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CINEMA DE PERRA GORDA

DAUGHTER OF SHANGHAI (1937, Robert Florey)

DAUGHTER OF SHANGHAI (1937, Robert Florey)

DAUGHTER OF SHANGHAI (1937), es un ejemplo perfecto para que, cualquier espectador interesado en ello -si es que, a estas alturas, puede existir-, se vea inmerso de lleno, en el universo del serial y el pulp. Ahí es nada, en apenas una hora asistir a una incesante sucesión de aventuras. Al contraste de razas, al peligro y, al mismo tiempo, la fascinación de lo oriental. A buenos muy buenos, y malos muy malos. A amenazas, oscuridades, peligros insondables, que son orillados con tanta facilidad, como la que se sucede otro riesgo mortal. En definitiva, a aquello que quiso evocar, a mi juicio con considerable irregularidad, el John Carpenter de BIG TROUBLE IN LITTLE CHINA (Golpe en la pequeña China, 1986), en la medida de que era una tarea poco menos que imposible.

Por el contrario, para que este tipo de cine pueda albergar un mínimo de interés, ha de cocerse en su propia condición de serie B. De complemento de programa doble, y si además, como es el caso, se encuentra avalado por un realizador tan reivindicable como Robert Florey, que se movía como pez en el agua, al deambular por atmósferas oscuras y bizarras, mejor que mejor. Así pues, nos encontramos ante un pequeño relato, que funciona casi a golpe de desmesura, con la desvergüenza propia de este tipo de modestas producciones -avalada en este caso por la Paramount-, en la que, desde su inicio, hay que reconocer que no se da tregua al espectador. Centrada en una azarosa historia en la búsqueda de una organización que trafica con el traslado de emigrantes a Estados Unidos -el paso de más de 80 años, no ha restado actualidad a dicho argumento-, DAUGHTER OF SHANGHAI se abre con una secuencia escalofriante, aunque desplegada coin absoluta desvergüenza; un pequeño avión -tripulado por un jovencísimo Anthony Quinn y un Buster Crabbe, que aún no había saboreado de la fama de su ya encarnado ‘Flash Gordon’-, traslada a un grupo de inmigrantes a USA -primordialmente orientales-. El acoso de un avión del gobierno, llevará a ambos a abrir la trampilla, dejando caer el personal con el que traficaban, dejándolos morir en pleno océano. Un inicio noqueante, que pronto nos trasladará al intento del gang que trafica con seres humanos, el entorno de un veterano anticuario, a quien intentarán coaccionar, para que integre como trabajadores, un buen número de las personas a las que han traído a San Francisco ilegalmente. Este se negará, albergando el apoyo de su joven hija -Lan Yin Lin (la fascinante Anna May Wong)-, en plena visita de una de sus clientas más fieles, la acaudalada Mary Hunt (Cecil Cunningham). El anticuario, estará dispuesto a aportar a los agentes de la ley, las pruebas que alberga, de esta gigantesca organización.

Será el inicio de una dinámica aventura, que nos describirá pocos minutos después, otro episodio, tan trepidante como cruel, como será el intento de asesinato de padre e hija, que solo se podrá consumar en el primero de ellos, introduciéndose en el relato las tareas policiales, que tendrán su cabeza en el joven agente Kim Lee (Philip Ahn). Este buscará la colaboración de Lan, pero la muchacha, de manera inesperada, viajará hasta marcos exóticos, en la búsqueda del verdadero cabeza de esta organización, siguiendo para ello las pistas que han llegado hasta ella. Ello le hará enrolarse como bailarina y cantante de un oscuro club, encabezado por el auténtico líder del siniestro conglomerado -Otto Hartman (Charles Bickfort)- quien, de manera inesperada, se interesará y encaprichará con la muchacha. Hasta allí llegará, tiempo después, y por otro conducto, Kim Lee, iniciándose en el reencuentro con la muchacha desparecida, el deseo conjunto de alcanzar las pruebas suficientes, que sirvan para condenar a Hartman y, con ello, desmontar esa amplia y casi imbatible organización criminal. No obstante, no será nada fácil alcanzar ese objetivo conjunto, iniciándose una serie de peripecias, que pondrán durante no pocas ocasiones, en juego sus vidas.

Lo cierto, es que un material tan explosivo, tan desopilante, encuentra un hombre apropiado en Robert Florey, especialista en recrear atmósferas opresivas y regodearse en universos bizarros. Por ello, esta pequeña producción alberga un ritmo y una autenticidad, bastante superior a este tipo de relatos. Esa implicación de Florey, se puede percibir en esos dos episodios, revestidos de crueldad, que hemos señalado anteriormente, pero se encontrará presente en su segunda mitad, en la que el contexto exótico a donde se desplaza la protagonista, adquiere una densidad tan evidente como sin duda disfrutable. Y será en los últimos minutos, cuando DAUGHTER OF SHANGHAI se revela especialmente atractiva, con esa sucesión de peligros y amenazas, plasmados con tanta ligereza como pertinencia, acentuando esa aura pulp, a la que se irá insertando un cierto sentido del nonsense.

Así pues, junto a atmósferas exóticas, esa especial querencia expresionista tan experta en manos de Florey, y la presencia de una interesante galería de villanos tortuosos, discurre una película ligera. Un relato sórdido y divertido al mismo tiempo, capaz de extraer con una mirada lúdica, ese lado oscuro de la condición humana, de forma tan ligera como eficaz, para el disfrute de aquellos públicos del New Deal, deseosos de paladear inofensivos y eficaces pasatiempos como este para, a la semana siguiente, tenerlos olvidados en la retina, y sustituidos por otros.

Calificación: 2’5

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