ir ganándose la confianza del bondadoso jefe del negocio, estabilizándose su situación económica y con ello casándose con Ruth, de la que tendrá un niño. Será este el momento más álgido de su andadura profesional, apostando por la invención que le proporciona su compañero de habitación Max Brinker (Robert Barrat), un extravagante inventor de iniciales inclinaciones socialistas, e integrando en la empresa de lavandería una nueva máquina que permitiría mejorar el rendimiento y las condiciones laborales de los trabajadores. Sin embargo, tan estimulante premisa –afianzada además por la apuesta colectiva brindada por los propios trabajadores- muy pronto se volverá en contra de ellos en el momento que inesperadamente fallezca el propietario de la empresa. La llegada de un nuevo y más despersonalizado equipo directivo será el inicio del fin para los sueños anhelados por Holmes. Los trabajadores se le tornarán hostiles, uniéndose en piquete en contra de los designios empresariales, Ruth morirá en su involuntaria presencia en la refriega, y el propio Tom será condenado a cinco años de trabajos forzados. Un largo periodo de tiempo en el que, paradójicamente, la inversión que realizara en las maquinarias de lavandería irá generando sus frutos mensuales, legándole una fortuna de cincuenta mil dólares a su salida de la cárcel. Tras ella se reencontrará con su ya crecido hijo, viviendo en carne propia las presiones policiales de cara a la erradicación de cualquier protesta social, mientras que la fiel Mary acompañada de su padre, seguirán en su tarea de procurar ofrecer comida a los necesitados y hambrientos generados en la gran depresión. Tom legará a Mary –quien finalmente se permitirá besarle como despedida, exteriorizando por única vez el amor que siempre le ha profesado-, la fortuna que inesperadamente ha asumido, huyendo de la ciudad por las presiones policiales, e iniciando una errática singladura vital lindante con lo marginal, engrosando la amplia nómina de víctimas de aquel doloroso periodo. Será esta una circunstancia que inesperadamente le permitirá reencontrarse con el joven Winston, al igual que él convertido en un vagabundo por la quiebra del banco de su padre –del que se intuía se enriquecía con los ingresos de sus clientes-. Una irónica situación que planteará una conclusión desazonadora al tiempo que dominada por un halo de esperanza; mientras Holmes se enfrenta a un futuro nada alentador, en el que su rebeldía contra el sistema se impone como catalizador de su incertidumbre como individuo, muy lejos de él se encuentra expuesto una imagen de su figura, como referente y benefactor al crearse ese hogar para acoger a los desposeídos que, con su desinteresada donación económica, ha logrado plantear la añorante Mary y su padre.
La verdad es que no se sabe que admirar más en HEROES FOR SALE. Una primera mirada sería en la implacable visión planteada en la posibilidad de realización del individuo, sojuzgado por un contexto social en el que la justicia generalmente queda como un elemento ausente. En este sentido, desde la desmitificación de la heroicidad, hasta la mirada llena de prejuicios con la que la misma sociedad recibe a aquellos que han combatido por sus ideales, es evidente que el film de Wellman constituye un valioso precedente de una corriente crítica que tendría una mayor expresión cinematográfica tras la conclusión de la II Guerra Mundial. Pero al mismo tiempo, la película formula una apuesta por la creatividad del ser humano, las presiones a que este se ve sometido por medio de los intereses económicos que finalmente predominan sobre el respeto al trabajador, centrados en el peso absoluto que el dinero ejerce sobre el conjunto de la actividad del hombre. A este respecto será especialmente reveladora la sentencia que le formulará el excéntrico Brinker, tras reconvertirse desde su socialismo inicial a un convencido capitalista que, pese a todo, facilitará a nuestro protagonista alcanzar una notable fortuna mientras permanece en prisión cumpliendo condena. Incluso yendo aún más lejos en sus propuestas argumentales, la película no duda en plantear la recurrencia a una hipotética presencia comunista infiltrada en la sociedad USA para fomentar una rebelión social, y como argumento para que dudosos representantes de la autoridad echen de las ciudades a obreros de reconocidas inquietudes reivindicativas. Sinceramente, habría que hacer un gran esfuerzo para encontrar en el cine norteamericano de la década de los años treinta un título de la virulencia que plantea esta producción de Warner Bros de poco más de setenta minutos de duración. Sin embargo, la gran virtud de su conjunto reviste en el sorprendente equilibrio que su resultado alcanza en el alcance discursivo de su propuesta, con la fuerza, arrojo e inventiva de sus imágenes.
