SON OF ALI BABA (1952, Kurt Neumann)
La mera existencia en su filmografía de un melodrama pasional ambientado en el mundo del circo tan atractivo como CARNIVAL STORY (Apasionadamente, 1954) y, sobre todo, la excelente THE FLY (La mosca, 1958), una de las cimas de la ciencia-ficción norteamericana de la década de los cincuenta, y su inesperado testamento cinematográfico –falleció inesperadamente sin llegar a contemplar su estreno-, deberían otorgar al menos una pequeña rememoranza al director alemán Kurt Neumann. Cierto es que en su obra se dan cita decenas de títulos articulados como meras e intrascendentes propuestas de género, al servicio de diferentes estudios, en líneas generales bajo presupuestos medios, cercanos a la serie B, y como complemento de programas dobles. Sin embargo, mi intuición me hace pensar que una mirada atenta a su obra nos permitiría descubrir a un cineasta competente, pocas veces memorable, pero en líneas generales capacitado para extraer resultados más o menos aceptables de materiales de derribo. Esto es lo que sucede, ni más ni menos, con SON OF ALI BABA (1952), una más de las apuestas que la Universal International puso al servicio de su estrella emergente Tony Curtis, bien fuera acompañado por la efímera Piper Laurie o por la que posteriormente se convirtiera su esposa –Janet Leigh, antes de pasar a la mitología cinematográfica con PSYCHO (Psicosis, 1960. Alfred Hitchcock). Exponentes como THE PRINCE WHO WAS A THIEF (Su alteza el ladrón, 1951) o THE BLACK SHIELD OF FALWORTH (Coraza negra, 1954), ambos filmados por Rudolph Maté –curiosamente otro artesano exiliado de Europa-, forman parte, sino de la historia del cine, sí de esa galería de recuerdos entrañables de generaciones de aficionados que disfrutaron de aquellas fantasías, bien fueran orientales o medievales, en donde Curtis lucía su palmito como galán picarón, enamoraba todo lo enamorable, desplegaba su destreza como intérprete del cine de aventuras, luchaba en duelos finales, y finalmente alcanzaba el amor de la princesa de turno, haciéndose justicia.
Punto por punto, todo ello se reitera en esta SON OF ALI BABA, escenificada en una Persia colorista y de guardarropía, en la que su escasa duración –poco más de setenta minutos- y la pobreza de su guión, delatan que se trata de una producción menos cuidada a nivel de producción que otras de las protagonizadas por el posterior protagonista de THE BOSTON STRANGLER (El estrangulador de Boston, 1968. Richard Fleischer). En esta ocasión, interpreta a Kashma Baba, el hijo del célebre Ali, quien se encuentra en el retiro de un suntuoso palacio. Kashma es un joven atractivo, enrolado en las tropas en las que se encuentran todos los jóvenes de alta extracción social, y que provoca la admiración de las féminas a su paso. Del mismo modo, encuentra en Mustapha (William Reynolds) a su más íntimo amigo, erigiéndose como auténtico líder del escuadrón del que forma parte dada su simpatía, aunque ello le provoque la animadversión de un trío de oficiales encabezado por Hussein (Hugo O’Brian), a quien Baba humillará en una fiesta cuando este pretenda boicotearla. A partir de ahí, la película se articulará con el desarrollo de una traición en la que el rival de nuestro protagonista formará parte, entrando en escena la joven Kiki (Piper Laurie), de quien en principio se desconfiará, aunque más adelante ella misma reconozca ser la princesa Azura of Fez. Ella se introducirá en la mansión de Kashma, en principio con aviesas intenciones, aunque en realidad lo haga forzado por el hecho de que su madre se encuentre secuestrada y en peligro de muerte por parte de quien pretenda usurpar el trono de Persia.
Como ante señalaba, aquel que quiera encontrar en SON OF ALI BABA un título perdurable, mejor que se dedique a otra cosa. Resulta en principio casi sonrojante ver los piropos que dedican a Curtis / Kashma las féminas al paso de las tropas, el nulo rigor de la ambientación existente, la escasa enjundia que ofrece la presencia de la Laurie, o los poco convincentes giros que registra la acción. Pero en este tipo de cine, o lo tomas o lo dejas, y cierto es que quizá puesta la mirada como espectador añorante de tiempos añejos –en mi caso de pases televisivos-, uno no puede por menos que destacar el espectacular cromatismo de sus imágenes, la empatía que Curtis brinda en la pantalla –a la que habría que unir la del atractivo William Reynolds, que nunca he entendido como la Universal relegó a simple secundario, cuando poseía talento de sobra para ejercer como galán de inquietante presencia; solo Douglas Sirk supo apreciar dicha cualidad en su personalidad fílmica-, el ritmo sincopado que ofrece su casi embarullada trama argumental, ciertos detalles humorísticos desplegados por sus roles secundarios y, a nivel de realización, la destreza con la que Neumann despliega el uso de la grúa. Esta elección narrativa contribuye a agilizar unas peripecias, que narradas de forma más morosa sin duda hubieran provocado el bostezo del espectador. No es el caso, y es por ello que pese a la limitación de su engranaje argumental y al deliberado anacronismo que preside su enunciado –empezando por unos héroes de clara procedencia caucásica-, deviene un producto tan discreto como simpático, más defendible incluso que otras propuestas del estilo que, a mi juicio, gozaron en su momento de un inexplicable prestigio. Y me refiero con ello a la mediocre THE ADVENTURES OF HAJJI BABA (Amazonas negras, 1954. Don Weis).
Calificación: 2
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