THE BRAVE ONE (2007, Neil Jordan) La extraña que hay en ti
Resulta sintomático de como van los tiros en el terreno de la afición cinematográfica, comprobar la indiferencia con la que se recibió una propuesta tan provocadora como la planteada en THE BRAVE ONE (La extraña que hay en ti, 2007. Neil Jordan). Ni la confluencia de un realizador con el suficiente aval a sus espaldas, ni el protagonismo de una actriz del prestigio de Jodie Foster –en esta ocasión ocupando de forma paralela tareas de producción, y brindando una performance extraordinaria- ni, por descontado lo polémico del tema tratado, impidieron que la película se estrellara en su carrera comercial norteamericana –donde también sufrió una tibia acogida crítica-. Sería una tendencia que quedó ratificada en su estreno en nuestro país, donde algunas voces se levantaron en contra del supuesto reaccionarismo de la misma, mientras que otras tímidas pero cualificadas, destacaban lo que de transgresor y lucidez emergía de un conjunto que una mirada miope podría tildar de actualización –en femenino-, de aquella olvidable sucesión de “fascipoliciales” que protagonizarían estrellas tan divergentes como Charles Bronson o Chuck Norris. Sin embargo, no hace falta tener demasiada intuición para entender que un cineasta como Neil Jordan no se iba a dejar engullir por dichos referentes, proponiendo una mirada que, a poco que uno advierta, se entronca de manera muy clara con su andadura previa. Sus imágenes y, sobre todo, el retrato de su protagonista, unen THE BRAVE ONE a la galería de esos extraños personajes que poblaron buena parte de la andadura del cine de Jordan. Desde el transexual que interpretaba Cillian Murphy en la previa y estupenda BREAKFAST IN PLUTO (Desayuno en Plutón, 2005), hasta el más lejano Stephen Rea de THE CRYING GAME (Juego de lágrimas, 1992), lo cierto es que la filmografía de Jordan está poblada de personajes extravagantes, en ocasiones lindantes con la irrealidad, en otras en extremo torturados, como si su cine se planteará en más de una ocasión como una extraña actualización del universo melodramático y bizarro del lejano Tod Browning. Justo sería, llegados a este punto, defender la aportación de Jordan al fantastique en diversas de sus vertientes, una de las cuales sería precisamente esa querencia a la hora de inclinarse por el tratamiento de temas que bordean lo melodramático hasta rozar lo extremo.
No será una excepción el título que nos ocupa, y es probable que encuadrándolo en dicho contexto, y conociendo el gusto del director irlandés por asumir riesgos en sus películas, podamos apreciar en la medida que merece esta interesante propuesta, que aunque a mi modo de ver en algunos momentos se deje llevar por ciertas facilidades visuales o su conclusión no adquiera la dureza que emana de su discurrir, no deja de suponer un film atrevido y absorbente. Una película que demuestra que incluso desde unos márgenes genéricos más o menos peliagudos, se puede aunar la reflexión con la tensión, generando una considerable dosis de desasosiego emocional. Esa será la condición que, casi de manera repentina, vivirá nuestra protagonista, la joven locutora radiofónica Erica Bain (Foster), destacada observadora tras las ondas del universo newyorkino, que se dispone a vivir uno de los instantes más esperados de su vida; su boda. Con ella se encuentra a punto de consolidar la relación que mantiene con David Kirmani (Naveen Andrews), un joven de rasgos étnicos africanos con el que ha consolidado su estabilidad emocional. Sin embargo, en el seno de aquella ciudad que conoce como pocas, su marco de estabilidad se verá brutalmente diezmado con el ataque que la pareja vivirá en un parque, siendo atacados por un grupo de desalmados que les propinarán una brutal paliza, asesinando en el ataque a David. Erica recobrará el conocimiento semanas después e introduciéndose en un nuevo marco existencial que, siendo como era el que hasta entonces había vivido, se planteará como la entrada en una nueva dimensión, sórdida y desequilibrada. Toda la seguridad de la que hasta entonces había hecho gala se desmoronará y, con ella, la noción que hasta entonces había tenido de su contacto con la ciudadanía. A partir de ese momento, Erica se verá imbuida en una espiral de siniestros contornos. Con la destreza que siempre ha caracterizado a Jordan para bordear los límites del efectismo visual, sin caer en excesos que en manos de otro cineasta menos diestro tendría resultados calamitosos, este logrará expresar el desconcierto de su protagonista, ayudado por la magnífica prestación de la Foster, y transformando con ello ese marco habitual de New York definido como ejemplo de convivencia, en un marco sombrío donde los miedos más ocultos del ser humano emerjan con inusitada consistencia. Como si Erica se transformara en un trasunto femenino y actualizado del Roderick Usher de Poe, en ella se percibirá una hipersensibilidad, capaz de transformar en temor y recelo el mismo contexto que hasta antes del traumático suceso que transformará su vida, suponía casi un paraíso cotidiano.
No cabe duda que encuentro en esa nueva mirada la clave de las intenciones de los responsables del film, siendo la plasmación de los asesinatos cometidos por la locutora, como un asidero argumental para escenificar una de las películas que, en los últimos años del cine norteamericano, ha sabido expresar con mayor acierto las traumáticas consecuencias que el 11M provocó en su sociedad –sobre todo urbana-. En esa línea se encontrarán momentos tan reveladores como el plano que firma a la locutora, junto al detective Mercer (un notable Terrence Howard), encuadrándolos en su reflejo en el espejo de un restaurante, mientras este revela los indicios que le hacen sospechar que detrás de los crímenes se encuentra esta. Por momentos, THE BRAVE ONE parece retrotraernos al universo visual y temático expuesto por Martin Scorsese y –sobre todo- Paul Scharder en TAXI DRIVER (1976, Martin Scorsese). Existe un paralelismo con esa búsqueda de un descenso a las cavernas más profundas y ocultas del comportamiento humano, manifestado también por medio de una ambientación que nos recuerda propuestas como DOG DAY AFTERNOON (Tarde de perros, 1975. Sidney Lumet), aunque Jordan logre actualizar dicho contexto, e incluso actualizarlo y dotarlo de mayor complejidad que el último de los referentes citados. Esa capacidad para alternar la terrible, contundente –y sobria- materialización de los asesinatos, irá acompañado de la cualidad más destacable del metraje; la convicción para plasmar la forzada ambivalencia y desconcierto de su protagonista, que alcanza momentos tan extraordinarios, como ese primerísimo plano sobre el micro en el que esta se decida, en un momento dado, a exteriorizar en su retorno al programa de radio, esa aterradora contradicción interna que se ha adueñado de su personalidad. En ese sentido, hay que reconocer que el film de Jordan alcanza unas mayores cuotas de brillantez cuando se adentra en el terreno de la abstracción existencial de su protagonista, que en la materialización de esa violencia –por otro lado, magníficamente filmada-. Cierto es que THE BRAVE ONE culmina de un modo algo ambiguo, pero no es menos evidente que dicha arriesgada –y polémica- conclusión, de alguna manera reafirma el riesgo acometido al dar un vida un relato tan fácil de atacar desde el prisma de su superficial apreciación, pero que en sus costuras alberga no solo complejidad, sino una mirada provista de desoladora esencia, en torno a la casi invisible frontera que puede alterar los patrones de comportamiento habituales en los –así denominados- seres civilizados.
Calificación: 3
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