UNDERWORLD (1928, Josef von Sternberg) La ley del hampa
Aunque mi evocación sobre la misma se remonta a una docena de años, recuerdo que el debut de Josef von Sternberg con la estupenda THE SALVATION HUNTIERS (1925) –un film que apasionó al propio Charles Chaplin-, denotaba la capacidad que el entonces novel realizador tenía para el trazado de los retratos psicológicos de sus jóvenes protagonistas, a través sobre todo del uso del primer plano. Cierto es que la obra de Sternberg es recordada de manera muy especial por su reiterada colaboración con Marlene Dietrich como intérprete –de la que se desprendieron un conjunto de títulos indudablemente remarcable-. Sin embargo, ello ha impedido determinar la auténtica naturaleza de este extraño y en ocasiones maravilloso esteta, quien con UNDERWORLD (La ley del hampa, 1928), y quizá sin pretenderlo, prendió la mecha al cine de gangsters, que prosiguió en otros títulos inmediatamente posteriores como THE DOCKS OF NEW YORK (Los muelles de Nueva York, 1928) y la menos conocida THUNDERBOLT (1929). Una trilogía rodada en las postrimerías del periodo silente, y que por sí sola le permitiría ocupar un lugar de privilegio dentro de uno de los momentos de mayor febrilidad creativa de toda la historia del cine. UNDERWORLD es el primero de dichos exponentes, cuando Sternberg aún quizá no era un director consagrado, en el que propone un nuevo modelo genérico, que muy pronto será acogido e imitado en innumerables producciones de Hollywood, sobre todo con la llegada del cine sonoro. Era además una de las vertientes que, por su sequedad, mejor se adaptaron a la presencia de la palabra, en la medida de no tener que depender tanto de esta para desarrollar sus violentas historias, que muy pronto se desarrollarían a partir de la llegada del crack financiero de 1929 y la incidencia que ello tendría en la previa aplicación de la “ley seca” en territorio estadounidense, aspectos ambos que posibilitaron la proliferación de títulos en los que la lucha de gangsters y policía aparecieron como algo cotidiano y con numerosos exponentes dignos de relieve.
Sin embargo, el film de Sternberg, casi en su condición de referente obligado de dicha corriente, mitiga en cierta medida el carácter violento que muy pocos años después caracterizaría dicha producción, ya que se centra –sobre todo en su primera mitad-, en el trazado psicológico ofrecido por los tres roles principales. Uno de ellos será el conocido gangster Bull Weed (George Bancroft), un hombre de presencia brutal y hoscos modales, pero que al mismo tiempo esconde en su interior un considerable grado de generosidad. Weed tiene en Feathers McCoy (Evelyn Brent) a su chica. Se trata de una joven acostumbrada a la tosquedad y al mismo tiempo la nobleza de su compañero, con el que convive recibiendo de este todo tipo de regalos. La película se inicia precisamente cuando en medio de la madrugada de la gran ciudad Bull comete un asalto, del que es testigo accidental Rolls Royce Wensel -excelente Clive Brook, al que más adelante el realizador recuperaría en SHANGHAI EXPRESS (El expreso de Shanghai, 1932)-. Dudoso el atracador de que este lo delate, lo emplea en la taberna que frecuenta, aunque en ella contemple por un lado su dependencia del alcohol –que ha limitado su condición de abogado-, y la humillación que recibirá por parte de otro gangster, que esconde su condición bajo un negocio de flores. Se trata de Buck Mulligan (Fred Kohler), quien en ningún momento ocultará su hostilidad hacia Bull, y que tendrá un enfrentamiento con este, cuando exteriorice esa humillación con el alcohólico oculta por este. Por ello, nuestro protagonista preparará un atraco en el que deje unos falsos indicios de la culpabilidad de Mulligan –una pequeña flor que el supuesto florista siempre lleva puesta en el ojal- al tiempo que con ello obsequie a su chica con una preciada joya. Rolls Royce mejorará en su imagen y comportamiento, convirtiéndose contra todo pronóstico en un hombre elegante y mesurado, dispuesto a demostrar en todo momento su absoluta lealtad al hombre que ha propiciado su regeneración como persona. Sin embargo, ello llevará aparejado un casi inevitable acercamiento hacia Feathers, que ambos de manera implícita mantendrán de forma soterrada. Sin embargo, la celebración anual del baile de todos los delincuentes organizados de la ciudad, supondrá un punto de inflexión, cuando Bull contemple a ambos bailando y, más adelante, a Mulligan, su eterno rival, intentado forzar a su amante. Con ello provocará un irrefrenable estallido de furia que finalizará con el asesinato a sangre fría de su rival en su propia floristería, y delante de esa cruz que su dueño había señalado a su empleada, iba a destinar a este. Weed será condenado a muerte en la horca, pero tanto Feathers como sobre todo Rolls Royce pondrán en práctica un arriesgado plan para salvarlo in extremis de la horca, aunque Bull en el interior de la celda de deje de creer que ambos lo han traicionado. Este logrará consumar su fuga, aunque en unos términos no previstos, siendo perseguido por una horda de agentes de la Ley que lo acorralarán de forma inmisericorde. Y aunque se encuentren a punto de huir, tanto Feathers como su fiel ayudante, decidirán acudir a su garito, donde intenten poner a salvo su vida. Sin embargo, allí Bull comprenderá la lealtad de la pareja, entendiendo que la relación de ambos es un hecho consumado, decidiéndose entregar –y, con ello, asumir su condena a muerte- no sin antes señalar a un agente de la Ley, que esta última, ha sido la hora más importante de su vida.
