HOTEL IMPERIAL (1927, Mauritz Stiller)
Aunque no puede decirse que acercarse a muestras de su cine sea nada fácil en los tiempos que corren, lo cierto es que me da un poco de pudor reconocer que hasta la fecha no había podido contemplar a ninguno de los títulos que formaron la filmografía del sueco –aunque nacido en Finlandia- Mauritz Stiller (1883 – 1928). La historiografía cinematográfica lo sitúa a la altura de su coetáneo Victor Sjöstrom, a la hora de configurar los rasgos que forjaron la iconografía y características del drama sueco, dejando una estela que retomaron sucesivas generaciones de cineastas como Alf Sjoeberg y, fundamentalmente, el mismísimo Ingmar Bergman. Aunque contó con una dilatada trayectoria en las dos primeras décadas del siglo XX, lo cierto es que su fama se cimentó a partir de los éxitos logrados con GÖSTA BERLING SAGA (La pasión de Gosta Berling, 1924), a partir de lo cual recibió –como tantos otros de sus compañeros- una propuesta de la Metro Goldwyn Mayer, en cuyo ámbito realizó tuvo una corta pero intensa aportación, tras la cual volvió a Suecia, donde falleció de forma inesperada y prematura, coartando con ello –como sucedió en otro ámbito con la figura de Paul Leni-, una trayectoria artística que sin duda hubiera producido resultados envidiables.
Y es precisamente en el ámbito que alberga esa breve inserción en el cine norteamericano –precisamente tras su participación no acreditada en THE TEMPTRESS (La tempestad, 1926. Fred Niblo)-, donde cabe insertar HOTEL IMPERIAL (1927), una interesante propuesta en la que Stiller propone un relato intenso, definido además en un metraje muy ajustado –la versión que contemplé es algo más reducida de la comúnmente señalada, lo cual podría justificar algunos abruptos saltos en la narración-, desarrollado en la localidad de Galicia, dentro de la Rusia de las postrimerías de la I Guerra Mundial. Hasta allí llega tras una implacable persecución el teniente austriaco Paul Almasy (James Hall), acosado por tropas rosas. Una vez ha logrado escapar de las mismas, logrará introducirse en unas dependencias, en donde caerá rendido –llevaba dos días sin descansar- sin saber que ha recalado en el viejo hotel de la localidad. Allí será descubierto por una de las sirvientas del recinto –Anna (estupenda Pola Negri)-, sintiéndose desde el primer momento atraída por Paul, al tiempo que también desde esos mismos instante lo protegerá de la persecución rusa, ya que el personal del hotel –y el conjunto de la propia localidad- se sienten fieles a Austria. Las dificultades comenzarán cuando el mando soviético decida establecer su cuartel general en el propio Hotel Imperial, acentuándose con el acoso que Anna recibirá constantemente por parte del mandatario de dicha delegación –el general Juschkiewitsch (George Siegmann)- un acercamiento que este rechazará en todo momento, y que solo utilizará en la medida que pueda servirle para ayudar a Almasy, quién se camuflará entre el personal del establecimiento, simulando ser un camarero del mismo.
Lo primero que cabe destacar en HOTEL IMPERIAL, es la rotundidad de su montaje y el ritmo que se vive ya desde sus primeros fotogramas. Ayudado además por un brillante y expresivo uso de las sobreimpresiones, que se erigirán como una de las armas visuales más notables del film. Tras la vibrante manifestación de esa persecución –que es mostrada con tintes pictóricos-, el espectador es introducido en una historia que adquiere una extraña personalidad en el momento en que Almasy se introduce en un recinto que asume tintes un tanto amenazadores. La talento de Stiller se manifiesta en la capacidad para integrar el contexto escenográfico en el que se va a desarrollar la acción –las dependencias del hotel, que son magníficamente integradas en el contexto de la película-, al tiempo que la presencia de una capacidad de detalle que tendrá un ejemplo admirable en la manera con la que se expresa el primer contacto de la protagonista con el joven teniente austriaco. La primera manifestación –esta de inequívoco alcance sexual- tendrá lugar al contemplar las botas que muestra el teniente tras la puerta mientras duerme, apreciando esta poco después el semblante de este totalmente dormido.
A partir de ese encuentro el film de Stiller despliega una brillante dramaturgia, combinando su alcance como relato melodramático, e insertando en su desarrollo elementos de intriga –la presencia de ese espía austriaco del que Paul advierte en su necesidad de eliminar, para lograr con ello preservar la contraofensiva rusa-. Unamos a ello la presencia de esos matices de sexualidad reprimida, manifestados en los constantes acosos del lúbrico general, del cual se aprovechará Anne para intentar con ello ayudar a la persona de la que se ha enamorado, siendo además correspondida por este ¿Pero en realidad sucede así? La duda se establecerá por su parte cuando Almasy consiga huir, contando para ello con la ayuda de esa joven que desde el primer momento se ha posicionado como su mejor aliada, tanto en la causa como en su corazón. HOTEL IMPERIAL concluirá con la pompa de un acontecimiento histórico –las tropas austriacas lograrán vencer a la invasión rusa, precisamente a partir de la aportación del joven teniente-. En medio de la aclamación de la población y las propias autoridades militares, Paul será condecorado, pero en su nobleza de carácter este reconocerá en público que la auténtica heroína es la persona que sacrificó cualquier riesgo personal en beneficio de un ideal, representado en la persona a la que ha demostrado su amor, y que el mismo ama.
Sin parecerme un título memorable, el film de Stiller se erige en un vigoroso melodrama revestido de notable fuerza cinematográfica, en la que destaca la capacidad para la composición plástica, el ya señalado uso de las sobreimpresiones, la fuerza de sus primeros planos o la minuciosidad en la plasmación de episodios históricos del pasado, debidos especialmente a las capacidades de Lajos Biró, especialista en esta temática y de cuya misma base argumental se han realizado numerosos e interesantes films de época, que van de THE SCARLET PIMPERNEL (La Pimpinela Escarlata, 1934. Harold Young) a A ROYAL SCANDAL (La zarina, 1945. Otto Preminger). Si a ello unimos la aportación como guionista del excelente Jules Furthman, o la entrega del cuadro de intérpretes, entenderemos la solvencia y ocasional intensidad de este atractivo melodrama de época, que sobrevive con notable vigencia casi nueve décadas después de su realización, y que a nivel personal me ha servido para iniciar mi interés por un cineasta tantas veces citado como apenas contemplado.
Calificación: 3
2 comentarios
Stalker -
Me parece mucho más interesante su etapa sueca, especialmente aquellos títulos en los que, al igual que Sjöström, integra la naturaleza en el desarrollo de las tramas argumentales ("El tesoro de Arne", "A través de los rápidos",...).
Stiller me parece un claro ejemplo (otro más) de talento malogrado.
Enhorabuena por tu magnífico blog.
Un saludo.
Zinquirilla -
Un saludo.