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CINEMA DE PERRA GORDA

OLIVER TWIST (2005, Roman Polanski)

OLIVER TWIST (2005, Roman Polanski)

A la hora de contemplar cualquier título dentro del cine de nuestros días, personalmente suelo tomar como referencia la opinión previa de una serie de comentaristas que, sin constituir un axioma, generalmente suelen ser muy valiosas, sintonizando generalmente con buena parte de sus apreciaciones. En esta ocasión, las mismas hablaban del elevado nivel que registraba el último de los films realizados hasta el momento por Roman Polanski; OLIVER TWIST (2005). Estas opiniones describían unas cualidades muy superiores a las apreciadas por el conjunto de la crítica, que en su momento no valoraron en exceso esta nueva versión de la célebre novela de Charles Dickens, rápidamente diluida en el momento de su estreno como una clásica película “infantil para época navideña”. Ante esta tesitura, lo cierto es que mi estado de ánimo se intuía cercano al entusiasmo, teniendo además el recuerdo bien presente de la magnífica THE PIANIST (El pianista, 2002), título precedente en la filmografía de Polanski, que además compartía con el que nos ocupa la presencia del dramaturgo Ronald Harwood. La realidad se impone finalmente, y he de decir que mi valoración de esta superproducción es agridulce. No se puede negar que nos encontramos con un producto cuidado y, en algunos momentos, incluso excelente. En sus imágenes –sobre todo en su primer tercio del metraje-, nos encontramos ante una mirada en la que prima una reconstrucción ajustada basada en resonancias pictóricas, en la mirada plasmada por su personaje central, un uso estupendo de la pantalla ancha, y con una deliberada huída de excesos melodramáticos. En cualquier caso, esa última tendencia, bajo mi punto de vista, pasa factura del conjunto en su segunda mitad, en donde coincidiendo con una mayor incidencia folletinesca del relato, parece como si en el cómputo de sus secuencias se instalara una cierta desgana, dominando la resolución del relato, hasta impedir que este logre finalmente alcanzar un definitivo climax.

 

No quiere esto decir que nos encontremos ante un producto rechazable. Nada de eso. OLIVER TWIST versión Polanski demuestra desde sus primeros compases no solo la madurez narrativa de su realizador sino, ante todo, esa mirada teñida de escepticismo consustancial a su cine. En apenas muy pocos planos, y tras unos especialmente sobrios títulos de crédito sobre fondos de grabados, nos adentramos en una descripción física del entorno en que se desarrollará la historia, que muy pronto se adentrará en la visión que sobre un contexto definido por la miseria y las injusticias, rodearán la azarosa andadura del pequeño y angelical Twist (Barney Clark). Será este un sendero francamente eficaz desarrollado por los responsables de la película, que dejarán de lado un excesivo apoyo en la opulencia de la producción –que tendrá una ruptura totalmente justificada con el momento de la llegada a Londres del protagonista, coronando su huída-. En ese sentido, hay que constar esa justeza en la narración que indudablemente despega esta nueva versión de otros referentes más inclinados a potenciar la vertiente folletinesca del relato. De todos modos, personalmente considero que cuando su vertiente descriptiva alcanza toda su potencialidad, bajo mi punto de vista el desarrollo ulterior del mismo deviene hasta cierto punto cansino y, pese a ocasionales destellos de intensidad, como el que expresa elípticamente el asesinato de Nancy (Leanne Rowe), lo cierto es que se echa de menos un mayor arrojo. Y para ilustrar este rasgo tomo como referencia el momento –en teoría necesitado de fuerza dramática-, de las últimas secuencias de la película, en las que se describe la huída del cruel Bill Sykes -Jamie Foreman- por unos siniestros tejados, llevando como rehén a Twist. Se podrá decir lo que se quiera, pero dichos instantes se muestran totalmente carentes de tensión, hasta concluir con la muerte accidental del bandido cayendo en la horca, resuelta con una ausencia de “punch” inaudita en un profesional del prestigio de Polanski.

 

Es por ello que mi valoración de OLIVER TWIST resulta hasta cierto punto desconcertante. Lo es en la medida de encontrarme con un producto estimable, revestido de dignidad en su diseño de producción, que decide huir de unos senderos previsibles en este tipo de relatos, y cuya realización se caracteriza por su sobriedad. Ello, lamentablemente, no va aparejado con un ritmo equilibrado, y por ello el conjunto se resiente de un notable decalage que, si bien en ningún momento logra arruinar su resultado, en su parte final deja entrever una disminución en el interés de sus propuestas. Finalmente, no cabe omitir la estupenda dirección de actores demostrada en la película. Basados en unas caracterizaciones impecables de personajes –que, una vez más, tienen un superior grado de acierto en su tercio inicial, más centrado en ese rasgo descriptivo-, lo cierto es que todo su cast se adecua a la perfección. Desde los interpretes más jóvenes –con especial mención al niño Harry Eden, que encarna con propiedad al vivaracho ladrón Dogger-, hasta el modulado histrionismo de Ben Kingsley al interpretar al ladrón Fagin, esa adecuación se puede extender a retratos de personajes que casi parecen surgir de la descripción dickensiana, y a los que incluso una escasa presencia en pantalla no les impide estar revestido de su significación como elementos de la narración.

 

En su lado opuesto, y aunque resulte un detalle secundario, no puedo dejar de señalar como pese a resultar una superproducción de evidentes medios, en algunos instantes se aprecie –mucho más de lo debido-, la carpintería de sus decorados. Me refiero en concreto a la secuencia casi final en la que Oliver entra en la prisión donde está detenido Fagin junto a su protector Brownlow -excelente Edward Hardwicle-. Fíjense cuando se encuentran en la fachada de la prisión, como se aprecia el cartón piedra del decorado. Es algo que para aquellos mediterráneos que hemos crecido contemplando fallas y fogueres nos resulta muy familiar, pero que en esta ocasión contribuye a distanciarte de la credibilidad de la imagen. Finalmente, dejar constancia de la magnífica labor del operador de fotografía Pawel Edelman, que deslumbra al espectador desde el primer fotograma del film, sabiendo equilibrar la impronta visual del relato en su contraste de miserias urbanas y exteriores rurales dentro de ese respeto casi pictórico de su configuración, y constatar que la compositora Rachel Portman recurre en esta ocasión a sones melódicos ya bastante acomodaticios, para aquellos que admiramos su partitura en THE CIDER HOUSE RULES (Las normas de la casa de la sidra, 1999. Lasse Hallström).

 

Calificación: 2’5

2 comentarios

Juan Carlos -

Por ejemplo, varios de los críticos de la revista DIRIGIDO POR. Entre ellos el por mi muy respetado Tomás Fernández Valentí. No quiere decir que siempre esté de acuerdo con su criterio, pero siempre me resulta una referencia de fiar.

Int -

Hola. ¿Podrías confesar quienes son esos comentaristas "de los que te fias"?