LA SFIDA (1958, Francesco Rosi) El desafío
Pocos realizadores de su tiempo gozaron de mayor prestigio que Francisco Rosi, no solo en las fronteras italianas, sino incluso dentro del ámbito del conjunto de la cinematografía de su tiempo. La hábil adscripción política y dialéctica de su no muy extensa producción, unida a una ocasional destreza en una narrativa física que en ocasiones logró resultados atractivos, contribuyó a mitificar un nombre que se encontraba por debajo no solo de muchos otros compañeros de generación –menos valorados en su momento, quizá por estar adscritos a la práctica de exponentes de géneros tradicionales-, sino que en realidad vendía un cine mucho más cuestionable y endeble de lo que se pudo vislumbrar en su momento. El tiempo ha sido un juez cruel de dicha aportación fílmica, ya que ¿quién se acuerda del cine de Rosi? Dicho esto, y con la distancia que proporciona el paso de más de medio siglo, contemplar el título que supuso el debut de nuestro director –LA SFIDA (El desafío, 1958)-, de alguna manera puede permitirnos vislumbrar las posibilidades y limitaciones que ya en su primera película se mostraban envueltos en ese arrojo que se erige como principal cualidad de la misma, y en buena medida es comprensible como tal “opera prima”.
La película se desarrolla en el Nápoles de 1957. En medio de una ciudad que combina su arquitectura abigarrada de casas blancas, agrietadas y casi ligadas a la ruina, con la presencia tímida del progreso representada en nuevas edificaciones, conoceremos la azarosa andadura de Vito Polara (José Suárez). Se trata de un joven contrabandista de tabaco, que de la noche a la mañana –una acción inesperada de sus ayudantes- intuirá la posibilidad de extender sus redes como especulador en productos agrícolas, aunque para ello tenga que luchar contra las mafias ya instaladas en su entorno rural, representadas en la figura respetada y temida de Salvatore Ajello (Decimo Cristiani). Pese a esa referencia que podría parecer intimidante para un advenedizo –buena prueba de ello es el primer encuentro que tendrán ambos-, Vito vislumbrará en la práctica de este nuevo modo de enriquecimiento ilegal, una posibilidad de ascensión social, que en buena medida podría ser una oportunidad de emerger del entorno en el que hasta entonces ha quedado inmerso –uno de los aspectos que queda mejor perfilado en la película-.
A partir de un guión en el que junto al propio realizador, se encontraba la presencia de Enzo Provenzale y la mítica Suso Cecchi d’Amico, LA SFIDA destaca desde su primera secuencia por la extraordinaria capacidad de observación de esa cotidianeidad napolitana. Ayudado por una magnífica fotografía en blanco y negro de Gianni Di Venanzo –por cierto, estos nombres citados hablan de la enorme riqueza del cine italiano de aquel tiempo-, podemos casi oler esa marabunta de casas dominadas por blancos enrejados por grietas, una población mediterránea, extrovertida y bulliciosa. Un contexto humano descrito como una marejada en la que casi se puede respirar a Mediterráneo. A pesar de la presencia de una narrativa un tanto abrupta, a pesar incluso de la presencia de ese personaje femenino –Assunta (Rosanna Schiaffino)- con el que nuestro protagonista se casará, y que en ningún momento adquiere entidad alguna en la función, y sin obviar lo excesivamente chirriante que en algunas ocasiones resulta la banda sonora de Roman Vlad, lo cierto es que el film de Rosi adquiere un considerable alcance físico. Más que asistir a un relato provisto de una especial originalidad –aunque en su momento no fuera habitual asistir a propuestas de estas características-, lo cierto es que sus imágenes funcionan por el constante acierto descriptivo expuesto, siguiendo el retrato de ese dilentanti bravucón protagonista, quien intenta emerger en un contexto social de escasas posibilidades, integrándose en los márgenes de esa Italia del progreso que emerge gracias al sacrificio de tanto obrero. Rosi logra mantener en todo momento la fuerza de una película que destaca por esa ya señalada fisicidad, por la capacidad de observación de los usos y costumbres de los habitantes de las zonas narradas –esas imágenes de la procesión de la Virgen en la que Vito colaborará económicamente, para lograr captar la atención de los vecinos de la localidad que celebra sus fiestas-. Serán todos ellos, elementos que el realizador italiano ensayará con bastante acierto, y supondrán la piedra angular de su cine posterior. Dentro de dicho contexto, episodios como el que marcará la conclusión de la película –iniciado en la propia boda del protagonista con Assunta-, tendrán su progresiva dramatización en las angustiosas secuencias de la lucha de Vito por alcanzar esas frutas en las que –más allá del propio valor material de las mismas- este se juega su propia dignidad no como persona –ya que estamos hablando de un ámbito por completo al margen de la legalidad-, sino en el propio relevo generacional y de métodos que plantea Polara, frente al tradicionalismo representado por Ajello. En realidad, ese es el desafío que clama el título del film, el de un joven desclasado que no duda en empeñarse a la hora de integrarse en esa nueva Italia de la comodidad y el progreso –compra un apartamento recién edificado junto al mar, para vivir en él junto a su joven esposa-, pero que se tropezará con la infranqueable muralla de un modo de organización y funcionamiento, por completo entroncado con la mentalidad rural italiana.
Es así, con cierta aspereza narrativa, pero también con notable fuerza dramática, como discurre este LA SFIDA, que muestra un “joven airado” a la italiana. Sería más que interesante plantear una comparativa en las demostraciones de este personaje, reiterado en todos los cines mundiales, pero caracterizándose el mismo con las características propias de cada país. Es curioso como para concretar el que protagonizó un impecable José Suárez, hubiera que recurrir a un intérprete español, aunque nos encontremos con una coproducción hispano italiana, de la que muy poco se observa, ya que su idiosincrasia es por completo italiana. Además de por sus cualidades intrínsecas, y aún teniendo en cuenta los inconvenientes antes señalados, justo es señalar que la propuesta que comentamos ofrece algo más que un borrador en la trayectoria de un cineasta quizá excesivamente mitificado en su tiempo, y que en esta su primera obra demostraba algo más que buenas maneras.
Calificación: 3
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