RESCUE DAWN (2006, Werner Herzog) [Rescate al amanecer]
Hay ocasiones en las que el propio aficionado ha de entonar el mea culpa, a la hora de justificar este seguimiento o no de la obra de determinados cineastas. Personalmente debería aplicar el enunciado en la figura del alemán Werner Herzog, quizá debido a que el fulgor de su obra coincidió con el nacimiento de mi afición fílmica, quizá también motivado por que el tipo de cine que practicaba, en los tiempos en los que lo contemplé no me provocaran un excesivo entusiasmo. Solapando el atractivo que siempre encontré en su versión de NOSFERATU: PHANTOM DER NATCH (Nosferatu, vampiro de la noche, 1979), recuerdo que mi acercamiento al cine de Herzog se produjo en un ciclo que TVE programó allá por 1983 / 1984. Obviamente, quizá no era el momento para apreciar el magnetismo y las singulares maneras fílmicas del alemán, y desde entonces no he tenido el ímpetu por reencontrarme con una filmografía que se ha extendido especialmente en la faceta del documental y el ámbito televisivo, y que sobre todo se ha mantenido incólume en su consideración, valoración que no se puede extender en algunos de sus compañeros de generación. Por todo ello, mi reencuentro con uno de los últimos largometrajes del cineasta -prolijo en años posteriores en producciones encuadradas en el ámbito antes señalado-, al tiempo que servirme como remembranza de unas formas visuales características en su manera de concebir el cine, me ha permitido valorar estas de manera más acusada en su contribución al mismo, y lo que es mejor, suscitarme el interés en recuperar otros de sus títulos.
Todo ello se me ha venido provocado con el visionado de RESCUE DAWN (2006) –carente de estreno comercial en nuestro país, y estrenada digitalmente con el título RESCATE AL AMANECER-, con la que Herzog alcanza, como un objetivo no se si prefigurado, una atractiva mixtura entre el subgénero del cine de aventuras en que se inserta su enunciado –el de la supervivencia dentro de una situación límite-, con los márgenes de su cine, describiendo roles protagonistas que se enfrentan a marcos naturales hostiles a situaciones casi sobrehumanas –lo que podría ir desde el Lope de Aguirre de AGUIRRE, DER ZORN GOTTES (Aguirre, la cólera de Dios, 1972), al Fitzgerald de FITZCARRALDO (1982). Por fortuna, ese rol protagonista no se encuentra protagonizado por el fallecido Klaus Kinski sino por el galés Christian Bale –quien ofrece otro de sus habituales espléndidos trabajos, en el que sus ya frecuentes modificaciones en el aspecto exterior y pérdida de peso, no debe ocultarnos la hondura, matices y rasgos histriónicos y cómplices del mismo-, y esa inclusión de la propuesta argumental dentro de un marco –digámoslo así- más convencional. Este se centra en la vivencia real –transformada en forma de guión por el propio realizador- protagonizada por el piloto norteamericano –aunque de origen alemán- Dieter Dengler (Bale). Dengkler se ha incorporado como voluntario por las fuerzas USA en la Guerra de Vietnam –la acción se centra en 1965-, sufriendo un ataque en su primer vuelo en territorio vietnamita –con objetivo en Laos-, y cayendo en un pantano, donde casi milagrosamente salvará su vida, pese a la explosión del aparato aéreo. Pese a superar el accidente, muy pronto será atrapado por combatientes de dicho territorio, trasladando al piloto a un acuertelamiento, donde será torturado, forzándole a firmar su rechazo de la política que representaba y ponía en práctica los Estados Unidos –sugerencia que rechazará-, lo que motivará que siga sufriendo torturas de casi insoportable calado –será atado en forma de cruz en pleno exterior, arrastrado atado por el terreno, colgado cabeza abajo, o incluso tirado atado a un pozo de agua en el que apenas podrá sobresalir su cabeza-. Tras ello compartirá prisión con otros presos norteamericanos que sufren dicha situación incluso por más de dos años. Reclusos que se han acostumbrado a un modo de vida degradante, que son esposados y sujetos por los pies con unos grandes travesaños por las noches, y que esperan infructuosamente una pronta liberación. Muy pronto Dengler atisbará su intención de huir de este contexto, aunque tendrán que transcurrir algunos meses para encontrar el momento propicio –la estación de las lluvias-, ya que la propia jungla deviene el más férreo inconveniente para que dicha intentona fragüe en feliz término. Sin embargo, al tener noticias que debido al hambre existente van a ser fusilados, los presos norteamericanos decidirán secundar la iniciativa del protagonista, quedando junto a él Duane (un sensacional Steve Zahn) –el devenir de la película ya nunca dedicará la menor mención al resto de presos huidos, que dirigirán su escapada por otros derroteros; uno de los elementos cuestionables del film-.
