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CINEMA DE PERRA GORDA

ESCAPE (1940, Mervyn LeRoy)

ESCAPE (1940, Mervyn LeRoy)

Por más avezado que pueda ser cualquier aficionado al cine del periodo dorado de Hollywood, y más allá de que con el paso del tiempo uno se haya forjado un eje previsor de filias y fobias, en muchas ocasiones estas fallan. Y lo hacen tanto para mal como para bien. Por fortuna,  en la segunda de dichas vertientes se sitúa por derecho propio ESCAPE (1940, Mervyn LeRoy). De antemano, la conjunción de la major que menos me gusta de cuantas forjaron el cine norteamericano –Metro Goldwyn Mayer-, a un director tan acomodaticio con el mismo como LeRoy –aunque en su seno filmara un título tan magnífico como JOHNNY EAGER (Senda prohibida, 1941) o apreciable como RANDOM HARVEST (Niebla en el pasado, 1942)-, no me permitían esperar ningún producto halagüeño, aunque no dejara de producirme cierta curiosidad la incursión del realizador en el terreno del cine antinazi –que en el mismo año tendría una demostración más rotunda con THE MORTAL STORM (1940, Frank Borzage)-. De forma inesperada, cualquier prejuicio previo pronto me quedó disipado, ya que la película se erige como un relato muy bien construido, en el que esa vertiente crítica con el tremendo drama del nazismo, es mostrado en la pantalla con los ropajes de un melodrama de intriga, sin que ese elemento de denuncia se exprese en más límites que los que demanda la propia intriga del film, recreada por Arch Oboler y Marguerite Roberts a partir de la novela de Ethel Vance.

 

Es precisamente dicha novela, la que en el primer fotograma de la función –previo a los títulos de crédito- es extraída en la estantería de una biblioteca, junto a otras publicaciones que en aquel mismo tiempo fueron llevadas a la pantalla por el estudio –una curiosa manera de hacer publicidad implícita de la apuesta de la Metro por el prestigio que les suponían las adaptaciones literarias-. A continuación, la secuencia inicial de la película nos lleva a los alpes bávaros de 1936, donde en un siniestro hospital se debate entre la vida y la muerte una mujer de fuerte carácter. Se trata de la veterana y conocida actriz Emmy Ritter (encarnado con fuerza por la madura y mítica Alla Nazimova, retornando a la pantalla tras quince años ausente de la misma). Esta se encuentra detenida por las autoridades nazis, intuyendo el espectador que su final se encuentra próximo. La secuencia deja en el espectador una impresión incómoda, al observar la ambientación de ese oscuro recinto hospitalario, los rudos modales de la enfermera, y la ambigüedad que despliega el Dr. Ditten (espléndido Philip Dorn), quien no duda en hacer extensiva su condición de aliado de la causa nazi, pero al mismo tiempo a escondidas manifiesta cierta compasión por la enferma y condenada. Muy pronto sabremos que se encuentra detenida, juzgada y a punto de ejecución por traición al régimen –aunque ha vivido en Estados Unidos, nunca revocó su nacionalidad alemana, retornando allí para vender una vivienda-, viajando su hijo –Mark Preysing (Robert Taylor)- hasta Alemania, al objeto de buscar a su madre, de la que prácticamente ha dejado de tener noticias.

 

