Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

INDIANA JONES AND THE KINGDOM OF THE CRYSTAL SKULL (2008, Steven Spielberg) Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal

INDIANA JONES AND THE KINGDOM OF THE CRYSTAL SKULL (2008, Steven Spielberg) Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal

Partamos de una percepción muy personal; jamás he sido demasiado devoto de las diversas aventuras cinematográficas del personaje de Indiana Jones. Siendo consciente de la generalizada percepción de RAIDERS OF THE LOST (En busca del arca perdida, 1981. Steven Spielberg) como uno de los últimos clásicos del cine de aventuras contemporáneo. Nunca he compartido dicha apreciación, sin por ello dejar de negar el impacto que tuvo en el momento de su estreno y su estimable grado de interés. Desde mi aversión –con el paso del tiempo atemperada- a Harrison Ford, hasta la fácil cinefilia que su propuesta presentaba –una mixtura entre la discreta SECRET OF THE INCAS (El secreto de los Incas, 1954. Jerry Hopper) y el díptico DEL TIGER VON ESCHNAPUR (El tigre de Esnapur) / DAS INDISCHE GRABMAL (La tumba índia), ambas rodadas conjuntamente en 1959 por Fritz Lang-, a pesar de sus moderadas virtudes, siempre me dio la impresión que RAIDERS OF… aparecía como un lujoso espectáculo de barraca de feria, una especie de larga promoción de uno de los parques temáticos que tanto proliferan en los últimos tiempos. Quizá es por ello que sus dos secuelas –en líneas generales peor recibidas-, me parecieron más o menos similares en sus virtudes y defectos. Cierto es que el paso de un par de décadas –casi tres en su título inaugural-, permite comprobar la evolución –y no para bien- que han seguido los parámetros del cine mainstream. Partiendo de esas comparaciones, cuando el panorama en este sentido está dominado por los Michael Bay o John Woo de turno, cuando el imperio del plano corto y la acción sin freno ni lógica impera como moneda corriente, es cuando quizá las propuestas de Steven Spielberg se pueden contemplar con un mayor agrado… aunque quizá quepa hacer otra lectura menos halagüeña; la de que de aquellos ríos vienen estos lodos. Quien sabe.

A partir de dichas elucubraciones, uno se enfrenta al visionado de INDIANA JONES AND THE KINGDOM OF THE CRYSTAL SKULL (Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, 2008) con un cierto temor teñido de relativa nostalgia. No una añoranza basada en un modelo que nunca tuve entre mis especiales preferencias, sino en el hecho de reencontrarse con una fórmula, que vista dentro de un marco de cierta degeneración dentro de los códigos del género, sin duda aparecen emergiendo con una mayor sensación de clasicismo. Si a ello unimos el hecho de que el cine de Spielberg ha conocido en sus últimos quince años, un innegable proceso de madurez, es por lo que de alguna manera la combinación de hallazgos y las limitaciones intrínsecas que este personaje –y su modo de plasmarse en la pantalla- ofrece en esta hasta el momento cuarta entrega, plantea un cierto grado de singularidad. Un rasgo centrado ante todo en el hecho de utilizar a un Harrison Ford con sesenta y seis años de edad, cuando su imagen cinematográfica se encontraba en el recuerdo del aficionado con un aspecto pletórico. Pero al mismo tiempo, el interrogante quedaba planteado en el hecho de si dentro del contexto de cine de aventuras de nuestros días, había un pequeño lugar reservado para la reválida de este ya veterano personaje. Pues bien, pienso que tal circunstancia se desarrolla con algo más que aprobado. En realidad, creo que esta última entrega no solo no desmerece de ninguna de las tres precedentes, sino que –y quizá pueda parecer una herejía afirmarlo en voz baja-, quizá me parezca –por puntos-, la más solvente de todas ellas. No con ello quiero pretender afirmar que nos encontremos ante un título de especial significación dentro del cine de aventuras, pero sí que es cierto que Steven Spielberg y George Lucas han sabido retomar al personaje, aportando en su “rentrée” una serie de matices que la dotan del suficiente interés. Todo ello pese a que, una vez más, la película se ofrezca dentro de una estructura de montaña rusa, donde momentos más o menos atractivos, un cierto sentido del humor y secuencias dominadas por su alcance “fantastique” e incluso bizarro, se alternan con sus clásicas set pieces. Un constraste que si bien en ocasiones funciona con la precisión de un mecanismo de relojería, en su mayor parte se me antoja de nuevo en esa inevitable tendencia al espectáculo de barraca de feria antes señalado, que no dudo apasionara a millares de seguidores en su momento –siempre aderezados con el conocido tema de John Williams-, pero personalmente siempre he considerado lo más prescindible de las aventuras cinematográficas del célebre personaje.

