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CINEMA DE PERRA GORDA

I MAGLIARI (1959, Francesco Rosi)

I MAGLIARI (1959, Francesco Rosi)

¡Que manera tan brillante de iniciar una película, describiendo la nostalgia y al mismo tiempo la inseguridad de un personaje! Es lo que propondrá I MAGLIARI (1959) –realizada por Francesco Rosi antes de que su entronización como cineasta de la progresía, no fuer aparejado con su crecimiento como realizador-, al describir a Mario Balducci (un perfecto Renato Salvatori, del que sabe extraer la simpleza de su atractivo primitivo) en plena estación de la ciudad alemana de Hannover, contemplando en su centro una alegoría que señala las distancias con grandes ciudades europeas, tocando con nostalgia la que refleja a Roma… Es decir, con su maleta y aspecto de desolación, es uno más de los muchos trabajadores que han emigrado hasta Alemania con la ilusión de lograr una estabilidad económica con su trabajo, pero han decidido retornar hasta su país con la frustración personal de descubrir que su apuesta se ha saldado con el fracaso. A la espera de su retorno en el tren, acudirá a una taberna, donde será abordado por el irresistible Totonno (un Alberto Sordi magnífico, sabiendo proporcionar a su rol una admirable ambivalencia), quien utilizará de manera astuta el pasaporte de este para salir de la inspección de unos agentes que buscan inmigrantes indocumentados. Será el punto de partida para que el inocente Mario se vea enredado en el mundo que comanda Toto, quien sobrevive con peculiar éxito como un auténtico timador, vendiendo telas a través de situaciones en las que cuenta con la buena voluntad de las personas –una de ellas, vender un lote de estas a una viuda, aparece casi como un precedente de las prácticas del Paul Newman de VEREDICT (Veredicto final, 1982. Sidney Lumet). En medio de dicho contexto, y pese a un sentido de la integridad que nunca le abandonará, Mario se dejará llevar por el mundo de ese Toto que discurre casi a ritmo de ballet, en el que situaciones que se acercan a la comedia –el timo realizado a la dueña de un caserón-, se alternarán con otros fragmentos claramente dramáticos –el enfrentamiento del eterno estafador contra su superior Rafaelle Tramontana (Carmine Ippolito)-.

Todo ello conforma en I MAGLIARI un aire de tragicomedia, en el que junto al eco casi desolador de toda una generación de hombres que en realidad sobreviven en una Alemania vendida en su momento como la tierra del milagro -aunque en realidad hayan fracasado en su sueño-, tendrán que introducirse por cauces fraudulentos para poder conservar un ritmo de vida más o menos defendible. Como si ejerciera a modo de título bisagra en esa nueva commedia all’italiana amarga y desencantada, coincidiendo con exponentes inolvidables que en aquellos años filmaron cineastas como Mario Monicelli, Luigi Zampa y algunos otros, I MAGLIARI parte de un agudo guión de Guiseppe Patroni Griffi, la gran Suso Cecchi d’Amigo y el propio Rosi, partiendo de un argumento de los dos últimos, y adquiriendo unos modos que nos acercan a resabios del noir. En sus imágenes contemplaremos lugares sombríos, la magnífica fotografía de Gianni Di Venanzo apuesta en su sombrío blanco y negro el lado oscuro de una sociedad urbana como la alemana, de la que atisbaremos no ese supuesto grado de progreso, sino otra estampa, más desencantada, de un puñado de individuos que, en realidad, tan solo con sus acciones, intentan de manera desesperada engañarse a sí mismos, incapaces de asumir su fracaso personal. Rosi acierta -ayudado por un espléndido cast, la fuerza de sus imágenes y dejando en un segundo término su vertiente discursiva-, a la hora de describir ese colectivo procedente de Italia que sobrevive en Alemania en base a pillerías, y una organización que, a menor escala, asume tintes mafiosos, comandada por Tramontana, y contra el que intentará rebelarse Toto, utilizando para ello a Mario, del que ha descubierto en su bonhomía, simpleza y atractivo, un elemento de apoyo, por ejemplo, para seducir a Paula Mayer (Belinda Lee), esposa de un acaudalado empresario con el que se intentará aliar. Sin embargo, entre la joven pareja aflorará algo más que el simple deseo sexual de dos jóvenes, encontrándose en una situación de compleja salida. Y es que Paula desea proseguir su relación con Mario, aunque este no se resigne a seguir siendo un simple amante de esta, quien por otra parte –con sus orígenes obreros- se encuentra incapaz de abandonar ese mundo de lujo que ha logrado mediante su matrimonio con un ser que en el fondo detesta, pero que ha servido para que ella en su vertiente exterior emerja como un ser realizado, aunque en su interior se sienta tan frustrada como Mario.

Al igual que cualquiera de los restantes films que forjaron la obra de Rosi, se detectan aquí y allá situaciones de las que otros cineastas de más fuste –y en muchas ocasiones menos reconocidos- hubieran extraído un mayor partido. Sin embargo, el mayor mérito de su metraje reside a mi modo de ver en la capacidad para describir un marco social descrito con una fisicidad que casi llega a palpar el espectador. Es en esas secuencias colectivas, la mayor parte de ellas desarrolladas en los exteriores bríos y brumosos de tierras alemanas, donde de percibe lo más auténtico de este I MAGLIARI, que acierta al transmitir un marco tan lleno de vida como de frustración, tan vitalista como desencantado. Y junto a ellos, la película no olvida esos instantes intimistas, como el llanto apenas oculto de Mario ante Toto, cuando asume el fracaso de su aventura teutona –antes de dejarse enredar por los tejemanejes de este-, otros festivos, como el desarrollado en la tasca donde Toto se reúne con sus compañeros para describir un casi inesperado baile al vivir una situación favorable- o la secuencia final, en la que historia amorosa entre este y Paula no pueda sobrevivir a unos condicionamientos que ambos se han impuesto –el retorno a Italia de este, o la renuncia a la riqueza de ella-. No faltarán pruebas del sentido de la integridad de Mario –quien llegará a recibir una paliza al defender a Toto-, aunque la debilidad de su carácter no le impedirá percibir los favores de su amante –aparecerá vestido con lujo, denotando ser un objeto amoroso de esta… uno más de los que Paula ha ido atesorando a lo largo del tiempo-.

Sin dejar de reconocer su valía, I MAGLIARI es un exponente fílmico más de una corriente emergida en el cine italiano en la segunda mitad de los cincuenta, en el que encontramos precedentes tan valiosos como I VITELLONI (Los inútiles, 1953. Federico Fellini), iniciando todo un ciclo de exponentes en los que se reflejaban las consecuencias de la emigración italiana a países extranjeros, o incluso la propia desarrollada en el país de zonas rurales a otras de mayor proyección urbana, de las cuales quizá su exponente más rotundo sea la extraordinaria ROCCO E I SUO FRATELLI (Rocco y sus hermanos, 1960. Luchino Viconti). Ocioso es decirlo; el film de Rosi no llega a la altura de los dos títulos señalados, pero resulta atractivo en sus posibilidades, en la sequedad narrativa que utiliza, en el intento –no siempre logrado, pero en algunos momentos brillante- de alternar drama y comedia, y en definitiva, por resultar quizá mas valioso que algunos de sus exponentes posteriores, más reputados, pero de formulación narrativa mucho más discutible. Por lo menos, en esta ocasión Rosi no se deja llevar por efectismos varios en su momento no cuestionados, por una crítica y unos festivales que se dejaban llevar por el contenido de denuncia de sus obras, sin olvidar que, ante todo, el cine es un arte de la imagen.

Calificación: 3

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