Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

THE KILLER INSIDE ME (2010, Michael Winterbottom) El demonio bajo la piel

THE KILLER INSIDE ME (2010, Michael Winterbottom) El demonio bajo la piel

Lo confieso de antemano, he frecuentado poco la por otra parte variopinta y ecléctica filmografía del realizador inglés Michael Winterbottom, tan sorprendente en la medida de detenerse en géneros y temáticas diversas, como por el propio hecho de que combine sus tareas esencialmente cinematográficas con las televisivas. Lo cierto es que a tenor de lo contemplado, ninguna de sus películas ha suscitado en mí la menor convicción de alejarnos de un artesano disfrazado de falso auteur, valioso en su cine en la medida que el plantea miento de base que articule sus películas tenga el suficiente interés, y deje de lado cualquier veleidad visual más o menos cuestionable. Es lo que por fortuna sucede con THE KILLER INSIDE ME (El demonio bajo la piel, 2010), con la que el británico rueda de nuevo no solo en Estados Unidos, sino que se imbrica en el reto de trasladar a la pantalla una historia criminal anclada en la “América Profunda”, basándose para ello en una novela escrita por uno de los especialistas de dicha prosa literaria; Jim Thompson –y llevada en forma de guión de la mano de John Curran-.

La acción se centra en una pequeña localidad ubicada en el oeste de Texas. Una población como la que hemos contemplado en cientos de ficciones, en donde todos sus habitantes se conocen, se mantienen costumbres machistas, sus hombres utilizan sobrero y botas tejanas, y un extraño aroma de puritanismo revestido de anacronismo envuelve dichos parajes en los que el tiempo parece haberse detenido, y en donde la tranquilidad parece ser una de sus normas de vida. En ello influye en cierta medida el celo puesto en práctica por los agentes de la ley. En esta localidad ejercerá como sheriff Bob Naples (Tom Bower), que tendrá como ayudante el joven, apuesto, aniñado y servil Lou Ford (un admirable Cassey Affleck). El primero de ellos encargará a Ford que advierta a una prostituta que se encuentra ejerciendo su profesión en una lejana casa, para con ello intentar desviar las quejas de los vecinos más conservadores de un contexto ya de por sí caracterizado por su casi palpable podredumbre existencial, en el que el dominio del cacique de la zona –Chester Conway (Ned Beatty)- se antoja casi palpable. El encuentro del joven ayudante con la atractiva fulana –Joyce Lakeland (sensual Jessica Alba)- servirá para hacer aflorar la bestia que se encuentra en el interior de ese joven de aspecto y modales encantadores, y que podría ser el yerno perfecto de cualquiera de las viejas vecinas de la zona. Tras un rápido encontronazo con Joyce, muy pronto someterá a esta a una paliza con su gruesa correa, encontrando esta un sorprendente placer, e iniciándose entre ambos una tortuosa relación sexual, que servirá para hacer renacer en Ford un pasado en el que su madre le introdujo en el sendero de las psicopatías más peligrosas. En realidad, la prostituta abrirá sin pretenderlo una peligrosa “Caja de Pandora” en la que Lou se introducirá sin vuelta atrás, iniciando una espiral de crímenes y situaciones a cada cual más compleja y alambicada, poniendo en jaque un contexto turbio y sucio –en el que se encontrará en juego su propio matrimonio con Amy Stanton (Kate Hudson)-, que hasta ese momento se encontraba dominado por una aparente tranquilidad cotidiana.

Iniciada con unos magníficos y sorprendentes títulos de créditos, más propios de una comedia sixties que del contexto del relato que en apariencia nos disponemos a contemplar –aunque su acción se desarrolle a mediados de la década de los cincuenta-, lo cierto es que uno de los elementos que dotan de mayor interés a esta atractiva propuesta de Winterbottom –además de reconocer el hecho de que su realizador se sometió a un material dramático de por sí suficientemente interesante-, es la capacidad que alberga la narración de mostrarse en no pocos momentos distanciada e incluso apostando por un tono de comedia negra, a lo que ayudará no poco el recurso a la voz en off del propio protagonista, que servirá para despegarnos del marco revestido de creciente crueldad que desarrolla su comportamiento. La matización y el encanto que brinda su intérprete, la agudeza de un montaje que no duda en apostar en ese tinte distanciador –sobre todo al describir la consolidación de la relación sexual entre Lou y Joyce-, proporcionarán un oportuno contraste con esa espiral de horror que se desplegará de una manera tan cotidiana como el propio contexto existencial en donde se relatan los hechos. La sobria y contundente ambientación –que mostrará su contraste urbano y contemporáneo cuando a raíz de la brutal paliza que sufrirá Joyce tenga que ser trasladada a un hospital-, será un elemento determinante para que el siempre seguro Ford se muestre por vez primera temeroso e indeciso –apenas se atreverá salir del jugoso hotel en el que está instalado, matando el tiempo cepillándose sus botas.

