SINCE YOU WENT AWAY (1944, John Cromwell) Desde que te fuiste
Suele decirse –y no sin razón- que SINCE YOU WENT AWAY (Desde que te fuiste, 1944. John Cromwell) se erige como una de las máximas expresiones del “estilo Selznick” y, en consecuencia, en uno de los más claros exponentes de la personalidad que los grandes productores de Hollywood, lograban imponer en buena medida en las películas por ellos planificadas. Ello no tiene nada de malo o de bueno en sí mismo, pero pone en entredicho la aplicación de la cahierista “teoría de los autores”, cuando se trata de hablar del cine norteamericano clásico. En este caso concreto, cierto es que nos encontramos ante un título firmado por el más que competente John Cromwell –del que emergen sin duda los mejores momentos de la función-, pero indudablemente la línea general de la película queda definida en la impronta del propio Selznick, quien en los propios títulos de crédito se inserta como autor del guión de un film que se extiende a cerca de tres horas de duración.
SINCE YOU… es, indudablemente, un título de propaganda de guerra, que en esta ocasión realiza una mirada teñida de rendido homenaje, hacia las familias y sobre todo mujeres, que durante la contienda tuvieron que intentar normalizar el ritmo de sus vidas. Todo ello pese a las carencias y restricciones existentes en tiempos de la incorporación aliada del ejército norteamericano en la II Guerra Mundial y, sobre todo, con la ausencia de los esposos, padres e incluso hijos en su seno. No sería, sin embargo, la primera ocasión en la que se trasladara a la pantalla este punto de vista, pero es indudable que la mirada efectuada en el título que nos ocupa, adquiere unos tintes genuinamente norteamericanos, donde la abnegación y el sacrificio van en esta ocasión aparejados con cierta cursilería y defensa de una pequeña burguesía norteamericana, que en modo alguno se permite el más mínimo elemento de reflexión sobre la propia existencia del conflicto bélico –En este sentido, una película como TENDER COMRADE (Compañero de mi vida, 1943. Edward Dmytryk), intentaba dentro de su alcance discursivo, una mirada realista sobre dicho contexto-. Antes al contrario, la película de Cromwell parece plantearse como una auténtica fantasía, puesto que en buena medida su planteamiento se centra en el vacío que se crea en el seno de la familia Milton con la ausencia de su patriarca para ingresar en filas. Se quedará al mando de la casa su esposa –Anne (Claudette Colbert), y sus hijas –Jean (Jennifer Jones) y Brig (Shirley Temple), teniendo que aceptar la llegada de un inquilino para poder sobrellevar la economía de la casa. Este será el viejo coronel retirado Smollett (Monty Woolley), un hombre adusto y de modales arcaicos quien, sin embargo, muy lentamente irá integrándose en el conjunto de esta familia.
Dentro de la adversidad que caracterizará su vida cotidiana, los Milton no dejarán de mantener en activo su vida social –de forma modesta y menguada-, y Jean se verá progresivamente atraída por un joven soldado –Bill (Robert Walker)-, que casualmente es nieto de Smollett, aunque no mantiene buenas relaciones con este. Sin embargo, esta relativa placidez se verá quebrantada cuando se notifique a Anne que su esposo se encuentra en paradero desconocido en combate y, más adelante, la hija mayor de la familia se entere de que Bill ha muerto en acto de combate en Alemania. Serán ambos, trágicos acontecimientos que ensombrecerán la vida en el hogar de la familia protagonista, aunque ello lleve al definitivo acercamiento del viejo inquilino con el entorno con el que ha estado conviviendo ya un cierto tiempo. Llega la Navidad, y con los deseos de felicidad se entremezclan la nostalgia y la añoranza. Será ello algo totalmente insoportable para Anne, quien se derrumbará y estallará en llanto. Sin embargo, cuando la situación parece revestir inequívocos tintes dramáticos, una llamada inesperada le devolverá la alegría de vivir al conocer el hecho de que su marido se encuentra sano y salvo.
Si algo podemos destacar como rasgo interno de este larga, larguísima película, es la constante colisión entre un punto de vista idílico, pequeño burgués y conservadoramente norteamericano, que en primera instancia queda manifestado con el devenir de los inquilinos de la mansión Milton, y los destellos que la narración deja entrever en un lugar secundario, en donde atisbamos el peso de una colectividad que se encuentra traumatizada a partir de su implicación en la contienda mundial. Es una lucha que no se si se centraría en las intenciones divergentes marcadas entre director y productor –sería bastante simplista incurrir en esta clasificación, en la medida que nos encontramos con un productor inteligente, más allá de los perfiles convencionales de su estilo-, pero lo cierto es que si algo cabe destacar de SINCE YOU… es el esfuerzo en la labor de realización puesto en práctica por John Cromwell, ayudado de forma notable con la aportación de los directores de fotografía Stanley Cortez y Lee Garmes. En esa confluencia, la cámara logra utilizar la fuerza de la profundidad de campo, interesa en atrevidos movimientos de cámara, e incluso logra algunas secuencias que rozan lo conmovedor, como es la que muestra la despedida de Jennifer Jones y Robert Walker –en la que la disposición en picado en semipenumbra de la actriz, nos avanza la desaparición en combate del joven soldado-. De todos modos, cualquier análisis de la película ha de acometerse en esa siempre presente dualidad que se expresa entre la visión paternalista y familiar de sus perfiles, en ese intermitente esfuerzo narrativo y, finalmente, en esos detalles que dejan entrever la fuerza de una colectividad inmersa en un entorno bélico que logra trastornar su vida cotidiana –estoy pensando en esos “travellings” laterales que se describen cuando Claudette Colbert y Joseph Cotten se introducen en la fiesta de los soldados, en donde se aprecian los perfiles y comentarios en penumbra de esa multitud que vive y palpita por encima de un festejo social ampuloso y vacuo-.
Creo no obstante que esa mirada hasta cierto punto complaciente, acrítica e incluso lindante con la cursilería, es la que alcanza finalmente un predominio más acusado en una película en que la presencia de la banda sonora de Max Steiner –oscarizado por la misma- llega a resultar molesta, en donde la duración de las secuencias de pareja se prolongan más de lo debido, y en donde el aire propagandístico y conservador es notable –una mirada que se centra en una versión nada distorsionada de nuestro cercano “Dios, patria y justicia”-, y contra lo cual poco puede hacer en ocasiones un John Cromwell en aquellos años bastante en forma, aunque este no sea ni de lejos uno de sus títulos más relevantes –quizá habría que poner en tela de juicio el hacerle responsable del mismo-. Eso sí, la labor de Claudette Colbert resulta impecable, y estoy convencido que su entrega en los instantes más dramáticos, son los que le valieron años después el protagonismo de THREE CAME HOME (Regresaron tres, 1950) de Jean Negulesco.
Calificación: 2
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