THE GREAT GASTBY (1949, Elliot Nugent) El gran Gatsby
Confesando de antemano mi limitada vinculación hacia la literatura, justo es reconocer que siempre me ha fascinado la presencia de uno de los personajes más atractivos que quizá se haya fraguado en la literatura del siglo XX. Me refiero a la importancia que en la novela de Francis Scott Fitzgerald “El gran Gatsby”, adquiere la figura del narrador. Ese Nick Carraway que aparece como elemento crítico y mirada moral, ante una novela que fascina mucho más por lo que sugiere, por su atmósfera melancólica y decadente, que en una base argumental bastante limitada, que no pocos expertos han considerado como prácticamente infilmable. Pese a dicha circunstancia, la obra de Francis Scott Fitzgerald asumió una versión muda, dirigida por el olvidado Herbert Brenon. No será sin embargo hasta prácticamente medio siglo después, cuando la Paramount orquestará la operación auspiciada por el productor Robert Evans, que forjaría la muy popular y esteticista THE GREAT GASTBY (El gran Gatsby, 1974), dirigida sin personalidad por el británico Jack Clayton. Sin referirnos a posteriores invocaciones fílmicas a dicha novela, lo cierto es que entremedias de los dos títulos citados, queda la producción asimismo Paramount, protagonizada en 1949 por Alan Ladd en el rol del misterioso y acaudalado Jay Gatsby, y dirigida por un realizador funcional pero no demasiado inspirado, como fue Eliot Nugent, que limita sus planteamientos narrativos a una planificación por lo general transparente, centrada en planos medios y americanos, sin intentar explorar las posibilidades y complejidades que tal historia permitía. Una base argumental que, por cierto, no solo utilizaba el referente literario de Fitzgerald, sino también la herencia de la obra teatral escrita en base a la novela por Owen Davis, contando como coguionista con el posterior especialista en argumentos del ciclo James Bond, Richard Maibaum.
Lo cierto es que personalmente lo que más hecho de menos en esta adaptación, es la importancia que el apólogo moral de Carraway proporcionaba al conjunto del relato, logrando de entrada una cercanía crítica del lector / espectador, y que en esta ocasión se encuentra ausente en los fotogramas de la película. En su defecto, son numerosos los cambios que la misma adquiere en torno al conocido referente, no siendo entre ellos el menos importante, esa rápida descripción del pasado de Gatsby, como un individuo engrandecido económicamente tras un pasado turbio como contrabandista en los convulsos años veinte. Es decir, que se rompe esa aura, entre misteriosa y fantasmagórica, inherente a la descripción del relato, desvelando un oscuro pasado, que en algunos pasajes se intercala con una vena aventurera –su andadura como marino y su servicio como voluntario en la I Guerra Mundial-.
Por todo ello, y como sería muy fácil destrozar esta película, en función del pacato tratamiento dispuesto de una novela que en aquel tiempo se encontraba a punto de su definitivo reconocimiento como un auténtico referente en la novela norteamericana, mejor será hacerlo a partir de lo que la misma nos sugiere, que sin ser nada deslumbrante, si al menos proporciona ciertos elementos de interés, incardinándola dentro de la producción del estudio en aquellos años. Y es que, de entrada, THE GREAT GATSBY versión Nugent, aparece como una cuidada producción dentro de lo que el melodrama podía proporcionar en aquel tiempo en la Paramount, una de las productora más equilibradas a la hora de ofrecer un determinado diseño de producción. Es por ello que sus imágenes, por momentos nos evocan producciones inmediatamente posteriores, como la célebre SUNSET BOULEVARD (El crepúsculo de los dioses, 1950. Bily Wilder), o incluso CAPTAIN CAREY USA (1950, Mitchell Leisen). Es decir, esa sensación de fantasmagoría que proporcionan los escenarios elegidos, la presencia de esa fachada con los inquietantes ojos y las gafas anunciadoras del anuncio luminoso o, sobre todo, los interiores de la mansión de Gatsby. Son elementos que, a mi modo de ver, sirven de manera convincente para destacar, esta vez si, el aspecto misterioso de la figura del protagonista, al que Alan Ladd proporciona una convincente prestancia, apareciendo casi como una consecuencia narrativa, a ese marco ampuloso y al mismo tiempo decadente, del que se rodea.
En cualquier caso, desgraciadamente no todos los intérpretes están a la misma altura, y dos son los que a mi modo de ver limitan esa necesaria identificación con sus personajes. Por supuesto, una es la Daisy que encarna sin contundencia, en un desafortunado miscasting Betty Field, que años después sin embargo se convertiría en una admirable actriz de carácter. Por su parte, Macdonald Carey representa a un Nick Carraway sin sustancia –se me permitirá señalar que nunca he visto a mejor encarnación de dicho rol, que la proporcionada por Paul Rudd en una adaptación televisiva de la novela, datada en 2000-, destacando sin embargo la presencia de competentes secundarios como Barry Sullivan, Howard Da Silva, Henry Hull, o una jovencísima Shelley Winters. En cualquier caso, y pese a todas sus deficiencias, lo mejor a mi juicio de THE GREAT GASTBY, proviene de esa atmósfera artificiosa y sombría, que en sus mejores momentos proporciona a su metraje personalidad propia, aunque siempre integrada en los modos de producción tan peculiares de dicho estudio. Esos falsos exteriores, esa iluminación contrastada y por momentos fúnebre –la breve y triste secuencia del entierro de Gatsby-, son elementos en buena medida dependientes de un contexto de producción, pero que se adhieren con fuerza a las costuras de un relato que no alberga demasiadas sorpresas y salidas de tono –a destacar el puntual y atractivo envoltorio dramático que describe el desasosiego de la Mirtle que encarna la Winters-, pero que si brindará un episodio tan hermoso, como la plasmación del reencuentro de Gatsby y Daisy, orquestado por Morgan en la vivienda de Carraway. Es ahí donde si se perciben las posibilidades románticas de la historia, en un fragmento en donde las miradas, las emociones tanto tiempo ocultas y la cadencia de la narración, se trasladará a la mansión de Gatsby, donde quizá se describan los pasajes más elegantes y melancólicos de la película. Una producción esta a la que su condición de haber permanecido oculta durante décadas, quizá haya favorecido una cierta aureola de culto. Es por ello que dicha circunstancia puede propiciar una determinada decepción, aunque no por ello debamos dejar de lado sus puntuales cualidades, emanadas ante todo de un determinado contexto de producción.
Calificación: 2’5
4 comentarios
Angel Hernando -
Juan Carlos Vizcaíno -
Angel Hernando -
Hildy Johnson -
Beso
Hildy