Desde el primer momento Mark encontrará en todo lo que visite, el marco de un pueblo temeroso, oprimido y dominado por las oscuridad en la libertad de sus habitantes. Todas las puertas a las que intenta buscar ayuda se le cierran, descubriendo que allí no solo es recibido con hostilidad, sino que incluso es vigilado. Dejando al lado un anacronismo que hay que asumir desde el primer momento –que un americano que en teoría solo habla el inglés, se comunique sin problemas con los alemanes-, lo cierto es que ese grado de opresión llega a resultar casi irrespirable en algunos momentos, revelando la implicación de LeRoy en una intriga magníficamente sobrellevada y dotada con un sentido de la progresión casi admirable. Es así como cuando este es evitado de resultar reconocido por su viejo amigo Fritz Keller (Felix Bressart), solo le quedará el encuentro de la sensible condesa Ruby von Treck (Norma Shearer) con la que poco a poco irá intimando, pese a que en ella siga pesando un miedo innato a despegarse de los límites del régimen, y se sienta unida a la figura del general Kurt von Kolb (impecable Conrad Veidt). No obstante, la atracción que va sintiendo por el norteamericano irá creciendo, siempre situando la misma en ese contexto de miedo que Ruby mantiene. Se trata sin duda de un sentimiento muy bien expresado en la pantalla, y aunque reconozco que ni Robert Taylor ni, sobre todo, la Shearer, nunca han sido santos de mi devoción, ambos trasladan una química muy especial a la pantalla, y en el personaje del recién llegado se incorporan elementos que humanizan su personaje y le dotan de una especial credibilidad –el hecho de que llore abiertamente cuando Ditten le comenta la situación de su madre-.

 

Una vez planteados todos los ejes del relato, lo cierto es que este discurre con una enorme eficacia. La creciente sensación de agobio de Preysing se manifiesta de manera espléndida en el casi insoportable –por su tensión- episodio en la taberna con los dos rudos oficiales de la policía política, o en todo el largo fragmento que describe el rescate del cuerpo de su madre, que ha sido preparado por Ditten con una droga muy especial que simulara su muerte. Y es precisamente el retrato que se ofrece de dicho personaje, el que personalmente me resulta más atractivo de la función en la medida que describe un representante nazi que, en su interior, se debate entre el respeto a sus consignas, y la ayuda que presta a estos americanos –“es para neutralizar el veneno que llevo en mi mismo” llega a manifestar a Mark, cuando este le pregunta por su actitud-.

 

ESCAPE combina con delicadeza los perfiles de la imposible relación romántica que se intuye entre Preysing y la condesa, mientras que anuda muy bien el desarrollo de una intriga que se despliega con un grado de eficacia realmente notable. No nos encontraremos en la película ninguna propuesta con el grado de abstracción y fatalismo del ciclo antinzai de Fritz Lang, ni el grado de desgarro romántico del ya mencionado THE MORTAL STORM, pero ello no nos impide reconocer en sus imágenes un ejercicio de suspense espléndidamente ejecutado, en el que quizá desentone un poco la facilidad con la que se resuelve la salvación de los protagonistas –sin obviar en ello un cierto grado de rendición marcado por el poco antes inflexible general amante de la condesa-. La utilización de la banda sonora como elemento de articulación dramática es un elemento magníficamente manejado –con especial incidencia en la discusión mantenida por Preysing y Ruby en los pasillos de un concierto, o la secuencia desarrollada en la taberna entre este y Ditten-, y la fuerza que adquiere el episodio del rescate del falso cadáver, adquiere unos tintes necrófilos de gran fuerza, hasta que nuevamente las lágrimas del cuerpo reanimado de la madre rescatada, den señales de la revitalización de su cuerpo.

 

Todo ello confluye en una pequeña delicatessen, demostrativa de la profesionalidad e inspiración que podían ejercerse en los modos de producción de aquel cine USA, incluso cuando nos encontráramos con un estudio poco dado a sutilezas y riesgos narrativos. Es probable que ESCAPE haya que encuadrarla en un periodo en el que el poco después muy reaccionario estudio se unió a la denuncia contra las atrocidades del régimen de Hitler. Esa circunstancia fructificó en títulos de interés, pero lo más valioso de todo ello reside en el hecho de que aunque en apariencia exageraran el grado de malignidad de su régimen, la realidad posterior revela que en última instancia se quedaron muy cortos en la valoración de su grado de atrocidad.

 

Calificación: 3

1 comentario

Feaito -

De la misma manera que expresas, para mi el descubirmiento de esta película fue una agradable sorpresa, con Norma Shearer en uno de sus mejores roles y Conrad Veidt soberbio.