Jugando en cierto modo con una pretendida baza de escándalo a la hora de vender comercialmente el film –faceta en la que el fracaso fue estrepitoso, ya que su coste de trece millones de dólares no se llegó a recuperar ni de lejos, sobre todo debido a la escasa difusión de la película-, lo cierto es que se incidió –a mi modo de ver en exceso- en esas secuencias en las que el instinto sádico del atractivo protagonista se pone de manifiesto en primer plano. Dos de ellas se centrarán en esa prostituta a la que creerá haber matado, preparando una coartada asesinando al propio hijo de Conway, y otra a su propia esposa, que le brindará un momento de especial sumisión cuando estando a punto de fallecer de manera brutal –se orinará poco antes de morir- estará a punto de lamer una de las botas del que iba a convertir en su esposo. Sin embargo, y pese a la crudeza de dichos instantes, lo cierto es que cabría antes destacar la capacidad del realizador de imbricar a todos los componentes del equipo técnico y artístico del film, para lograr trasladar a la pantalla esa atmósfera tan singular y definitoria del mundo de Thompson, tantas veces llevada a la pantalla, aunque quizá en pocas ocasiones con tanto acierto como en esta –tan solo podría superarle a mi juicio el excelente THE GRIFTERS (Los timadores, 1990. Stephen Frears)-. Esa capacidad para alternar lo turbio, lo terrible, el drama interior de un joven sensible y traumatizado desde su infancia –esa obsesión por la música clásica y la lectura, tan contradictoria con su aspecto exterior y su propia profesión-, los recuerdos que este guarda que marcaron su personalidad en ciertos encuentros con su madre –esas fotos que pudieran ser delatoras de su comportamiento y que se aprestará a quemar-, irán aunados con el acierto en el uso de la elipsis tras su encuentro con el joven amigo suyo Johnnie Pappas (Liam Aiken), al que han detenido con un billete que podría comprometer las coartadas del joven ayudante del sheriff. Precisamente en ese encuentro que Lou mantendrá con Pappas se encuentra uno de los instantes más terribles del film; tras su conversación con el muchacho veremos al protagonista salir de la celda. No hará falta más que observar su expresión, para darnos cuenta que ha logrado eliminar el que podía suponer un tropiezo a la hora de emerger de una situación imposible. Imposible por la constante presencia de elementos inesperados, e imposible ante todo por el hecho no asumido por el psicópata protagonista, de poder sobresalir de un mundo corrupto, del cual él es quizá solo la punta de un iceberg. Es por ello que la catarsis con la que concluirá el relato, no supondrá más que la única salida posible, aunque ese extraordinario primerísimo plano sobre los ojos de Lou al contemplar a esa mujer que logró poco tiempo antes despertar en su interior esa bestia largo tiempo adormecida, no sirva más que para precipitar la despedida a un mundo en el que sus actividades enfermas y criminales envueltas en encantadoras maneras, ya no tiene posibilidad alguna de prolongarse. Pese al fracaso logrado en el momento de su estreno, y a la escasa repercusión lograda, no dudo en considerar con diferencia THE KILLER INSIDE ME, el mejor título de Winterbottom que he tenido la oportunidad de visionar hasta el momento. Intentaremos seguirle la pista.

Calificación: 3

1 comentario

David -

Coincido en tu apreciación, es una excelente (aunque muy dura) película, completamente inesperada, ya que el cine de Winterbottom siempre me ha dejado bastante frío.
Ese monstruo sociopático soberbiamente interpretado por Affleck, que surge y se desboca desmoronando la cotidianeidad conservadora y garrula de la pequeña ciudad texana, produce verdadero miedo.
Un personaje propio del mejor cine de terror (ese que da miedo de verdad porque nos presenta situaciones superponibles a la realidad) en una trama noir, en un entorno american gothic un coctel potente que no defrauda ni por un momento.
Por último también coincido plenamente contigo en que la secuencia de la paliza a Joyce es espeluznante y no apta para todos los públicos. Yo estaba viendo la peli con mi mujer y me sentí abochornado y abatido como si el peso de ese sádico maltrato y el de todos las mujeres que desgraciadamente lo sufren en la dura realidad cayese sobre mi.
¡Avergonzado por ser hombre, poderosas imágenes que remueven por dentro!