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CINEMA DE PERRA GORDA

INCUBUS (1966, Leslie Stevens)

INCUBUS (1966, Leslie Stevens)

Es probable que entre los más iniciados en el género, INCUBUS (1966, Leslie Stevens) quede poco más que como la primera película rodada en esperanto –esa pretendida lengua universal que nunca logró su objetivo-. Sin embargo, para cualquier buen catador del fantastique debe ser considerada como una de las perlas perdidas del género. Uno de esos títulos que, como sucede con la quizá un tanto sobrevalorada CARNIVAL OF SOULS (1962, Herk Harvey), como NIGHT TIDE (1961, Curtis Harrington) o como DEMENTIA 13 (1963, Francis Ford Coppola), aparecen dentro de la producción alternativa y casi underground, totalmente al margen de cualquier contexto de producción normalizada. De entre dicha relación, puede ser calificado como uno de sus más valiosos exponentes, hasta el punto de que no pocos comentaristas han vislumbrado en ella resonancias bergmanianas –un elemento que se detecta y se encuentra asimilado con bastante acierto- en una ficción que no alcanza los ochenta minutos de duración, y que toda ella se erige como un auténtico canto al poder perturbador y de sugestión de la imagen. Es indudable que la película no sería lo que es, sin contar con el excepcional trabajo de fotografía en blanco y negro brindado por un Conrad Hall dispuesto a todo tipo de experimentaciones con los contrastes de su fotografía en blanco y negro, a partir de la influencia que las vanguardias europeas proporcionaban en aquellos años dentro del campo de la iluminación. Con esta prestación en auténtico estado de gracia –y también introduciendo en la misma ciertos efectismos visuales importados del mismo recurso del viejo continente-, lo cierto es que INCUBUS aparece como una propuesta valiente, dominada por una sobrecogedora aura física, a la que lastra en una cierta medida su cierta condición de maniqueo apólogo moral, en el que las fronteras del bien y del mar aparecen definidas dentro de los cánones de la más estricta ortodoxia cristiana.

Nomen Tuum es una aldea situada en un lugar indeterminado, donde se encuentra un pozo cuyas aguas beben personas para sanar y también otras que adquieren con ello una mayor belleza, mezclándose entre ellas gentes nobles con otras corruptas e impías. Para atraer las almas de estos últimos, en su entorno se encuentran una serie de bellas mujeres de ascendencia demoníaca -denominadas súcubos-, destinadas a ofrecer dichas almas al príncipe de las tinieblas. Una de ellas es la hermosa Kia (intensa Allyson Ames), quien dada la fuerza de sus objetivos, no dudará incluso en desafiar las condiciones habituales de sus conquistas, luchando con todas sus fuerzas y ofrecer al demonio un alma pura. Su hermana mayor Amael (Eloise Hardt) le desaconsejará temerosa tal posibilidad, pensando sobre todo que con ello se enfrenta al arma más poderosa del bien; la fuerza del amor. Sin hacerle caso, Kia se acercará al joven y atractivo Marc (William Shatner), un hombre conocido por su nobleza, curtido en batallas innombradas, en las que ha destacado por su heroicidad, y que vive junto a su hermana. Como era de esperar, ambos congeniarán desde el primer momento, escenificándose entre ellos una auténtica danza del amor, que quedará bruscamente interrumpida cuando Marc lleve a Kia hacia el entorno de una iglesia. Será el punto de inflexión que provocará que este junto a su hermana despierten al íncubus (Milos Milos), destinado a ultrajar a la hermana del deseado joven, provocando con ello una situación desgarradora que haga abandonar a este su estricto sentido del mal, y con ello atraerlo como victima propiciatoria del mundo de las tinieblas.

En realidad, la base argumental de INCUBUS reviste una extraordinaria simplicidad y no pocos elementos moralistas. No es por ese sendero donde se deben buscar las virtudes de esta auténtica rareza del fantastique estadounidense. Por el contrario, es ahí donde se encuentran las relativas limitaciones de una propuesta modesta, pero que trabaja con una intensidad desusada la fuerza y la fascinación de la imagen. Descrita ya desde esos títulos de crédito severos, reproduciendo viejos grabados y alegorías satánicas, muy pronto el espectador se ve dominado por ese baño de cruda irrealidad que describen todas y cada una de las imágenes de esta propuesta de un Leslie Stevens del que nunca más se supo. No cabe duda que este tomó como referencia el cine nórdico, e incluso me atrevería a afirmar que la utilización del esperanto obedeció a una clara apuesta por dotar al conjunto de esa cercanía con dichas cinematografías –entendamos la sorpresa que podía proporcionar para el público potencial, escuchar una declamación extraña y que precisaba subtitulados-. Y es algo que con el paso del tiempo aparece como forzado, en la medida que el récit de sus intérpretes resulta poco creíble. Es lo único que cabe reprochar de sus por otro lado físicas y entregadas performances. A partir de dichas objeciones, lo cierto es que INCUBUS emerge como una por momentos fascinante mixtura de la hondura del cine de Bergman e incluso Tarkovskij, tamizado por referencias más cercanas y populares como la mejor escuela del terror italiana. En su conjunto, sus imágenes se van deslizando con una cadencia malsana y casi inexplicable. Por momentos, parece que nos encontremos con una versión trágica del SIMÓN DEL DESIERTO (1965) buñueliano, describiendo la lucha de una mujer con vocación demoniaca por llegar hasta lo más alto de su destino; someter a un ser puro. Con ese destino y la cámara de Hall desplegada en un auténtico frenesí, al que acompaña el realizador con el uso de elementos naturales –impresionante ese plano realizado desde el interior de una granja en penumbra, mostrando el discurrir de Marc y Kia por los campos mecidos por el viento, con la irrupción repentina de un eclipse de luna, que oscurece el encuentro entre los dos inesperados amantes-. Todo ello enriquecerá una película en la que la fisicidad de los rostros y sus escasos personajes, en muchos momentos parece fundirse en el siniestro ámbito telúrico que ofrece el contexto natural en el que se describe esta narración atemporal, esta actualización tenebrosa y moralista de las clásicas fábulas que se narraban a los más pequeños, en la que junto a momentos al mismo tiempo envejecidos e impactantes –las formas visuales con las que se expresa el rechazo de Kia cuando se introduce por vez primera en el templo cristiano-, aparecen otros en los que su fuerza casi aparecen como una actualización del célebre HAXÄM (La brujería a través de los tiempos, 1922) de Benjamin Christensen –la invocación al incubus, en la que cierta tosquedad no puede ocultar su tremenda expresividad y magisterio en el uso de los contrastes de iluminación.

Si unimos a ello el determinado grado de ambigüedad que ofrece la abrupta e impactante conclusión, el grado de fisicidad que quedan impresos en sus pasajes finales –esa violación de la hermana de Marc-, concluiremos que pese a sus ciertos desequilibrios, el tiempo corre muy a favor de INCUBUS, que aparece no solo como una interesante propuesta dentro de la temática satánica, sino sobre todo una de las películas generadas en el cine fantástico norteamericano más injustamente olvidadas. Por citar un ejemplo de un título de menor entidad que el que nos ocupa, uno de deja de sorprenderse que una propuesta tan irregular como NIGHT OF THE LIVING DEAD (La noche de los muertos vivientes, 1968. George A. Romero) siga apareciendo como un logro del género, mientras que una película abiertamente superior como la que nos ocupa, siga viviendo un oscuro limbo del que, de manera sorprendente, aún no ha logrado sobresalir.

Calificación: 3

2 comentarios

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