TENDER IS THE NIGHT (1962, Henry King) Suave es la noche
Siempre he manifestado cuando he tenido ocasión, que uno de los dos momentos más gloriosos o de mayor febrilidad creativa en la historia del cine, se centraron en el bienio 1960 – 1961. Tan solo en el mucho más lejano 1927 – 1928 podríamos encontrar un referente de igual calado, para atesorar un conjunto de producción mundial de tan elevado índice de calidad. Estoy convencido que otros aficionados argumentarán la preferencia por otros periodos, y serían siempre opciones divergentes y respetables. Pero más allá de intentar justificar las causas –a mi modo de ver, bastante fáciles de detectar- que propiciaron ese auténtico estallido creativo-, subrayo la referencia de ese momento tan específico del marco cinematográfico de inicios de los sesenta, para de alguna manera introducir –y en la medida de lo posible explicar- el escaso prestigio e incluso la nula rehabilitación que a lo largo del tiempo ha vivido TENDER IS THE NIGHT (Suave es la noche, 1962), el título que cerró la admirable filmografía de Henry King. Como quiera que desde hace cierto tiempo me he inclinado con verdadera admiración en el seguimiento de aquellos exponentes de su obra a los que he podido acceder, y que título tras título me ha venido confirmando la personalidad de un primerísimo cineasta, he de reconocer que esperaba desde hace mucho la posibilidad de contemplar el testamento cinematográfico del gran realizador de la 20th Century Fox. Una circunstancia además que le motivaba estar rodado con posterioridad a la excelente BELOVED INFIDEL (Días sin vida, 1959), con la cual comparte el hecho de proceder ambas de la referencia del escritor F. Scott Fitzgerald –en este caso adaptando la novela homónima del autor de The Great Gatsby-.
En cualquier caso, lo cierto es que cualquier expectativa marcada previamente ha quedado disipada ante el placer de encontrarme con el que no dudaría en considerar como uno de los últimos melodramas clásicos que se editaron en el contexto del cine norteamericano. A este respecto, probablemente solo encuentre en los minutos iniciales –la presentación de los personajes centrales en la Riviera francesa en los alocados años veinte y la fiesta que convoca Dick Diver (Jason Robards)-, una extraña sensación de inicio abrupto de una producción que se extiende de manera tan sostenida como admirable a lo largo de dos horas y media de metraje, recibiendo el espectador una autentica lección de elegancia, ritmo, delicadeza y belleza cinematográfica. No se puede, a decir verdad, pedir más a una producción que demuestra como aún queda en cierta conciencia crítica, la necesidad de despojarse de cualquier prejuicio que intente atisbar en esta película una demostración de convencionalismo hollywoodiense, mientras que –por poner un ejemplo-, se babeara de placer al contemplar el esteticismo –todo lo valioso que se quiera- de un MORTE A VENEZIA (Muerte en Venecia, 1971. Luchino Visconti) o cualquier otra obra de aquel periodo en la filmografía de Visconti. Creo que ya ha pasado el suficiente tiempo como para quitarnos estas anteojeras, que además a esta película le han perjudicado mucho desde siempre. Y lo fue en la medida que con probabilidad en su momento no logró ningún éxito. Es probable incluso que la película fuera tachada de “antigua”, algo a lo que contribuiría la presencia al frente del reparto de una intérprete tan poco apreciada como Jennifer Jones –que realiza un trabajo espléndido-. Si a ello unimos el hecho de que tuvieran que pasar bastantes años para que la obra de su realizador fuera mínimamente considerada y, sobre todo, a la previsible imposibilidad de acceder a una copia de la misma –en España aún no se ha editado en DVD-, de alguna manera pueden ser razones para tener en cuenta –aunque no justificar- el casi total olvido que TENDER IS... ha sufrido hasta nuestros días –un olvido que, por otra parte, mucho me temo tardará bastante más tiempo en ser subsanado para tristeza de los seguidores del buen cine-.
Lo cierto es que con reconocimiento o sin él, el film de King no solo resulta una obra excelente, elegantísima, admirable en la modulación de su argumento, precisa en el trazado de sus personajes, irreal y al mismo tiempo clásica en su expresión visual, dotada de una de las fotografías en color más asombrosas que recuerdo –cortesía de Leon Shamroy-, delicada en la articulación del drama que vive su pareja protagonista... Podría enumerar muchas más cualidades en una obra que, además, se erige como un auténtico referente, resumiendo las inquietudes que caracterizaron y sedimentaron el cine de King. En este sentido, sí que puede considerarse que el título que nos ocupa se erige como un auténtico testamento cinematográfico, más allá del hecho puntual de suponer físicamente su última obra.