Dentro de su brillantez, lo cierto es que UNDERWORLD destaca por su división en dos partes bastante divergentes entre sí. La primera de ellas aparece con un carácter más liviano, centrándose en esa crónica urbana centrada en la descripción de los tres roles protagonistas, incidiendo de manera muy especial en el uso de los primeros planos para permitirnos conocer la psicología de ambos. Será un largo fragmento en el que incluso aparecerán apuntes cercanos a la comedia, como los centrados a la brutalidad del personaje encarnado con tanta fuerza por George Bancroft, o los de índole cómica que aporta un Larry Semon en la que sería su última aparición cinematográfica, antes de su prematura muerte ese mismo año, ejerciendo como otro de los hombres de confianza de Bull. Y es que aunque en esa primera mitad se encuentre el episodio tenso del intento de humillación provocado por Mulligan a Rolls Royce, quizá nos importen más detalles cinematográficos tan sutiles, como ese pequeño lazo que cae del piso superior de la taberna, perteneciente a Feathers, y recogido por Royce, revelando al espectador la proximidad de la relación entre ambos, aunque en esos momentos la misma pueda parecer impensable, dado sobre todo el estado de este. Incluso en la secuencia en la que describe el enfrentamiento del protagonista con su eterno rival, no se omitirán detalles divertidos como el del camarero que recoge los diez dólares que Mulligan ha dejado en una escupidera. Poco a poco, UNDERWORLD va revelando sus cartas y, sobre todo, mostrando la esencia de su enunciado –antes que su adscripción de un género que entonces estaba aún en estado embrionario-. Me refiero a la relación a tres bandas producida entre los roles protagónicos, que se modificará sustancialmente cuando Rolls Royce se rehabilite y convierta en un auténtico caballero, incitando el deseo oculto de Feathers, y también que dicha relación se proponga recíproca. La maestría con la que Sternberg sabe plasmar sobre todo el uso del primer plano, las modulaciones de sus personajes son, en última instancia, uno de los elementos más valiosos de esta excelente película, que romperá con el tempo hasta entonces adquirido a partir de la celebración de ese baile de gangsters tras el que nada volverá a ser igual. Por un lado Bill se enfadará hasta límites insospechados con su fiel aliado por bailar en público con Feathers, el segundo se dará de nuevo a la bebida, totalmente desolado y, sobre todo, Mulligan no dudará en intentar abusar de Feathers, modulando ya en sentido cercano a la tragedia el resto de la película. Será un fragmento en el que podremos atisbar el gusto por la escenografía y la sobrecarga estética posteriormente tan ligada al cine de su artífice, por medio de esos pasillos y rincones donde se ha celebrado la fiesta, sobrecargados por serpentinas, y configurando un marco de extraña sensación plástica que unido a la violencia planteada entre los dos rivales del hampa, provoquen el primer estallido irrefrenable de violencia.
Sternberg ha variado por completo el tono del film, que a partir de entonces ya nunca tendrá el más mínimo atisbo de relajación. El asesinato de Mulligan, la condena a muerte de Bull, no serán más que el inicio de una doble sensación de decepción. De un lado por parte del condenado, al creer desde la celda que su chica y su fiel escudero lo han traicionado, y por parte de estos, ante la posibilidad planteada de ayudarle de forma casi imposible, o iniciar una vida juntos basada en la decencia. Cierto es que Sternberg deja un poco en el aire la manera con la que el condenado se fuga de la prisión, pero no es menos cierto que el episodio del acoso sufrido por este en su lugar de reunión, se revela de extremada violencia, conservando una fuerza inusitada, y siendo digno de figurar en cualquier antología del género. La rabia que el fugado muestra hacia Feathers y Rolls, quedará de manifiesto cuando intente fugarse por el pasadizo que tenía dispuesto y este se encuentre cerrado. Será en ese instante cuando se proyecte una sobreimpresión con los dos supuestos amantes viviendo una apasionada escena de amor, mientras la policía no ceja en desplegar una tremenda furia, que no dudo en el momento de su estreno debió provocar un enorme impacto. La fisicidad de los disparos, que llegan a horadar y destrozar los ladrillos que rodean las ventanas de la estancia, serán el colofón a un episodio de casi imposible resistencia, que tendrá sin embargo un rasgo de redención cuando ese gangster de gruesos modales y estrechez de mente, comprenda los sentimientos que esa pareja que él consideraba traidores, y en realidad han demostrado no solo su lealtad, sino la posibilidad de salvar a este de una muerte segura. Una muerte a la que decidirá enfrentarse, comprendiendo que en nada puede luchar contra el sentimiento amoroso, sobre todo si proviene de dos personas tan ligadas a él. Cierto, al margen de sus excelencias, UNDERWORLD es uno de los referentes de una corriente cinematográfica de gran importancia en el cine USA. Sin embargo, quizá sería más sensato entenderla como uno de los triángulos amorosos más imposibles del cine norteamericano de finales del cine mudo.
Calificación: 4
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