THE CROOKED WAY (1949, Robert Florey)
Desde hace tiempo y confiando en mi intuición personal, vengo sosteniendo que una revisión de la obra de Robert Florey, realizador norteamericano aunque nacido en París, nos brindaría más de una sorpresa. Poco a poco, sin prisas pero sin pausas, esa intuición se mantiene vigente de manera menguada, puesto que es aún muy escaso el bagaje de títulos suyos a los que he accedido, dentro de una amplia filmografía que se remonta al periodo silente, y que tuvo una sólida continuidad hasta que a inicios de la década de los cincuenta se dedicara casi por completo al nuevo formato televisivo. Es cierto que desde su aportación al cine de terror de la universal –MURDERS IN THE RUE MORGUE (El doble asesinato en la calle Morgue, 1932)-, hasta su extraña propuesta en el cine de terror de los años cuarenta –THE BEAST WITH FIVE FINGERS (1946)-, se observa en su cine una querencia por lo bizarro y una cierta inclinación a las atmósferas mórbidas, que se encuentran presentes en todos los títulos suyos que he visto –no son muchos, he de reconocerlo-, al margen de que estos se manifiesten encuadrados en géneros dispares, que Florey sabe reconducir, introduciendo en ellos un mundo visual que se acerca por momentos al de un Browning, y siempre cercano a la atmósfera de pesadilla. Hechas estas premisas, me resultó grato comprobar como buena parte de este enunciado se encuentra impecablemente representado en THE CROOKED WAY (1949), una producción de serie B de la United Artists, en la que ese mundo pesadillesco inherente al mejor Florey, se encuentra presente en la película prácticamente desde sus primeros fotogramas, en donde descubrimos el cráneo de un hombre en la penumbra de la oscuridad, sometido al trasluz de los rayos X. Se trata de la consulta que recibe Eddie Rice (un John Payne más vulnerable que nunca en su estoica personalidad interpretativa), uno de tantos alistados que han regresado de la II Guerra Mundial con un trozo de metralla en la cabeza, lo que le ha llevado a una amnesia de la que jamás podrá evadirse. Recomendado por su doctor, y sabiendo que su origen se focaliza en Los Ángeles, viajará hasta allí con la lejana intención de encontrar sus raíces y la auténtica personalidad que se esconde bajo ese ficticio Eddie Rice. Muy pronto a la llegada allí será detenido por un par de policías, descubriendo que su auténtica identidad es la de otro Eddie; Eddie Riccardi, un hombre ligado al mundo del hampa en dicha ciudad, en cuyo pasado ejerció como delator para que su entonces compañero Vince Alexander (un estupendo Sonny Tuffts, que curiosamente en alguna encuesta fue considerado el peor actor americano de todos los tiempos) tuviera que sufrir una condena de cinco años en prisión. Será todo ello un pasado que el recién incorporado Eddie ignora por completo siendo dejado en libertad por la policía no sin reticencias -no creen en absoluto su verdadera condición psíquica y existencial-, encontrándose de nuevo con un Alexander al que desconoce, no sin dejarse enredar en ese mundo oscuro y siniestro que este comanda. Sin embargo, será un elemento de extraña importancia el que llevará al amnésico protagonista a dejarse imbuir en un contexto que ha vivido y que en su actual mentalidad aparece como novedoso; la presencia de la que fuera su ex esposa –Nina Martin (Ellen Drew)-, con la que se encontrará de manera inesperada sin que –lógicamente- él la reconozca.
