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CINEMA DE PERRA GORDA

SWEEPINGS (1933, John Cromwell) Honrarás a tu padre

SWEEPINGS (1933, John Cromwell) Honrarás a tu padre

La andadura del estupendo cineasta que definió a John Cromwell en el contexto de la primitiva Radio Pictures, fue pródiga en títulos por lo general centrados en diversas vertientes del melodrama. En ellos se dio cita un general buen nivel, que permitió la afluencia de títulos de notable interés –THE FOUNTAIN (Fiel y pecadora) y OF HUMAN BONDAGE (Cautivo del deseo) ambas de 1934, - aunque también se encontraran otros de inferiores cualidades –THE SILVER CORD (1933)- . Es en buena medida comprensible este desnivel que, con todo, nos permite un conjunto de producción bastante atractivo, integrado en el cómputo de un realizador que más adelante proseguiría en una carrera dotada de una especial consistencia, en la que se alternarían melodramas, films carcelarios, policíacos e incluso títulos ligados al cine de aventuras.

 

En lo que nos concierne en estas líneas, debemos centrarnos en SWEEPINGS (Honrarás a tu padre, 1933), inserta en ese periodo ligado a la Radio Pictures, que sin ninguna duda se puede considerar uno de los títulos más insólitos de su filmografía. Y señalo lo de insólito, en la medida de asistir a una película –cierto es, se trata de un inusual melodrama-, que de forma paralela ejerce como una nada solapada crónica sobre la recuperación y florecimiento de la ciudad de Chicago, tras el incendio que destruyó la ciudad en 1871 –una tragedia que Henry King también llevaría a la pantalla pocos años después para la 20th Century Fox-. Será el momento en que desde New York llegue a la devastada población la familia que representa Daniel Pardway -un auténtico tour de force para un excelente Lionel Barrymore, que envejecerá su aspecto durante el devenir de la película-. De espíritu emprendedor, acompañado por su esposa –Abigail (Ninetta Sunderland)- no dudará en vivir en un recinto prácticamente destruido y dormir en un gallinero, promoviendo con su hermano un bazar que muy pronto alcanzará la prosperidad en un cada vez más recuperado contexto ciudadano. Para ello llegarán a emplear tácticas como las rebajas, y a captar la figura de un espontáneo y molesto cliente. Se tratará de Abe Ullman (un magnífico Gregory Ratoff), quien muy pronto se convertirá en imprescindible a la hora del rápido crecimiento de este originario bazar en toda una cadena de venta. Junto a esta progresión empresarial, Pardway verá con creciente placer el nacimiento de hasta cuatro hijos que alegrarán su existencia, aunque esta se verá marcada de manera inevitable por la prematura desaparición de su esposa. El protagonista cubrirá esa dolorosa ausencia con una absoluta dedicación al trabajo, lo cual le proporcionará constantes beneficios que querrá destinar a sus cuatro hijos, para que el día de mañana estos se hagan responsables de un emporio. Sin embargo, por una u otra causa, ninguno de ellos se mostrará dispuesto ni preparado para asumir tal responsabilidad, llevando a su padre a una notable desesperación, sin ser capaces de ofrecer ese futuro en la figura de su ya viejo y abnegado Ullman, siempre anteponiendo cualquier otro aspecto de su vida solitaria al servicio del crecimiento del imperio comercial de Pardway. El paso de los años, su creciente desgaste y escepticismo y la inevitable vejez de este, conducirá a un punto de inflexión del que Ullman demostrará haberse adelantado a las intenciones de su jefe –que en varias ocasiones ha practicado con él un determinado juego de humillaciones-.

