THREE-CORNERED MOON (1933, Elliot Nugent)
Definido en una polifacética andadura dentro del contexto cinematográfico –mediocre actor en su juventud, guionista, compositor-, el aporte más significativo de Elliot Nugent se cierne en una nada desdeñable filmografía de unos treinta títulos, abierta en los inicios de la década de los treinta, y prolongada hasta la de los cincuenta. No se puede decir que encontremos entre los títulos suyos que he podido contemplar, ningún rasgo de estilo. Ni siquiera el aporte de una especial singularidad en su cine, en líneas generales destinado al terreno de las adaptaciones o bien literarias o bien teatrales. En el primer ámbito podemos evocar su adaptación de THE GREAT GATSBY (1949), mientras que goza de especial prestigio en USA, la adaptación de la obra teatral de los hermanos Julius y Philip J. Epstein THE MALE ANIMAL (1942) –que confieso no haber contemplado hasta la fecha-. Sin embargo, entre sus títulos a los que he podido acceder, lo cierto es que me quedo con el sensible melodrama IF I WERE FREE (1933). Una película, que por otra parte se rodó a continuación del título que centra estas líneas; THREE-CORNERED MOON (1933), que permite a Nugent introducirse en el ámbito de una primitiva Screewall Comedy, introduciendo en ella los estragos de la Gran Depresión norteamericana.
La acción se desarrolla en el interior de la espaciosa vivienda de la familia Rimplegar, que comanda su matriarca, la alocada Nellie (Mary Boland). Los primeros compases del relato nos induce a pensar que nos encontramos ante una familia adinerada –la madre aparece lujosamente vestida-, pero muy pronto comprobaremos que en ellos ha hecho mella la enorme crisis vivida por su familia, caracterizada por un comportamiento alocado. Uno de sus hijos querrá ser actor, otro dedicarse a las leyes, mientras que la mente sensata del colectivo la marcará la joven Elizabeth (Claudette Colbert), prometida a un muchacho un tanto alelado, empeñado en consagrarse como novelista –Ronald (Hardie Albright)-. Sin embargo, mantendrán como hospedado al joven dr. Alan Stevens (Richard Arlen), que aparecer casi como el único ser cuerdo, en un microcosmos en el que todos van a ritmo de vértigo, la criada sigue sus labores sin poder cobrar sueldo, y casi nadie quiere ser consciente de la extrema situación en la que conviven día a día. Sin embargo, aunque en el fondo de su pensamiento seran plenamente conscientes de ello, en la medida que de manera cada vez más acuciante, no poseen casi ni para comer.
Así pues, el film de Nugent, beneficiado por el look del estudio que lo produce –la Paramount-, aparece como una curiosa y no excesivamente satisfactoria rara avis, equidistante a partes iguales del espíritu trasgresor de esa Screewall que iba a dominar la comedia americana poco tiempo después. Es más, solo en muy contados momentos, se atisba una cierta tendencia a trasladar el nonsense inherente el mundo cómico de los Marx brothers. Por otro lado, nos alejamos con la misma equidistancia, de esas comedias dramáticas que ya en aquellos años dirigía Gregory La Cava, en las que reflejaba con terrible serenidad las consecuencias de la depresión norteamericana. En su oposición, THREE-CORNERED MOON se queda a medio camino, como si los guionistas S. K. Lauren y Ray Harris, no fueran capaces de emerger del original teatral de Gertrude Tonkonogy. O, quizá, Nugent no propusiera sugerencias posteriores al material que se le entregara para rodar. Es más que probable que esa cierta cortedad de miras provenga en la anuencia de ambas circunstancias. Lo cierto es que, de una manera u otra, uno hecha de menos ese cierto “gramo de locura”, que inspiró una de las corrientes más perdurables jamás registradas por el género. Solo en ciertos momentos –cuando la acción abandona el diálogo y sus personajes discurren con un cierto sentido de la coreografía en el interior de esa vivienda que, paradójicamente, tampoco pueden vender-, la película parece elevarse de esa medianía que define su conjunto. O cuando el foco se centra en las miradas que denotan deseo, protagonizadas por la siempre excelente Claudette Colbert y el estupendo y olvidado galán que fue Richard Arlen. O cuando en la familia se va sintiendo en carne propia la acuciante presencia del hambre, la comida que tenían dispuesta se cae al suelo.
En definitiva, THREE-CORNERED MOON eleva considerablemente su vuelo, cuando la utilización del espacio escénico proporciona dinamismo a su ajustado metraje, o en el momento que se deja un poco de lado el respeto a sus convenciones teatrales, dando paso a una mirada sincera en torno a las relaciones de sus personajes –especialmente señalado en los que representan Colbert y Arlen-. Unamos a ello la presencia de esa joven casquivana, dominaba por un libérrimo espíritu hedonista, capaz de ligarse con cualquier miembro masculino de la familia en sus constantes aventuras nocturnas, y representando esa libertad en torno a la alusión sexual, inherente al periodo Precode, que casi de inmediato iba a concluir –por desgracia- en el cine norteamericano.
Calificación: 2
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