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CINEMA DE PERRA GORDA

CARRIERS (2009, Alex & David Pastor) Infectados

CARRIERS (2009, Alex & David Pastor) Infectados

Pocos días después de haber visto 30 DAYS FO NIGHT (30 días de oscuridad, 2007. David Slade), acercarse a CARRIERS (Infectados, 2009. Alex & David Pastor) supone por un lado reencontrarse con las maneras renovadas que el cine norteamericano tiene de plantearse el espíritu de la antigua y nunca suficientemente añorada serie B. En el título que comentamos, esta semejanza la entroncaría con ese subgénero de cine “apocalíptico” que tuvo su mayor efervescencia en el Hollywood de los cincuenta y primeros sesenta, con propuesta que van de la mediocre PANIC IN YEAR ZERO! (Pánico infinito, 1962. Ray Milland) –con la que mantiene no pocos elementos de contacto-, a las más atractivas ON THE BEACH (La hora final, 1959. Stanley Kramer) o la apenas conocida THE WORLD, THE FLESH AND THE DEVIL (1959, Ranald MacDougall)-. Con todas ellas comparte además un elemento colateral; el de suponer un exponente cinematográfico ligado a un periodo concreto. En el de los referentes citados, estos se enclavan en un marco de paranoia colectiva conocido por todos, que incluso se prolongaría en títulos como FAIL-SAFE (Punto límite, 1964. Sidney Lumet) –sin tener que recurrir al excelente y satírico DR. STRANGELOVE OR: HOW I LEARNED TO STOP WORRYING TO STOP THE BOMB (¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú, 1964. Stanley Kubrick)-, en el que supone el debut de los catalanes hermanos Pastor, queda claro que su contenido se entronca con ese trauma aún no superado de la sociedad norteamericana, mostrando de manera intrínseca su desamparo tras los atentados del 11S. No importa que esa sensación de vulnerabilidad se plantee, como sucede en esta ocasión, a través de una historia que narra un argumento –también planteado por los dos cineastas-, alejado en primera instancia del marco sociológico vivido. Lo relevante es que dicho sentimiento se transmita a través de un relato sencillo, siempre eficaz, incorporado dentro de una duración ajustada –otra vez el espíritu de la serie B- que impide el menor bache de ritmo, sin necesitar recurrir a estrellas que encarezcan su producción –otra cuestión es que desde el momento de su filmación, Chris Pine haya elevado su status tras el éxito de STAR TREK (2009, J. J. Abrahams)-, incorporando un sentido de la progresión y el detalle narrativo, provisto de casi asombrosa eficacia.

Tras la breve visión de una lejana filmación familiar, un brusco cambio de imagen nos incorpora –mediante una ingeniosa traslación visual- al recorrido de un vehículo –cuyas características y modos podrían hacérnoslo describir tripulado por un grupo de gamberros-, a través de las carreteras desérticas de un indeterminado paraje rural norteamericano. La normalidad absoluta nos introducirá a sus cuatro tripulantes, quienes escuchan a toda marcha la radio. Se trata de Brian (Chris Pine), su novia Bobby (Piper Perabo), el hermano del primero, Danny (Lou Taylor Pucci) y la compañera de este último, Kete (Emily VanCamp). Muy pronto, la normalidad de este desplazamiento se verá interrumpida, al advertir el espectador que se encuentra ante un grupo de  supervivientes de una supuesta pandemia que ha asolado la humanidad. Los cuatro protagonistas se encontrarán con un coche que conduce su dueño Frank Holloway (Chris Melony), un padre desesperado que solo desea que su hija infectada pueda lograr recuperarse. Pese a las reticencias del grupo comandado por Brian –que ha marcado unas normas para intentar que puedan sobrevivir y no verse envueltos en una infección de consecuencias mortales, ocuparán finalmente el vehículo de Holloway, separando una zona con plásticos para evitar contraer la infección. Todos acudirán a una ciudad casi desierta, en donde dejarán al padre y la niña abocados a una muerte inevitable, siguiendo su singladura. Esta se verá plagada de diversos episodios y situaciones, que poco a poco mermarán a sus componentes, hasta llegar a un punto de llegada, en donde la esperanza y el nihilismo se darán de la mano de forma tan natural como estremecedora.