 

Destacaba al inicio de estas líneas mi apreciación de SWEEPINGS como uno de los títulos más extraños, no solo de la obra de Cromwell sino, del conjunto del cine norteamericano de la primera mitad de la década de los años treinta. Y lo hago basándome en el hecho de considerar poco frecuente la presencia de películas que basaran su argumento en el planteamiento de los mecanismos de poder. Digamos en que dicha década, un ejemplo pertinente sería el de THE POWER AND THE GLORY (El poder y la gloria, 1933. William K. Howard), que mucha gente considera un precedente del CITIZEN KANE (Ciudadano Kane, 1941) de Welles. Junto a esta vertiente tan poco frecuentada en aquellos años, la película nos ofrece sotto vocce una visión complementaria del progreso de una ciudad como Chicago a partir de un referente trágico de su historia, preludiando títulos posteriores como el plúmbeo SAN FRANCISCO (1936, W. S. Van Dyke) o el mucho más interesante IN OLD CHICAGO (Chicago, 1937. Henry King). Es más, en más de una ocasión la estructura y progresión de SWEEPINGS me ha recordado de manera poderosa otro valioso film de Henry King como LITTLE OLD NEW YORK (El despertar de una ciudad, 1940). Sin embargo, lo que en la producción de la Fox emergía como un relato vitalista y aventurero, en el film de Cromwell aparece con un resultado sombrío, hasta llegar a alcanzar en algunos momentos una negrura centrada en la visión acre que se formula de la institución familiar. Será un aspecto que en la película aparece descrito con tanta dureza como con un pequeño margen para la esperanza –esa afirmación final del hasta entonces disoluto Freddie (Eric Linden), ante la figura vencida de su padre-.

 

Pero más allá del interés de su contenido dramático y a la relativa originalidad que domina la película –que toma como base una novela de Lester Cohen, también autor del guión-, la verdadera fuerza que ejerce como elemento motriz, se centra en la constante inventiva que su realizador despliega a lo largo de todo su metraje. Se trata de una formulación narrativa bastante habitual en este periodo de la obra de Cromwell, empeñado con acierto en traspasar esa frontera aún existente en el cine de los primeros años treinta con la implantación del sonoro, en la que muchas de sus producciones se caracterizaron por su estatismo y teatralidad, acentuando la presencia de diálogos en detrimento del dinamismo específicamente cinematográfico. Fue una tendencia contra la que el cineasta luchó, embarcándose además en el tratamiento de temas comprometidos y valientes, que tuvieron su oportuno caldo de cultivo en el Hollywood previo al Código Hays. Así pues, y como en diversas otras de sus películas, en SWEEPINGS encontramos una casi admirable fluidez, que avanza en su primer tercio de manera casi vertiginosa, mientras que poco a poco irá atemperando su ritmo, mientras se va describiendo el progresivo desapego de los cuatro hijos ya crecidos en torno al patriarca Pardway. A partir de ese momento se intercalarán episodios dramáticos –el asesinato en que se ve envuelto el primogénito de la familia-, junto a otros que se caracterizarán por el uso de la elipsis –el fracasado matrimonio de la única hija de Daniel con un príncipe, que luego conoceremos fue totalmente amañado-.

 

Entre los mejores momentos del título que comentamos, se encuentran episodios tan contrapuestos como el de la muerte de Abigail, filmado con dolorosa contundencia, o la presencia previa de una elipsis tan admirable como la que describe –utilizando la parte trasera de una mecedora-, la llegada del primogénito de los Pardway. Más adelante se encontrará otra atractiva propuesta narrativa, centrada en el seguimiento en planos consecutivos del discurrir de los pies de Freddie desde el momento en que abandona su mansión familiar, describiendo en dicho recorrido la progresiva degradación a la que llegará en su recorrido vital, hasta unirse a un grupo de personajes ligados a la delincuencia. Un momento en el que el joven mostrará una considerable lucidez al comentar a estos dudosos personajes como llegó hasta ellos, mientras lee la noticia de prensa de la separación de su hermana con el príncipe con el que contrajo primeras nupcias.

 

Por último, y junto a estos aspectos concretos, SWEEPINGS destaca de la misma manera en la cercanía, vigor y convicción con la que muestra el funcionamiento de esos grandes almacenes de primeros de siglo XX, adelantándose curiosamente a una secuencia similar –aunque tamizada de carácter cómico- en torno a las rebajas, como décadas después mostraría Frank Tashlin en la admirable WHO’S MINDING THE STORE? (Lío en los grandes almacenes, 1963)

 

Calificación: 3

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