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CINEMA DE PERRA GORDA

FIVE STAR FINAL (1931, Mervyn LeRoy) Sed de escándalo

FIVE STAR FINAL (1931, Mervyn LeRoy) Sed de escándalo

No se si resulta pertinente señalar que es en la década de los años treinta donde se dan cita los mejores exponentes de la prolífica filmografía de Mervyn LeRey. Con sinceridad, creo que dicho enunciado es bastante ajustado, aunque cierto es reconocer que de manera intermitente se van sucediendo sus títulos de interés, dentro de una copiosa obra en la que, con más frecuencia de la deseada, se dieron cita títulos carentes de interés y, en no pocas ocasiones, merecedores de estar insertos por derecho propio en la galería del kitsch y la convención hollywoodiense. FIVE STAR FINAL (Sed de escándalo, 1931) es una muestra de la vitalidad de un LeRoy que en los primeros años del sonoro, aplicó su técnica narrativa a relatos directos y percutantes, por más que en esta ocasión la indudable eficacia y en ocasiones la fuerza de su enunciado, quede diluida en ocasiones por cierto sesgo teatral –su guión proviene del original escénico de Louis Weitzenkorn, al parecer experto conocedor de las interioridades del mundo periodístico-. Este “final de cinco estrellas” que reza su título inicial, resume de manera concisa el argumento de la película; la plasmación de esa deliberada diatriba en contra del sensacionalismo de determinada prensa –la película está datada en 1931, pero lo cierto es que sus enunciados podrían trasladarse a nuestros días, extrapolándolas al medio televisivo, sin que apenas variaran sus coordenadas de denuncia-. Y es en la visión que efectúa del traspaso de fronteras que con más frecuencia de lo deseado se realiza en las tareas informativas, donde hay que conceder una especial significación a esta película de Mervyn LeRoy, que hay que considerar como una de las primeras que abordaron con cierto rigor el mundo de la vocación periodística –es el mismo año en que Lewis Milestone firmara la primera versión de THE FRONT PAGE (Un gran reportaje, 1931), a partir de la obra de Ben Hetch y Charles McCarthur-.

FIVE STAR FINAL oscila en su tratamiento de cierto tono de comedia ácida –algo que la emparentaría con el citado referente de la obra de Milestone-, escorándose de manera paulatina por el sendero del cinismo, hasta abrazar de manera definitiva el ámbito de la tragedia. Todo ello en un relato dominado por dos instantes rotundos. El primero de ellos nos plasma –tras unos títulos de crédito en los que los intérpretes se muestran con el fondo del discurrir de las hojas impresas en la rotativa, sin más fondo sonoro que el de las mismas-, las artimañas de los matones enviados por el Gazette, para lograr que sea el que se muestre en los mostradores de los kioskos en un lugar de preferencia. No dudaran en inducir con violencia a uno de sus dueños, que se niega a ser coaccionado. Será la apariencia de que el film de LeRoy va a erigirse en una de esas crudas y duras crónicas que caracterizaron el cine de la Warner de los primeros años treinta. Lo cierto es que dicha premisa se brinda de manera intermitente, aunque nos permita una conclusión tan rotunda en su expresión visual como sencilla en su ejecución; el último plano del film será la visión del ejemplar del periódico en el que se relata el suicidio de los protagonistas, discurriendo tirado por los suelos de la noche urbana, y siendo retirado por los operarios de la basura entre los barros que discurren por la acera. Impactante conclusión para una película que narra la intención de Hinchercliffe (Oscar Apfel), máximo responsable del rotativo, para introducir en su línea un matiz sensacionalista que les permita aumentar su tirada. Para ello, encargará a su editor jefe –Randall (un fresco y magnífico Edward G. Robinson)- que recupere la investigación en torno a la figura de la entonces joven Nancy Woorhees (Frances Starr), quien dos décadas atrás fue absuelta de un asesinato cometido en torno a la figura de su entonces prometido, del cual quedó embarazada, y que actualmente se ha convertido no solo en una respetable mujer, casada con Michael Townsend (H. B. Warner), escondiendo su nombre de juventud y adquiriendo una deseada respetabilidad que le concedió además en el pasado una hija –Jenny (Marian Marsh)-, que casualmente se encuentra en la víspera de contraer nupcias con un conocido joven de la sociedad. Para ello enviarán en primer lugar al poco recomendable Isopod (Boris Karloff, a punto de encarnar a la criatura de Frankenstein), para indagar en el hogar donde reside Nancy, logrando mediante un error conocer la cercanía de las nupcias de Jenny. Será el inicio de una espiral que llevará la tragedia a una una familia que en modo alguno ni esperaba ni merecía.

FIVE STAR FINAL se erige como una crónica en ocasiones lúcida, en otras quizá carente de la necesaria hondura, pero siempre ofreciendo una denuncia de considerable alcance en torno a los excesos generados por los denominados medios de comunicación. En esta ocasión la diatriba se centra en el alcance de una redacción decrépita, caracterizada por profesionales dominados por el alcoholismo, y en donde la visión del mismo resultará bastante deprimente. En ella junto la ruindad de los componentes del mando empresarial del mismo, carente del más mínimo escrúpulo, encontraremos a la veterana secretaria de Randall, secretamente enamorada de él, y al mismo tiempo viendo con lucidez lo sórdido del contexto al que ha dedicado buena parte de su vida. Ese dibujo de caracteres se extenderá en la visión que se brindará en torno a los padres –en especial la madre- del novio de Jenny, quienes al conocer el pasado de su madre, invocarán a Nancy a que las nupcias no se celebren, apelando en ello cuestiones de supuesta dignidad. Estamos ante una visión poco halagüeña de la sociedad urbana norteamericana, en la que el juicio paralelo de la prensa no respetará ni siquiera un mandato judicial de veinte años atrás.

Combinando fragmentos en los que el elemento teatral condicionará de manera no demasiado ostentosa determinados pasajes del film, justo es reconocer que el film de LeRoy adquiere una considerable fuerza en su conjunto, que incidirá de manera especial en aquellos pasajes en donde predomine su fuerza visual. Es algo que se describirá con rotundidad en el pasmoso fragmento que escenificará –en el off visual- el suicidio del matrimonio Townsend por medio de un doble envenenamiento en el cuarto de baño, mediando en ello la visita de Nancy una vez la madre se ha matado y el padre ha descubierto su cuerpo, sin querer que ello sea descubierto por una joven que se encuentra a punto de contraer matrimonio. Minutos antes, y con un encomiable sentido de la modernidad, la película plasmará el que quizá sea una de las primeras pantallas divididas –split screen- del cine americano, con la que se describirá el angustioso intento de la ya madura Nancy por retener la cadena de relatos de la Gazette, llamando desesperada e infructuosamente a los despachos de Hinchercliffe y Randall. El fragmento se mostrará con tanta eficacia visual como hondura narrativa, en una película a la que se le pueden formular esos reparos en torno a su ocasional ascendencia escénica, pero cuya esencia como denuncia de los modos periodísticos sensacionalistas, siguen hoy por hoy, por desgracia, vigentes por completo.

Calificación: 3

1 comentario

carlos roca martinez -

fantastica pelicula que harian bien en revisar los programas basura que tenemos actualmente y con una expledida belleza de Marian Marsh con 18 0 19 años