CARRIERS supone, ante todo, un ejemplo casi modélico de lo que podríamos denominar un “ejercicio de estilo”. Los dos jóvenes cineastas se plantean con un gran sentido cinematográfico un escenario cercano, creíble, pero al mismo tiempo dominado por la abstracción. En sus imágenes no nos importará que apenas se ofrezcan datos de lo que ha sufrido el resto de la humanidad –es algo que se da por supuesto-. Lo que realmente interesa a sus artífices es interesar al espectador en el trazado de los escasos caracteres que pueblan la función, logrando el auténtico milagro de transformar en inquietantes, elementos, lugares y situaciones que tienen todos los visos de la más absoluta normalidad. Estamos muy lejos de las iluminaciones sombrías y numinosos puestas en práctica en los lejanos años cuarenta, por maestros de la luz como Nicholas Musuraca o John Alton. El horror, la sensación de soledad y vacío más absoluto, se adueña de la película prácticamente desde sus comienzos. Y todo ello se producirá a través de la inteligente disposición de elementos y situaciones planteadas por el tandem de cineastas –a quienes auguro un futuro más que prometedor-. El hecho de encontrarnos con lugares desiertos –algo por otro lado bastante fácil de lograr a nivel de producción-, es transformado con algo más que habilidad en lugares amenazadores en su propia solitaria condición, haciendo patente ese grado casi físico de la ausencia de vida humana. Será algo que se explotará con notable habilidad, creando un clima de suspense a partir de la inclusión de pequeños detalles, que en su grado de acierto lograrán no solo informar al espectador… sino sobre todo introducir aspectos que hagan progresar el relato. Sin tener que recurrir a efectismos innecesarios, los hermanos Pastor demuestran talento a la hora de aportar matices de guión y realización, articulando un conjunto en el que la simple presencia de unos carteles de papel en las paredes señalando que un camión de basura contiene despojos humanos, provoca un elemento de inquietud. A lo largo del metraje serán numerosos los ejemplos que inciden en esta vertiente, incluyendo incluso algunos instantes en donde esa visión por el detalle malsano y cotidiano, dejará paso a otro tipo de composiciones más elaboradas, que quizá por su singularidad ocasionen un efecto perturbador –me refiero en concreto, a la secuencia de este hospital de aspecto casi fantasmal, en el que se describe una tenebrosa sucesión de camas rodeadas por plásticos en una extraña semipenumbra-. Pero a lo largo del metraje, CARRIERS ofrece numerosos motivos para la reflexión; la duda del bagaje cultural y ético del ser humano en una situación límite –el asesinato de las dos mujeres con las que se topan en otro coche-, la inutilidad del consuelo religioso, la importancia incluso de la supervivencia sobre la del ser que quieres –el abandono de Bobby por parte de su propio novio, y el de Brian de manos de Danny-… Son matices que se encuentran expresados con justeza en una película que funciona a varios niveles, y en la que incluso la utilización de la en ocasiones molesta cámara en mano funciona con eficacia. Sin embargo, poco a poco este recurso irá haciéndose más mesurado, dando paso a una planificación más contemplativa, que parece rendirse ante la evidencia de la desoladora realidad que sufren nuestros protagonistas. La inclusión de episodios intercalados de manera adecuada; la visita a ese complejo residencial en el que se introducirá un aparentemente innecesario apunte relajado con el juego en un campo de golf –permitiendo esa rotura de cristales que nos mostrará los medicamentos y utillajes que se encuentran en su interior-, o la posterior introducción de Danny en una vivienda –permitiendo detalles tan inquietantes como el encuentro con un cadáver o, sobre todo, el terrible episodio que sucede a continuación, que nos mostrará la acción del perro de la casa y el ataque que intentará ante este-, demuestran la capacidad de sus cineastas para ofrecer un relato en el que ese elemento pavoroso nunca deja de estar presente, por más que sus secuencias se planteen por lo general en marcos y situaciones cotidianas. Momentos como el último encuentro entre Brian (estupendo Chris Pine) y Danny, o la sensación de fragilidad existencial que plantean sus instantes finales, contribuyen a redondear un conjunto si no admirable, sí  bastante destacable dentro de ese subgénero localizado en el seno del cine norteamericano, y que una vez más ha servido para integrar en su seno a dos de nuestros jóvenes cineastas.

Calificación: 3

1 comentario

Suso -

Totalmente de acuerdo caballero, con lo que cuentas. Es más, en general has puesto palabras a las sensaciones que tuve al ver esta película.

Enhorabuena por la reseña, porque está muy bien escrita.

Saludos.