PATTERNS (1956, Fielder Cook) [El precio del triunfo]
El ecuador de la década de los cincuenta del pasado siglo, fue un contexto propicio para que en el seno del cine norteamericano se insertara una saludable corriente crítica, con ciertos de los estamentos que forjaban el pretendido progreso social de su vida urbana. Sería un marco de claro matiz de denuncia, en el que quizá su exponente más rotundo lo manifestara la magnífica SWEET SMELL OF SUCCESS (El dulce sabor del éxito, 1957. Alexander Mackendrick), pero que mostró ejemplos tan interesantes –aunque algunos de ellos notablemente envejecidos-, como THE HARDER THEY FALL (Más dura será la caída, 1956. Mark Robson), THE BIG KNIFE (1955, Robert Aldrich), A FACE IN THE CROWD (1957, Elia Kazan) o la propia 12 ANGRY MEN (Doce hombres sin piedad, 1957. Sidney Lumet). Estas y otras referencias destacaban por expresarse en un sombrío blanco y negro, estar confeccionadas con un tono grave, manifestadas dentro de un contexto dramático acusado, y bordeando en alguna ocasión la frontera del moralismo más primitivo o la tendencia del film de tesis. En su conjunto, y pese a lo envejecidas que en algunos casos hayan manifestado sus formas, resulta obligado reconocer la valía de esta tendencia discursiva que, como señalaba, también logró consolidar ráfagas de buen cine, puede que más valiosas cuando estas se escoraban a la esencia de sus objetivos, y dejaban de lado un énfasis visual hoy día obsoleto –algo que manifestarían de modo especial los títulos de Kazan y Aldrich mencionados-.
Dentro de esta tendencia del cine USA, se encuentra presente un título quizá menos reconocido y recordado, en la medida de estar realizado por el entonces debutante Fielder Cook, cuya trayectoria posterior ha quedado absolutamente diluída –aunque en ella se contenga un extraño y claustrofóbico western de intriga como A BIG HAND FOR THE LITTLE LADY (El destino también juega, 1966)-, haciendo más fácil su olvido que si estuviera firmado por un nombre más reconocido. Si a ello unimos que PATTERNS (1956) jamás se estrenó comercialmente en nuestro país –solo en alguna ocasión ha sido emitida en España por televisión, con el título de EL PRECIO DEL TRIUNFO-, entenderemos que pese a gozar de cierta consideración en su país de origen, fuera de sus fronteras sea una película casi desconocida. Y es una lástima que ello suceda, ya que resulta una propuesta interesantísima, en la que además se aún el interés de su guión –obra de Rod Serling, posterior artífice de la mítica serie The Twilight Zone y autor asimismo del guión de la antes citada THE HARDER THEY ...- con una realización seca, austera, que sabe trasladar a la imagen el interés de la propuesta que trata.
PATTERNS narra la llegada al mundo ejecutivo de un complejo empresarial newyorkino, de un joven ex director de una pequeña fábrica en Ohio. Se trata de Fred Staples (Van Hefflin), captado para la entidad por parte del astuto, veterano e inhumano mandatario de la misma; Walter Ramsey (Everett Sloane). Su llegada coincidirá con la intención de Ramsey de relegar al vicepresidente de la empresa; William Briggs (Ed Begley). Briggs es un hombre de empresa al antiguo estilo, caracterizado por su humanisno y la cercanía con los trabajadores, en abierta oposición con los métodos deshumanizados de Ramsey, hijo del fundador de la entidad. A partir de la creciente sospecha por parte del recién llegado de suponer un relevo para Briggs, tras haber conocido e incluso empatizado abiertamente con este a través de la nobleza de su personalidad, se planteará en la película la eterna dualidad del triunfo personal, a costa del sacrificio de esa persona que tienes enfrente y a que se ha de sacrificar en tu lugar.