Personalmente, la principal objeción que se puede realizar a este THE CROOKED WAY, que parte del relato radiofónico de Robert Monroe No Blade Too Sharp, transformado en guión de la mano de Richard H. Landau, es la debilidad que demuestra el rápido descubrimiento de Eddie de su auténtica identidad por parte de esos policías que se aprestan en la entrada de la estación de tren, o el propio encuentro con su ex esposa, como si hubiera viajado a una pequeña población, en vez de la muy populosa Los Angeles. Sin embargo, se trata a mi juicio de un mal menor, que en absoluto limita el alcance de esta poco apreciada propuesta de cine noir, en la que para buscar la auténtica autoría del film, quizá cabría señalar que en pocas ocasiones como esta la impronta visual marcada por los oscuros contrastes fotográficos brindados por el gran John Alton, casan con un considerable sentido de la simbiosis ante la impronta narrativa de Robert Florey. Este se encontrará a sus anchas describiendo un contexto en donde lo turbio parece dominar todos los rincones de un Los Ángeles que aparece por lo general descrita en nocturnos y rincones que parecen oponerse a la imagen habitual de la ciudad en donde se encuentra Hollywood. En su oposición, la película discurre por una especie de irrealidad, un sendero brumoso que no cabe duda sirvió a su realizador para ofrecer un conjunto interesante, en el que destacan tanto el uso de las sombras como el sadismo que muestra el personaje de Alexander. Todo ello rodeando una auténtica marejada de sentimientos y traiciones entrecruzadas, ante las cuales el antiguo y delator gangster, recién llegado de la guerra y teniendo olvidado por completo su pasado, se ve introducido en un espiral de enormes proporciones… de las cuales solo habrá un elemento que le ligará con ese pasado del que se siente asqueado; Nina. Como si volviera a vivir un nuevo romance, y pese a que esta en principio sigue sometida a las órdenes de Alexander, poco a poco renacerá entre ellos un sentimiento y atracción, que para ella estará marcado al ver en el que fuera su esposo una versión mucho más noble del ser con el que se casó, ofreciéndole la esperanza de encontrar un atisbo de estabilidad en un mundo en el que se siente como un alma errante, rechazando su pasado, aunque obligado a afrontar con entereza un futuro en el que solo puede contar de verdad con ella –existen algunos momentos revestidos de gran sinceridad y planificados en plano / contraplano entre ambos, que se pueden situar entre los más hermosos del film-. Por otro lado, no se puede ocultar la presencia de ese extraño sentido del humor negro que supone una de las características del cine de Florey –no siempre presente de manera afortunada, como en la ya mencionada y por otro lado atractiva THE BEAST WITH FIVE FINGERS-, sin olvidar a este respecto que el mismo fue ayudante de dirección del gran film de Chaplin MONSIEUR VERDOUX (1947). En THE CROOKED WAY se muestra presente de manera ingeniosa en la recogida de un huido Eddie en plena noche, como autoestopista por parte de un empleado de una empresa de pompas fúnebres, que recorre las carreteras mostrando la amabilidad de su carácter en la búsqueda de previsibles clientes.
Sin embargo, si hay que encontrar un fragmento dotado de una fuerza casi expresionista y una garra más que notable, este no es otro que el que se desarrolla en sus minutos finales dentro de un almacén, donde Eddie acudirá en búsqueda del chirriante lacayo de Alexander, Petey (Percy Helton) –una especie de trasunto de Peter Lorre-, donde nuestro amnésico protagonista provocará la llegada de Vince y sus esbirros, con la intención de que los encuentre allí la policía –entregará el aviso de la recompensa que sobre él se cierne por el asesinato de un agente que no ha cometido al taxista que lo ha llevado hasta dicho lugar-. En ese marco, ayudado por el sentido de la iluminación de un Alton en estado de gracia, se describirá un episodio antológico en donde cabría destacar esos casi salvajes primeros planos de Alexander, instantes antes de ser acribillado por la policía, y que no pueden sino recordarme, en tono menor, la inolvidable conclusión de la excelente WHITE HEAT (Al rojo vivo, 1949. Raoul Walsh). Cabría cotejar las fechas de rodaje y estreno de ambos films, pero es probable que Florey asumiera aquel clímax, lo que no invalida en absoluto la atmósfera, su capacidad para mostrarnos un contexto lleno de negrura, de malestar, de un desolador panorama que vive de manera impertérrita una persona que fue un desalmado y a la que la experiencia de la guerra le ha producido un trauma físico que, paradójicamente, le permitirá una segunda oportunidad en su vida. Atractiva película de Florey este THE CROOKED WAY, que además de parecerme uno de los títulos suyos vistos que más atractivos me han resultado, siguen manteniendo mi interés en intentar redescubrir más elementos de una filmografía que, estoy seguro será todo lo irregular que se quiera, pero también tengo la intuición alberga no pocos exponentes de interés.
Calificación: 3
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JORGE TREJO -