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CINEMA DE PERRA GORDA

WICKED WOMAN (1953, Russell Rouse)

WICKED WOMAN (1953, Russell Rouse)

A la hora de acercarnos a los más curiosos outsiders del cine americano en la década de los cincuenta, quizá sea interesante detenerse por un momento en la figura de Russell Rouse, siempre ligado en calidad de productor y guionista a Clarence Greene. Un curioso tandem, en el que inicialmente se cuestionó su tendencia a la búsqueda casi obsesiva de termas dominados por una originalidad en no pocas ocasiones prefabricada. Sin embargo, por debajo de una circunstancia, que con el paso de los años no deja de proporcionar una cierta patina de singularidad, quizá llegue el momento de valorar, tampoco sin excesivos entusiasmos, la capacidad en los mejores momentos de su cine, para albergar atmósferas obsesivas, o la propia fisicidad de sus instantes más perdurables. Es algo que se puede detectar, punto por punto, en la muy estimable WICKED WOMAN (1953), con la que Rouse quizá quiso sumarse a una determinada revisitación tardía, del universo de la femme fatale, representada en THE POSTMAN ALWAYS RINGS TWICE (El cartero llama dos veces, 1946. Tay Garnett), a partir de la novela de James C. Cain.

Lo hará desde el primer momento, amparado en ese recorrido de autobús que alberga a la rubia y provocadora protagonista –Billie (Beverly Michaels)-, con el fondo de una atractiva canción, revelando el juego que acompaña su presencia allá por donde –presumiblemente- ha ido desarrollando una andadura vital previa. En muy pocos pasajes, podemos percibir el pasado de una protagonista. Alta, rubia, vulgar y de inequívoco atractivo sexual, no dudará en alojarse en la mugrienta habitación de un edificio de apartamentos, con el deseo de alcanzar un trabajo que le permita subsistir en esa ciudad innominada pero que muy pronto percibimos debe encontrarse en el Sur de USA. En realidad, su propia psicología le induce a pensar de que manera podrá hacer extensiva su volcánica personalidad, para encontrar algún incauto que le siga en su juego. De manera inesperada lo hallará en el pub donde entrará a trabajar, comandado por Dora Bannister (Evelyn Scott). Ya en su primera noche de trabajo descubrirá a su esposo, el joven y atractivo Matt (Richard Egan), percibiendo al mismo tiempo que sobre este se asienta la responsabilidad del establecimiento, ya que Dora es una alcohólica incurable, heredando con ello la lacra que mantuviera su padre hasta su muerte. Muy pronto, aunque sin pretenderlo, se irá fraguando una tórrida atracción entre Billie –que ha logrado triunfar de inmediato en el negocio, incorporando en todo momento en la máquina de discos, su canción preferida “One Night in Acapulco”- y un Matt que no puede ocultar la frustración que le ofrece tener que convivir con una esposa autodestructiva y, sobre todo, con una relación que no alberga ningún futuro de convivencia.

Será todo ello el oportuno caldo de cultivo para la recién llegada, que sintonizará de inmediato con Matt –y hay que reconocer que en esta ocasión, con mayor juventud, Egan se muestra más convincente de su carnalidad como hombre provisto de una fisicidad-, al que superan las circunstancias que vive. Por ello, hay que reconocer que entre este y la Michaels se establece una química sexual por momentos explosiva, en la que las miradas y, al mismo tiempo, la represión entre ambos para poder exteriorizar su pasión, logran alcanzar algunos de los momentos más intensos de la película. Y es que, en realidad, no puede decirse que WICKED WOMAN aporte demasiado dentro del subgénero que brinda su propuesta, dentro de un conjunto que no alcanza los ochenta minutos de duración, y que más allá de orillarse en los senderos de la serie B, se acerca más a los postulados del Cinema Bis, hasta el punto de que en muchos momentos se percibe la sensación de que la película bien pudiera ser rodada en los estudios pobres de la Powerty Row –se trata de una producción del interesante Edward Small, distribuída por la entonces aún no demasiado expansiva United Artists-. Tal es la impresión que brinda por un lado la ausencia de intérpretes conocidos, o la granulada fotografía en blanco y negro ofrecida por Eddie Fitzgerald. Pero unamos a ello la sensación casi documental que brindan las secuencias desarrolladas en exteriores, apoyadas en un uso muy libre de la cámara, y que por momentos nos retrotraen al Joseph H. Lewis de la bastante cercana y mítica DEADLY IS THE FEMALE (El demonio de las armas, 1950). Evidentemente, nos encontramos a no poca distancia de este título de culto, pero no es menos cierto que Rouse echa la carne en el asador, sorteando las convenciones de un argumento que poco a poco se va desinflando, a la hora de apostar por una atmósfera malsana, lúbrica y bizarra, que tendrá varios elementos de expresión. Por un lado, la convicción que Billie irá inoculando en Matt, para que se deshaga del negocio y ambos viajen a Méjico –la obsesión que transmite en su constante recurso a la canción-. Para ello, se planteará en ellos que la propia Billie simule ser su esposa, a la hora de acceder a la operación de venta del negocio que Matt finalmente ha accedido a cumplimentar. Y, por supuesto, a la tensión que ambos vivirán, en esos días que restan, desde que la firma se ha consumado, hasta que la entidad bancaria de por aprobada la operación.

Así pues, entre el retrato de una esposa totalmente derrumbada en el alcohol, el deseo casi imperioso de la recién llegada de vivir una vida de lujo con un hombre al que desea atrapar en sus posibilidades económicas, y también en su lujuria, lo cierto es que lo más bizarro de su conjunto, vendrá dado por la presencia, finalmente amenazante, del pequeño, grueso y solitario Charlie (Percy Helton), de quien inicialmente se aprovechará nuestra protagonista utilizando sus encantos, pero de quien este se vengará, cuando inesperadamente escuche una conversación entre esta y Matt, descubriendo el plan que ambos están maquinando. Por ello, no dudará a someterla a una especie de chantaje, buscando aunque sea con falsedad, un acercamiento de esa mujer a la que desea, y que hasta el momento solo ha buscado en él dinero y le ha respondido con desprecios.

Es cierto. La conclusión de WICKED WOMAN aparece un tanto atropellada, al plantearse una inverosímil reconciliación entre Matt y su esposa. Sin embargo, no deja de resultar disolvente contemplar como la femme fatale de la función, no solo querdará exenta de asumir castigo alguno, sino que se la contempla como volverá a viajar en autocar, lo lejos que le permitirán sus escasos recursos, pudiendo ver como en ese bus, un incauto solitario, ha mostrado de inmediato interés por ella, devolviéndole ella una sonrisa de aceptación. Faltará muy poco para que la historia se repita… y en un relato como este, rodado casi al margen de las convenciones morales del Hollywood del momento, se podían permitir licencias de este tipo. Es por ello, por el cierto grado de ritmo que alberga su discurrir, y por lo turbio de su atmósfera, por lo que cabe reivindicar moderadamente el film de Rouse, que alberga más tensión sexual y emocional en sus fotogramas, que muchas otras películas provistas de un prestigio más acusado y, quizá, desmesurado. Una vez más, es el milagro del Cinema Bis.

Calificación: 2’5

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