El film de Cook describe el mencionado marco de actuación desde sus primeros fotogramas, a través de los planos de los exteriores de Wall Street –punteados por el sonido de las campanas-, que desfilan ante la pantalla mostrando una amenazadora jungla arquitectónica, que centrará su radio de acción al mostrar el funcionamiento interior de la empresa comandada por Ramsey. Como si procediera de un ritual no muy alejado de la alienante estampa de METRÓPOLIS (1927, Fritz Lang), contemplaremos la cotidianenidad de una jornada de trabajo, haciéndolo mientras Staples se introduce en este marco laboral que para el ejercerá como auténtico eje de evolución personal. Por tanto, el espectador descubrirá junto al protagonista, ese contexto ritual en el que se esconcen ambiciones, desprecios –las actitudes iniciales de las secretarias ante Marge (Elizabeth Wilson), la secretaria de Briggs-, desarrolladas en un contexto opresivo donde los buenos modales y las aparentes formas esconden un latente mundo de humillaciones y pugnas, en la que el compañerismo y la comprensión resulta por completo ausente. A partir de dichas premisas, Cook sabe desplegar las posibilidades del guión de Serling –ya entonces representado en la televisión de la época-, en un juego generalmente dominado por conversaciones de carácter confesional a dos, en las que el espectador se acercará a la psicología e intimidad de sus personajes. Una elección formal que reviste un especial acierto por la sequedad, concisión y sensación de verdad que cada secuencia desprende. De forma casi admirable, lo que quizá en manos de otro cineasta más proclive a lo discursivo hubiera naufragado en un mar de lugares comunes, en PATTERNS ofrece una comprensión y sinceridad por momentos admirable. Es probable que el director supo atenerse a las sugerencias del material dramático que tenía en sus manos, pero lo cierto es que lo trasladó a la pantalla con un pudor y una sencillez expresiva, que incluso llega a mostrar la ambigüedad de todos los personajes en litigio. Es decir, que no dejará incluso de vislumbrar esa tentación de Staples por alcanzar ese rápido ascenso en el mundo de las finanzas –a lo que ayudará de manera notable la ambición demostrada por su esposa, uno de los personajes finalmente redimidos en la película, pero de cuyo tratamiento se desprende un alcance crítico considerable-, y al mismo tiempo finalmente planteará una vertiente justificativa de la manera despiadada que Ramsey demuestra en todo momento para administrar su empresa, que llegará a cobrarse incluso una víctima mortal.
Toda una madeja de intereses y ambiciones latente y nada ocultas, desarrolladas a modo de rito dentro de un marco recargado e incluso axfisiante, y que Fielder Cook logrará mostrar con un notable interés, valiéndose para ello del eminente trabajo aportados por todos sus intérpretes, en especial el cuarteto que alcanza un mayor protagonismo en el relato –Hefflin, Sloane, Begley y Wilson). Con un trabajo coral magnífico –es asombroso comprobar los instantes en las Marge demuestra un sincero acercamiento a Staples, a quien en los primeros momentos contemplaba con rechazo-, no puedo dejar de reconocer que la aportación de Ed Begley me pareció absolutamente conmovedora. Su capacidad para exponer un optimismo exterior, la vulnerabilidad de su personaje, su dignidad herida y la manera con la que encaja la humillación que llegará a costarle la vida, conforman a mi modo de ver uno de los logros interpretativos más memorables del cine norteamericano de su tiempo.
PATTERNS no alcanza, finalmente, la dureza casi mineral que ofrecía el ya mencionado film de Alexander Mackendrick –uno de los hitos del cine USA de mediada la década de los cincuenta-, pero sigue manteniendo incólume el interés de su propuesta, aunando la representatividad del contexto en el que fue realizada junto a la plena actualidad de sus enunciados. Y es que el ser humano puede evolucionar en aquellos elementos que rodean su existencia, pero en modo alguna olvidar esa dualidad que encierra su propia configuración como tal.
Calificación: 3
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LUIS -