Aunque ya en pleno proceso descriptivo de las vejaciones que sufrirá nuestro protagonista, RESCUE DAWN alcanza una sobria y al mismo tiempo intensa valoración, no cabe duda que es a partir de la recreación de la fuga, cuando el film de Herzog se erige en un bello y al mismo tiempo terrible poema visual, en el que el sentido telúrico habitual en la obra del alemán adquiere unas cotas que quizá en el contexto del cine de nuestros días asume una especial significación. Realzada por la magnífica fotografía en color de Peter Zeitlinger, la pertinencia de una planificación en la que resalta el uso de la grúa, un acusado sentido de la desdramatización –apenas tiene presencia la música como tal elemento-, y la excelencia interpretativa de los mencionados Bale y –sobre todo- Zahn, la película puede que no devenga un prodigio de originalidad, pero sí alcanza su objetivo de resultar intensa y al mismo tiempo serena, ofrece una bella relación de amistad que superará incluso el violento, inesperado y absurdo asesinato de Duane, y alcanza en esa descripción del tremendo y casi imposible episodio de Dengler, una odisea terrible y al mismo tiempo creíble. Tal y como en los primeros minutos, los componentes del comando en el que se encontraba este contemplaban con desdén los documentales que sus dirigentes les proyectaban para intentar superar cualquier internamiento en la jungla de Vietnam, este tendrá que vivir en carne propia aquello sobre lo que ironizaba, y que es mostrado en la pantalla con ese aterrador y al mismo tiempo bello sentido de la puesta en escena, en el que Herzog opta por insertar dicho relato intentando obviar su componente político, apelando a un contenido en el que la abstracción permita que el mismo no pueda ser interpretado desde dicha vertiente. Ya años antes, Herzog firmó uno de sus frecuentes documentales narrando a nivel documental la hazaña vivida por Dengler, participando este en el mismo, y resulta evidente que la historia le interesó, hasta el punto de reiterar la misma en formato de largometraje. Y cierto es que la apuesta resulta válida y en la misma se encuentran no pocos instantes de gran intensidad. Instantes que van desde las torturas a las que es sometido en el inicio de su cautiverio, hasta aquellas secuencias en las que otros cineastas podrían haber cargado las tintas en su componente escatológico –contemplar a Dengler comiendo gusanos o una serpiente viva, la impactante e inesperada secuencia de la decapitación de Duane-. Pero junto a ellos destaca esa capacidad del cineasta por hacer de la jungla el principal personaje del relato, en sentirse hechizado y al mismo tiempo sobrecogido por un mundo natural casi encantado en su cerrada belleza, o por la honda amistad que se brindará en los dos personajes que protagonizarán una huída, que solo Dengler logrará culminar con éxito, aunque en un momento determinado, el espíritu del desaparecido amigo se haga presente ante su amigo vivo –o quizá fuera la mente de su protagonista quien así lo asumiera-.
No soy el primero en señalarlo; la conclusión de RESCUE DAWN desmerece del resto del metraje, introduciendo un rasgo patriotero indigno del resto del film. No obstante, y aún admitiendo que esos últimos minutos empobrecen la valoración general del conjunto, no me impiden retener en la mente y reconocer la valía de un relato en el que la lucha del hombre y la naturaleza, adquiere en sus pasajes una intensidad poco habitual. Cierto es que será algo que se manifestará con mayor vigencia y rotundidad en un título reciente como THE WAY BACK (Camino a la libertad, 2010. Peter Weir) –no es casual aunar a dos realizadores emergidos en periodos y poseedores de algunas características similares, como fueron Herzog y Weir- Ello no limita el alcance de esta propuesta en la que el espectador sabe de antemano su conclusión, sino que por el contrario, asiste al drama de supervivencia vivido por sus personajes, introduciéndose por instantes en una odisea tan simple como terrible; la de sobrevivir en esa naturaleza de la que formamos quizá su parte más cuestionable, aunque en nuestra propia condición, lo peor y lo mejor de nosotros mismos florezca en estas situaciones límite.
Calificación. 3
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