Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

THE KID FROM TEXAS (1950, Kurt Neumann)

THE KID FROM TEXAS (1950, Kurt Neumann)

Recuperado por cineastas que van de King Vidor a Arthur Penn, es innegable que la figura de Billy el Niño –como por otro lado la de Jesse James-, ha sido una de las más buscadas para trasladar la complejidad de su turbulenta personalidad, a la hora de tratar las complejidades del Oeste americano. Propuestas que avalaban el atractivo de un alma joven, que en sus contradicciones internas proponían una mirada psicológica que sobresalía de las temáticas habituales del género, en las que se introducía un componente de rebeldía, encarnado en la figura de este joven delincuente, que aparecía como un ser desequilibrado, al tiempo que como alguien ligado a los desfavorecidos. Sea como fuere, lo que resulta innegable es que, pese a su clara condición de producto de serie B dentro de la Universal –un estudio que apostó de manera abierta por el western en títulos de escaso presupuesto-, THE KID FROM TEXAS (1950, Kurt Neumann) sirvió como base para el debut del que entonces era conocido como el soldado norteamericano más condecorado de la II Guerra Mundial. Y hay que reconocer que, de manera más o menos sintética, esta encarnación del célebre joven criminal del Oeste, resume aquellos rasgos que Murphy iría prolongando en una larga serie de modestos pero en líneas generales estimables westerns, que poco a poco fueron perfilando y puliendo su personalidad cinematográfica, hasta el punto de consolidar un hueco dentro de dicho género, indudablemente por debajo de los grandes iconos del mismo, pero en modo alguno tan despreciables como por lo general se le ha venido despachando. Y es que Murphy protagonizó o participó en muestras del género realizadas por Don Siegel, Budd Boetticher, Jack Arnold o John Huston, brindando en su filmografía títulos tan notables –aunque tan poco evocados- como THE DUEL AT SILVER CREEK (1952, Don Siegel), DESTRY (Honor y venganza, 1952. George Marshall) asumiendo con enorme habilidad un rol de comedia heredado de James Stewart, NIGHT PASSAGE (La última bala, 1957. James Neilson), o el metafísico NO NAME ON THE BULLET (1959, Jack Arnold), quizá su rol cinematográfico más complejo, donde se adivinaba una madurez que, lamentablemente, no se pudo concretar.

En cualquier caso, lo cierto y verdad es que cuesta encontrar una propuesta desdeñable dentro del cine del Oeste, protagonizada por Murphy, tal y como demuestra esta recreación del joven William Booney, señalando una voz en off el esfuerzo brindado a la hora de trasladar una mirada lo suficiente veraz sobre la andadura del muchacho. Es por ello, que esta recreación efectuada por Kurt Neumann del universo del legendario personaje, está revestido con una patina de neutralidad, a lo que contribuye no poco, sea de manera buscada o deliberada, la inexpresividad que desprende el propio Murphy en su rol protagonista, que de manera curiosa, beneficia esa sensación de involuntaria tendencia autodestructiva que expresa su rol. La película muy pronto describe el entorno casi desvalido de este, en la localidad de Lincoln, en New Mexico, en 1879. Allí se encuentra Booney, siendo ayudado al ser empleado por el elegante y bondadoso Roger Jameson (Sheperd Strudwick), pese a encontrar en ello la oposición de su socio, Alexander Keim (Albert Dekker). Hay que reconocer que pese a encontrarnos con una producción que apenas alcanza los ochenta minutos de duración, la base dramática de Robert Hardy Andrews y Karl Kamb, a partir de una historia del primero, no olvida incardinar subtramas dramáticas, que inciden en la relativa justificación a la hora de utilizar y manipular la figura de Billy, dentro de un contexto de tensión bélica.

Será un ámbito que servirá como base para ir comprobando esa creciente y enfermiza afición del joven por el mundo de las armas, algo que solo mitigará parcialmente Jameson, y que finalmente se verá bruscamente interrumpido, cuando este sea asesinado. Será el momento en que Billy recupere esas pistolas que parecen dar razón de ser a su existencia, y en las que quizá cabría buscar orígenes en su convulso pasado familiar.

Al contemplarlo desolado delante de la tumba del ranchero asesinado, Keim modificará la opinión negativa que tenía del muchacho, integrándolo dentro de su personal, aunque ello no p0ueda evitar que se produzca un acercamiento entre su joven esposa –Irene (Gale Storm)-. Poco a poco, y bajo su aparente condición de relato dominado por la simpleza, es preciso reconocer que se va tejiendo una crónica de relativa complejidad, en la que la figura de Billy se va describiendo, huyendo tanto de la mítica como de una mirada conmiserativa en torno a su personalidad. Esa capacidad para describir un ámbito de creciente tensión, favorecerá la presencia de una espiral de violencia, en la que se mostrarán buena parte de los instantes más valiosos del film, centrados sobre todo en los ataques de Billy, en los que su certera puntería, no será más que la exteriorización de una posible personalidad psicótica. Dominada por el cromatismo brindado por el operador Charles Van Enger, ayudado por el indispensable aporte del técnico de color William Fritzsche, THE KID FROM TEXAS funciona con notable precisión, a través de diversos bloques narrativos que se insertan a modo de crónica, hasta asistir a la noqueante eliminación de Billy por parte de Pat Garrett, de una manera abrupta y desprovista del más mínimo atisbo de leyenda, con ese relato en off que desgranará a modo de crónica la eliminación del ya buscado asesino.

Sin embargo, con ser interesante dicha mirada, lo que encuentro más atractivo en el film de Neumann, apreciable y estimable pero limitado en su alcance, reside en el carácter de avanzadilla de lo que posteriormente supondrá la personalidad cinematográfica de su protagonista. Esa manera de mostrar a un joven de aspecto aniñado, madurado a modo de fetichismo con esa vestimenta dispuesta en una vistosa cazadora de cuero. Esa tendencia a la humillación y el masoquismo que a partir de esta película se hará familiar en su cine –es esposado de pies y manos cuando es encerrado en la celda, y se escapará cuando su guardián quiera reducirlo, mientras Billy le apunta con la pistola que le ha robado, mientras se había apostado con él sus botas y sus espuelas-. El alcance fálico que en no pocos momentos adquieren las armas en manos de Billy. O incluso esa lejana nuance homoerótica que se plantea entre el protagonista y el elegante ranchero que asume su custodia, son detalles que avalan un substrato nada desdeñable y, sobre todo, me inducen a pensar que en la personalidad de Audie Murphy se encontraba un hombre torturado –así lo afirman numerosas crónicas- que quizá utilizó su especialización en el western, un modo de exteriorizar el interior atormentado de un intérprete de pobres recursos en esta ocasión, pero que de manera paulatina fue madurando sus posibilidades, reiterando en ellas un mundo oculto, narcisista y autodestructivo, que quizá aún no se haya analizado en toda su magnitud.

Calificación: 2’5

0 comentarios