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CINEMA DE PERRA GORDA

SHE WOULDN’T SAY YES (1945. Alexander Hall)

SHE WOULDN’T SAY YES (1945. Alexander Hall)

El paso del tiempo y la oportunidad de contemplar salteados algunos de sus títulos, me obligan a ubicar la figura de Alexander Hall (1894 – 1968) dentro de un lugar de cierta consideración dentro de la pequeña historia de la comedia norteamericana. Con una filmografía desplegada en dos periodos más o menos reconocidos –el primero de ellos, durante la década de los años treinta en la Paramount, y el posterior en el decenio siguiente para la Columbia-, lo cierto es que en su filmografía abundan títulos de notable interés, de entre los que prácticamente solo ha emergido del olvido HERE COMES MR. JORDAN (El difunto protesta, 1941) –sobre cuya historia realizó un remake en clave musical, protagonizado pro la mismísima Rita Hayworth-, del que guardo un recuerdo bastante lejano pero que a falta de una revisión no considero su aportación más valiosa. Y es que a la hora de acceder a la aportación de Hall cabe dejar en el aire una cierta capacidad de sorpresa, ya que la experiencia me ha permitido poder disfrutar de alguna que otra aportación a la comedia –género en el que se especializó, pero que no fue el único que desarrolló en su filmografía-, como la delirante ONCE UPON A TIME (Érase una vez, 1944), la extraña I AM THE LAW (Yo soy la ley, 1938), y en esta ocasión SHE WOULDN’T SAY YES (1945), que constituye como aquellas una pequeña delicia. Cabe señalar a este respecto que las comedias de nuestro protagonista, en líneas generales se desarrollaban en ámbitos más o menos familiares para el género en el marco que estaban insertas, pero esa relativa ausencia de originalidad no les impidió poseer unos planteamientos más disparatados, un timming bastante especial en el que se dejaba de lado la tendencia “screewall” –sin desdeñarlo- para apostar por un cierto tono melancólico y amable y, sobre todo, una excelente dirección de actores que tenía un apoyo de especial significación en la tipología y presencia de personajes secundarios.

 

Punto por punto son las características que presenta esta divertida comedia, partiendo de la tradicional oposición marcada en la “guerra de los sexos” que define la sofisticada y segura psiquiatra Susan Lane (una estupenda Rossalind Russell), desde su primer encuentro con el dibujante y voluntario de guerra Michael Kent (un ajustado Lee Bowman que en todo momento parece proyectar la sombra del ausente James Stewart). Ambos se oponen en sus personalidades, ya que Susan es una mujer segura, independiente y racional y Michael plantea en sus viñetas de prensa la presencia de un rasgo espontáneo en la personalidad de cada ser humano. Por supuesto, pese a un divertido calamitoso encuentro inicial –que bordea la frontera del slapstick-, para Kent estará muy claro que su destino sería poder ligarse a esa mujer que en principio lo rechaza, aunque no pueda desprenderse de su presencia pese a realizar todos los intentos inimaginables. La sucinta enumeración del planteamiento, estoy convencido que a cualquier aficionado le hará suponer como finalizará la función. Pero por si algo destaca SHE WOULDN’T... no es por lo previsible de esta conclusión, sino por el tratamiento que el realizador imprime al conjunto. Ayudado por un impecable montaje, Hall logra combinar diversos registros en una comedia que sabe articular secuencias cercanas al espíritu slapstick –el divertido aunque no enloquecido episodio desarrollado en el viaje inicial de los protagonistas en tren, las situaciones equívocas que genera la insólita boda entre los protagonistas-, con otros momentos en los que el registro sentimental resulta más acusado y, de manera paradójica, la película alcanza su máxima vitalidad. Con ello me refiero a breves secuencias como aquella en la que Kent se decide a besar por vez primera a Susan –estupenda Rosalind Russell-, o el melancólico instante en el que el viejo mayordomo tira arroz a la recién casada doctora, mientras esta se deshace en lágrimas tras separarse los dos recién casados.

 

Junto a ello, Alexander Hall mima con especial esmero la prestación de los intérpretes secundarios. Es algo que se manifestará en la pareja de viejos empleados del ferrocarril que unen por vez primera a los dos protagonistas en el tren, en el viejo mayordomo que encarna de manera maravillosa el siempre adorable Harry Davenport, quien por último se despedirá de su ama para volver a ser lo que siempre quiso; vagabundo, al padre de esta, encarnado por un divertido Charles Winninger, al propio juez, su esposa y la ayudante de esta, o a la propia secretaria de Susan. Toda esta galería humana se pone al servicio de la credibilidad y efectividad de una historia que sabe progresar a través de la introducción de elementos que posteriormente serán orillados –sin abandonarlos por completo-, para dar paso a nuevas situaciones.

 

Es así como la referencia inicial a la simbólica figura de ese duendecillo que Kent toma como protagonista de sus historietas –una especie del precedente de Jack Lemmon en HOW TO MURDER YOUR WIFE (Como matar a la propia esposa, 1965. Richard Quine)-, y que simboliza esa libertad del individuo que se contrapone al raciocinio de Katie. Esta dará paso a la delirante presencia de esa rubia devora hombres de ascendencia sudamericana, en cuya “curación” Katie establecerá una soterrada pugna a la hora de intentar apreciar las ventajas de una relación estable con un hombre, que hasta el momento ha desechado, y desoyendo por completo los consejos de su padre –Winninger-. Todo este conflicto es resuelto –todo hay que decirlo, con ciertas lagunas de guión-, con una adecuada planificación por parte de un Hall que sabe seguir con notable dinamismo en la cámara la evolución de los actores dentro del encuadre, logrando asimismo combinar el registro puramente cómico, absurdo incluso, con el contrapunto melodramático que delimitará los perfiles de una comedia, que incluso sabe sortear con habilidad ese posible sesgo reaccionario de claudicación de la protagonista en aras del matrimonio. La manera de simbolizar una libertad frente a la racionalidad que hasta entonces ha representado la vida de la psiquiatra, en esta ocasión supone un interesante contrapunto que aleja por completo la posibilidad de una conclusión conformista y burguesa.

 

SHE WOULDN’T... se inserta, por otra parte, de lleno en aquellas comedias realizadas en tiempos de guerra o posguerra, entre las cuales quizá la más conocida y transgresora sea I WAS A MALE WAS BRIDE (La novia era él, 1949. Howard Hawks). Sin llegar a su altura, pero tampoco sin desmerecerla, lo cierto es que el título que nos ocupa debería servir como referencia para un acercamiento más profundo a la filmografía de un hombre conocido por su aportación al arte de hacer reír a través de la pantalla, y que en sus mejores momentos propuso obras si no memorables, si notables y en algunos casos más valiosas que las aportadas por otros realizadores más reconocidos –por ejemplo, George Cukor- que en sus horas menos felices dieron como fruto exponentes quizá sobrevalorados en su auténtica valía.

 

Calificación: 3

1 comentario

Feaito -

Concuerdo plenamente con la crítica de esta entretenídisima comedia; un verdadero "descubrimiento". Es de esas comedias que se dejan ver varias veces, por el solo gozar de las divertidas situaciones, los ingeniosos diálogos y la variada y atractiva galería de personajes secundarios.