TENDER IS THE NIGHT relata la azarosa historia que unirá como matrimonio al ya mencionado Dick Diver, junto a la rica heredera Nicole (Jennifer Jones). Él es un joven psiquiatra de prometedora trayectoria, que ha tratado a Nicole de un trauma mental ocasionado por el padre de esta. En el espacio de tiempo en que este hecho se ha producido ambos se enamoran, aunque ante la paciente se plantee una relación en la que interviene la consideración casi sobrehumana que para ella ofrece su “sanador”. Será un rasgo que detectará el Dr. Dohmler (extraordinario Paul Lukas), maestro de Diver. El nuevo matrimonio Diver muy pronto dejará entrever sus aristas pese al amor sincero que se profesan ambos. Será un devenir en el que en apariencia se contemplará la normalización absoluta del comportamiento de la esposa, pero al mismo tiempo ello conllevará una mengua en la personalidad del esposo. Con una relación que se extenderá en lujosas fiestas dentro del marco de los alocados años veinte, rodeados de una fauna humana que incluye a un apuesto aventurero que siempre ha estado enamorado de Nicole –Tommy Barban (Cesare Danova)-, una joven e incipiente actriz cinematográfica (Jill St. John) o a un atormentado compositor de piano (Tom Ewell), lo cierto es que poco a poco se irá estrechando el cerco que anulará la felicidad buscada pero siempre ausente de estos dos seres errantes que vagan en un contexto de opulencia y superficialidad, en el que parece no haber un lugar para ellos.
King sabe deslizar con un absoluto dominio de los resortes visuales que atesoraba un relato dominado por la delicadeza, su alcance telúrico, por un predominio y uso ejemplar del plano largo, o el gusto exquisito por unas composiciones visuales caracterizadas por un tono determinado, en medio de la cual se insertan “manchas” de tonos contrastados. Todo ello forma en su conjunto una crónica definida por la infelicidad de sus personajes. Una visión incluso dolorosa de un tiempo cambiante, de una oposición de lo auténtico a lo artificial e incluso lo hipócrita, de lo noble a lo interesado. No cabe duda que King articuló en esta su última película –que presumo no cobró forma como tal testamento cinematográfico-, esa visión de la condición humana que logró sedimentar a lo largo de una copiosa y excelente filmografía. No soy el primer en señalar la presencia en su cine de un componente optimista y positivo a la hora de plasmar el conflicto de sus personajes. Pero en este caso este se contrapone a un contexto desesperanzado en el que parece no tener cabida la fuerza de los sentimientos, por más que la conclusión de la película pueda dejar entrever una posterior conclusión positiva de la crisis vivida por nuestros protagonistas.
Con anterioridad planteaba la hipótesis de la consideración de una película “antigua” o, dicho en otras palabras, de ser recibida como un anacronismo, una posible causa del nulo prestigio que TENDER IS... ha gozado a lo largo del tiempo. Siendo absoluta –y lógicamente- positivos, sería más lógico hablar de clasicismo antes que de anacronismo. Y es que el título que comentamos es una plena demostración de este concepto, pero al mismo tiempo atesora en su propuesta un alcance de modernidad, que solo por ello debería situarle en un lugar de preferencia en la evolución del melodrama cinematográfico. Cierto es, a este respecto, que King no opera como el más reconocido –e igualmente valioso- Douglas Sirk. El veterano pionero trabaja “desde dentro” la articulación de sus imágenes, logrando de forma paralela esa sedimentación en la adaptación literaria que hereda de sus títulos precedentes. Y es que el título que comentamos destaca –y es algo que detectó en su momento el valioso crítico Quim Casas-, en la presencia de ese sustrato a la obra de Fitzgerald, pero al mismo tiempo incorpore esos ecos de la obra de Hemigway que había expresado previamente en títulos como THE SNOWS OF KILIMANJARO (Las nieves del Kilimanjaro, 1952) o THE SUN ALSO RISES (1957) –a los que, y tengo que reconocerlo, tengo en bastante menor estima que a esta última obra-, y que tienen su expresión más ajustada en la configuración del ya mencionado Tommy que encarna Cesare Danova. Pero al hablar de ese elemento de modernidad, resulta obvio que en las imágenes de este espléndido melodrama se plantea una concepción avanzada del relato novelesco, con una apuesta por la elipsis narrativa que tendrá su expresión más asombrosa en la que traslada la acción al momento del nacimiento del primer hijo del matrimonio protagonista. Será quizá la elección narrativa más deslumbrante, pero no es menos cierto que la película es pródiga en ellas, como la composición visual que plantea el instante en que un pianista negro logra describir en el piano la conclusión de la –bellísima- pieza musical, que Abe North (Ewell) ha compuesto a Diver, dominada por una asombrosa disposición de la iluminación.
Esa modernidad se trasladará por último en la propia integración de elementos como el vestuario, o en vertientes más insospechadas como la manera adulta con la que se plantea el deterioro de las relaciones de pareja. No se por qué, pero lo cierto es que la secuencia desarrollada en una terraza turística entre el casi destruido matrimonio y el en esa ocasión ventajoso pretendiente Barber, parece prefigurar el adulterio que, cinco años después, plantearía Stanley Donen en su memorable TWO FOR THE ROAD (Dos en la carretera, 1967).
Excelente melodrama este TENDER IS THE NIGHT, una de las últimas grandes muestras de un modo de concebir el género, al tiempo que brindaba caminos nuevos en la evolución del mismo. Una honorable despedida cinematográfica para un cineasta poseedor de una obra cuya valoración crece y se agiganta con el paso del tiempo.
Calificación: 4
2 comentarios
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