Es algo que incluso cabría reseñar en esa atractiva mezcla de planteamiento de cine bélico –sus secuencias iniciales-, el planteamiento social que se extiende al conjunto del relato –en el que no resulta complicado encontrar ecos de THE CROWD (...Y el mundo marcha, 1928) de Vidor, no solo por la presencia fugaz del inolvidable James Murray, encarnando el papel de un joven oficial ciego-, unido a detalles y elementos ligados a la comedia –sobre todo centrados en el personaje de Brinker y su sempiterno tic- o el melodrama. Una combinación arriesgada y compleja que Wellman resuelve con asombrosa pertinencia, ya desde esa secuencia inicial en pleno combate en la I Guerra Mundial, donde un deslumbrante y dilatado movimiento de grúa plantea una situación aterradora. Pero lo que sigue está a su misma altura. Situaciones que se resuelven en apenas un par de planos –la manera con la que Tom ingresa y sale de una clínica de desintoxicación, comprobando la muerte de su madre; el modo con el que se resumen los cinco años de condena por un delito que no ha cometido-, otras que revisten un mayor grado de dureza de lo permisible en aquellos tiempos que se encontraban ya a punto de sufrir las restricciones del Código Hays –el momento en el que Ruth se inserta sin pretenderlo en la turba obrera, resultando muerta en la refriega; un plano nos la muestra cadáver tras recibir un golpe en pleno rostro-. Lo cierto es que el conjunto de HEROES FOR SALE reviste una extraordinaria coherencia, incluso teniendo en cuenta que nos encontramos en un periodo propicio para este tipo de cine. Sin embargo, no es común encontrarse con propuestas del rigor de la presente, que no obviará la presencia de un par de secuencias que alcanzan una dimensión dramática realmente admirable. Una de ellas será el lento travelling que nos mostrará como Tom y Ruth se abrazan enamorados, descubriendo Mary dicha atracción, y reconociendo su imposibilidad de ver realizada al amor que siente por este. Pero aún podremos contemplar un momento de insospechada fuerza. Será el plano que nos permitirá ver la inacabable muchedumbre de desposeídos acudir al comedor que regenta Mary. La fuerza de la contemplación de estos desde el interior de las cristaleras, contrastando con la soflama en contra de estos pronunciada por el anteriormente anticapitalista Brinker, teniendo su repercusión en el rostro en primer plano de Holmes, otorgan a la película una dimensión reveladora, representada en el descubrimiento que para el protagonista ofrece una situación que él, cinco años antes, había comenzado a intuir.
Enorme sorpresa esta magnífica, disolvente e incluso cínica HEROES FOR SALE –más adecuado su título en inglés, “Héroes en venta” que en su traducción española-, que no dudo en considerar no solo como uno de los mejores títulos de su realizador –que ya había dado buena cuenta de su inquietud social, entre otros títulos, en la muda BEGGARS OF LIFE (Los mendigos de la vida, 1928), sino como una de las joyas menos reconocidas del cine norteamericano de la década de los treinta.
Calificación: 4
3 comentarios
santi -
Jesús Cortés -
Hildy Johnson -
Ahora son tres (tu reseña de Gloria y hambre y tu alta valoración me hacen ser más impaciente) las que seguiré intentando ver y seguro que conseguiré llegar a ellas.
Un beso enorme y gracias por seguir alimentando cada día mi pasión por el cine.
Hildy Johnson