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CINEMA DE PERRA GORDA

HORROR ISLAND (1941, George Waggner)

HORROR ISLAND (1941, George Waggner)

Al referirnos a HORROR ISLAND (1941), cierto es que nos encontramos en el periodo menos estimulante de la producción de la Universal dentro del ámbito del cine de terror. No es menos constatable que George Waggner fue uno de los realizadores más anodinos con los que contó el estudio en aquellos años –de todos modos, los hubo peores, y de sus manos surgió el apreciable THE WOLF MAN (El hombre lobo), rodado el mismo año del título que comentamos-. En todo caso, y aún partiendo de unas premisas tan poco estimulantes, jamás podía imaginar que HORROR ISLAND (1941) ofreciera un resultado tan calamitoso, erigiéndose sin grandes problemas en una de las producciones más lamentables generadas en dicho estudio en aquellos años, máxime partiendo de la premisa de encontrarnos ante un producto que apenas sobrepasa la hora de duración, y en su seno se combina el relato de misterio con
elementos de comedia.

El film de Waggner se inicia mostrándonos las penurias económicas vividas por el joven propietario de un pequeño barco, asimismo dueño de una no menos pequeña isla que cuenta con un castillo en la misma –Bill Martin (un Dick Foran más insípido que nunca)-. Ayudado por su fiel ayudante, se encontrarán con un viejo marino con pata de palo –Tobías Clump (Leo Carrillo)-, quién intentará convencerles de la existencia del tesoro del pirata Morgan escondido en el interior del castillo, y del cual posee la mitad del plano que detalla la presunta localización de dicho tesoro. Pese al escepticismo de Martin, poco a poco irá percibiendo la posibilidad de utilizar dicho castillo como elemento para programar visitas turísticas, destinadas a personas en busca de emociones fuertes y, con ello, obtener unos ingresos que le permitan pagar las enormes facturas que le atenazan. Sin embargo, la incorporación de diversos personajes en su primer viaje, entre los que se incluirá la oferta de un primo suyo de pagarle veinte mil dólares por la propiedad de la isla, motivará un creciente interés en acceder hasta la misma, sufriendo incluso a la salida el envío de una bomba que estará a punto de asesinarlos a todos. A su llegada al castillo, Martin y su ayudante tendrán preparados una serie de trucos para asustar a los viajeros, mientras que Tobías intentará encontrar el tesoro que se intuye con la mitad del mapa que conserva, recorriendo las estancias del viejo recinto –del que se señala posee ¡¡400 años de antigüedad!!, y al que entrarán sin problemas, ya que tiene la puerta abierta-. Por su parte, el resto de viajeros vivirán una serie de extrañas situaciones, destacando el progresivo temor que irá percibiendo la joven Wendy Creighton (Peggy Moran), con la que Martin tuvo un pequeño accidente de coche en la salida de su oficina, y que de manera progresiva se irá acercando a este. Lo que ninguno de los presentes podrá esperar, es que vayan siendo asesinados algunos de los hospedados en el castillo, en una situación que combinará tintes dramáticos con elementos de comedia, y en el que rondará la presencia de un extraño hombre de rostro afilado y cubierto de una misteriosa capa.

Si tuviera que destacar algún elemento mínimamente reseñable de HORROR ISLAND, lo haría refiriéndome al inquietante “travelling” con que se inicia la película, recorriendo el paso de un hombre con pata de palo por la nocturnidad del puerto en el que se inicia la acción. Ello unido a la eficacísima fotografía en blanco y negro que definiría el conjunto de la producción del género en el estudio -en esta ocasión responsabilidad de Elwood Bredell-, contribuyen a envolver de manera precisa un producto casi, casi, indignante. No se si podríamos señalar que resulta aún peor que las olvidables comedias de terror que el estudio auspició años después, protagonizadas por Abbott y Costello, pero lo cierto es que el film de Waggner destaca por la lamentable combinación de unos ¿personajes? sstúpidos y sin sustancia, unos diálogos y situaciones que intentan provocar la carcajada y solo logran la estupefacción del espectador, y unas pretendidas situaciones terroríficas –basadas en los “10 negritos” de Agatha Christie-, que de previsibles y rutinarias solo provocan el bostezo y el tedio. Que ello suceda en un film de apenas una hora de duración resulta imperdonable, pero más lo es que no solo su resultado rezume mediocridad por sus cuatro costados, sino que se erija quizá como una de las peores comedias de terror jamás generadas en el cine clásico de Hollywood, y el bostezo resulte casi generalizado en un metraje que aparece casi interminable. Momentos como aquel en el que uno de los huéspedes duerme con las gafas puestas teniendo al lado una calavera de pega, o ese apergaminado pretendiente de Wendy, que en los últimos fotogramas se resigna a perder a la que puede ser un gran partido en su vida, ya que esta se ha enamorado de Bill ¡¡en una noche!!, dan la medida de este HORROR ISLAND, que no dudo en considerar como uno de los referentes más irritantes y olvidables de la decadencia que el estudio clásico del género en los años treinta, acometió poco tiempo después, intentando aprovechar sin el más mínimo atisbo de inteligencia una producción en la que ofrecieron no pocos exponentes inolvidables. Desde luego, este se inserta en su vertiente totalmente opuesta.

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