Nos encontramos en 1957, donde Indiana Jones (Harrison Ford) y su ayudante Mac (Ray Winstone), se escapan de una refriega a la que son sometidos por unos estridentes agentes rusos que se han infiltrado, asesinando al personal de una base norteamericana ubicada en el desierto. Poco después será despedido de su puesto de arqueólogo y, de forma inesperada, se ve abordado por un joven arrogante llamado Mutt (Shia LaBoeuf). Este le reclama su atención para proteger la figura de un compañero suyo que se encuentra en una situación apurada, implicando en ello a un viejo colega –el profesor Oxley (John Hurt)-, y estando entremedias de ello una vieja amiga de Jones. Se trata de Marion (Karen Allen), viajando todos ellos hasta Perú, donde indagarán el misterio existente en torno a una leyenda que describe una calavera de cristal, en la cual han estado presentes las investigaciones del desaparecido Oxley. Será el comienzo de una alucinante aventura en plena selva, que llegará a ponerles en contacto con seres ultradimensionales, siendo seguidos siempre muy de cerca por el grupo de peligrosos guerrilleros soviéticos comandados por la sofisticada y letal Irina Spalko (Kate Blanchett)

De nuevo, la mente calenturienta de Steven Speilberg nos introduce por aventuras que entrarán de lleno en su parte final en el terreno del fantastique, ligando incluso determinados seres que aparecen en la misma con otros presentes en películas suyas precedentes. Nada hay de malo en ello, como tampoco lo es que se recurra a una argucia de guión para ligar la figura del joven Mutt –estupenda prestación de un Shia LaBoeuf, destinado a convertirse en una de las estrellas del futuro próximo, y que recuerda en su indumentaria al Marlon Brando de THE WILD ONE (Salvaje, 1953. Lazlo Benedek)-, como el hijo de Marion y el propio Indiana, revelándose tal parentesco en una insólita secuencia –en la que están apunto de perecer dentro de un contexto tragicómico Jones y Marion a partir de una especie de arenas movedizas-. En realidad, la película ofrece algo más que habilidad a la hora de integrar todas las piezas que forjaron el pasado del personaje –el recuerdo a la figura de Sean Connery, el pánico a las serpientes de Jones, su inquietud como arqueólogo…-, integrándolo en un ámbito en el que no faltarán secuencias cavernosas llenas de siniestros augurios y esqueletos por doquier –impagable el detalle del guerrero varios siglos embalsamado y convertido en apenas instantes en cenizas, que nos recuerda una bellísima secuencia del ROMA (1972) de Fellini-, la presencia de seres primitivos que parecen espectros, el inquietante fragmento en el que Jones recorre una ciudad fantasmal, con habitantes en forma de muñecos inanimados, estando a punto de perecer por una radicación, o el aterrador episodio de las hormigas gigantes –a mi modo de ver uno de los más impactantes del film, en el que se encuentra la referencia de la estupenda THE NAKED JUNGLE (Cuando ruge la marabunta, 1954. Byron Haskin)-, o todo el aparatoso pero muy atractivo fragmento final, en donde la acumulación de elementos y situaciones adentradas de lleno en un contexto fantastique, quizá proporcionen el mayor conjunto de efectividad de todo el ciclo en que se encontró el personaje de Indiana Jones en la pantalla –y que además en su diseño y plasmación de los extraños personajes, uno atisba una cierta influencia de la conclusión de la admirable QUATERMASS AND THE PIT (¿Qué sucedió entonces?, 1967. Roy Ward Baker)-.

Por desgracia, y como sucediera en las otras tres entregas precedentes –especialmente en la segunda de ellas-, esa querencia por los episodios de acción desbordante, y la visión con un prisma humorístico de la relación de sus personajes, impiden de nuevo que INDIANA JONES AND THE KINGDOM… supere esa condición de vehículo para episodios dominados por un ritmo trepidante, en los que ese necesario “verosimil fílmico” se ponga muy a en tela de juicio. Cierto es que entre ese contexto podemos destacar el increíble fragmento de la triple caída de los aventureros por tres gigantescas cataratas, o incluso nos divirtamos ante la secuencia en la que la entrepierna de LaBoeuf se ve expuesta al mayor de los peligros. Sin embargo, y aún reconociendo que asistimos a un espectáculo, sino de tintes nobles, sí de innegable efectividad en su condición de producto entertainment, quizá hubiera sido la ocasión propicia para haber albergado una aventura más relajada, mesurada e incluso nostálgica del personaje. Está claro que como queda configurada resulta entrañable y eficaz –y reitero mi opinión de que quizá nos encontremos con el mejor capítulo de los cuatro de la serie-, pero es probable que se haya perdido la ocasión de haber plasmado otra mirada por el personaje, alejada por completo de los servilismos que le precedieron, y centrada en una visión crepuscular sobre el mismo. Dejémoslo ahí, y reconozcamos que, al menos, contemplando su trepidante aunque algo mecánico desarrollo, cualquier espectador se lo pasa la mar de bien, y eso es algo más que valorable para los tiempos que corren.

Calificación: 2’5

0 comentarios